viernes, 27 de diciembre de 2019

¡Feliz Año Nuevo!




Si bien este año aún no termina, éste tiene que rendirse ante el adiós ya premeditado que se avecina, pues, sabe que debe cederle el puesto al nuevo año que le sigue. Si bien el 2020 espera impaciente para entrar en nuestras vidas, mi amiga Rocío no sabe exactamente si tiene ganas de recibirlo o no. Pues bien, con una expresión entre indecisa y ambigua, ella  abre un poco la puerta del tiempo para ver lo que le espera. La verdad que ella no sabe si temerle o no a este nuevo año que está avanzando no sólo de puntillas, sino que avanza hacia ella con paso seguro de manera inevitable, porque el 2019 - según Rocío - no se portó del todo bien con ella. 

Luego de haber yo leído los pensamientos de Rocío decido encontrármela cara a cara, aprovechando que ella ha asomado su cabeza por la puerta del tiempo, porque quiero decirle algo importante:
-  Rocío, si mantienes una actitud negativa, tén por seguro, que el nuevo año no será mejor que el anterior. Déjame decirte que he observado que tú, durante este año que aún no termina, has muerto más de una vez ... te has muerto de celos, de envidia, de dolor, de preocupación y de decepción. Yo te pregunto si todas esta muertes han valido la pena. Al ver que Rocío no sabe qué decir, continué yo hablando - Tú sabes que al pensar de esta manera negativa te debilitas y te vuelves pequeña no ante el año nuevo o al que se fué, sino te debilitas ante mí.  Tienes que aprender que no importa en que año te encuentres, sino cómo tú te encuentres en cada año. Recuerda que cada año es un volver a empezar, es renovarse, es tratar de cambiar lo que se debe cambiar, pero no para darle gusto a los demás, sino para darte gusto a ti misma porque lo que más deseo es que me trates bien porque yo soy una parte muy importante de ti. 

- ¿Por qué me dices todo esto? - me preguntó Rocío consternada.

- Pues, yo deseo que en lugar de rendirte ante la idea que hay un año que se va y otro que llega, más bien, ríndele cuentas no a los años en sí, sino a mí.

- Pero, ¿quién eres tú? - me preguntó Rocío, una vez más, desconcertada.

- Bien, te daré respuesta. Lo cierto es que tienes que rendirte ante la evidencia que yo soy tu vida. Después de decir estas palabras y darme cuenta que he agarrado en frío a Rocío, continúo hablando - Al final lo más importante no son los años (nuevos o viejos) de vida que pasen sobre ti, sino la vida que tú le quieras dar a todos ellos. De ti depende darles luz o sólo sombra. Es más, quiero hacerte saber que aún ante las adversidades tienes que aprender a sumar más sonrisas que lágrimas aunque, por momentos, des dos pasos hacia atrás y uno hacia adelante. ¿Y sabes por qué?

- No, no lo sé - respondió Rocío sin saber qué más decir. Criticarla yo no quiero,  sólo aconsejarla aunque la verdad duela porque es evidente que el que niega que existe la verdad, conoce que la verdad existe. Es más, en la verdad no existen matices porque quien dice la verdad, ni peca ni miente.

Después de escuchar a Rocío le hice saber que, al final, tanto los años que vienen y van no se han hecho sólo para comprenderlos o analizarlos, sino para vivirlos lo mejor que uno pueda a pesar de todos los problemas, tristezas o preocupaciones que uno pueda tener. Allí radica el quid del asunto.

Rocío, después de escuchar lo que su propia vida le dijo, cerró con cuidado la puerta del tiempo. Y es que donde una puerta se cierra, otra se abre. ¿No crees, querido lector? Pues bien, llegado su momento Rocío abrirá nuevamente esta puerta, porque mantenerla cerrada sería un error ya que la verdad, aunque ésta duela, se quedaría afuera de su vida. Por este motivo, Rocío desea abrir de par en par la puerta del tiempo, para dejar entrar al 2020 en su vida y con una mejor actitud ante ésta, poder ella decir de corazón:
 ¡Feliz Año Nuevo!


MARiSOL



miércoles, 18 de diciembre de 2019

Let's groove, baby!



Ana sabía que a pesar de tener sesenta años ella no iba a dejar de tener un corazón alegre y rebelde. Si bien su juventud se había despedido de ella hace mucho tiempo atrás, cada vez que ella escuchaba canciones de los 70', se emocionaba mucho al recordar esa época ida, esa época que se nutrió de ilusiones y que hasta el día de hoy se sigue nutriendo de ilusiones, aunque éstas sean ya otras, porque sin ellas Ana estaría renunciando a la vida misma aunque la vida, por momentos, la golpee duro y vaya ella de k.o. en  k.o. por fuerza mayor desde hace ya tiempo.

Mientras Ana se encuentra escuchando por la radio "Let's groove" de "Earth, Wind & Fire", sabe que una de las mejores medicinas para no dejarse envolver siempre por las preocupaciones, penas o disgustos es bailar pero no para mover solamente su cuerpo, brazos y piernas siguiendo el compás de una pieza musical, sino, más bien, moverse con ganas al compás que le dicta la vida misma. Esa vida que la obliga a bailar con sus dudas y presentimientos mientras su cuerpo toma de la cintura a su alma ... esa alma que aunque sea desordenada y lleve en su pena algo de culpa, es inmortal porque se llena de eternidad, esa eternidad que se encuentra también en movimiento.

Pero, ¿por qué será que, por momentos, Ana se siente desbordada, cansada y sin ganas de nada? En esos instantes de desolación sus pies como que no sólo pierden su compás, sino que su cuerpo no encuentra el ritmo apropiado que la invite a vivir más liviana, sin tanta carga sobre su espalda. En el fondo, Ana sabe la respuesta ... Aún así ella debe aprender a escuchar no solamente el ritmo y melodía que la vida le marca cada día, porque un día siempre es diferente al otro, sino también ella debe aprender a escuchar y a aceptar su propio baile para que su vida no sólo sea más coherente, sino para que ésta fluya de manera más auténtica.

Por ningún motivo, Ana desea que su alma se vuelva rígida. Más bien, ella desea ir más alla de valores, principios y creencias mientras baila con la vida aunque ésta no sea perfecta. Y es que, la verdad, la perfección, es, al fin y al cabo, una colección pulcra de innumerables errores. ¿O me equivoco? 

Pues bien, Ana (mi "alter ego") me mira de reojo mientras me hace ver que hay que seguir bailando con la vida sin compararse con nadie y sin vivir bailando los bailes de otros. Bailar con los otros es saludable, pero más saludable  es cuando uno está en capacidad de mirarse hacia dentro mientras uno acepta el hecho que cada momento de la vida tiene un baile distinto al baile que a mí más me gusta. Lo importante es tener la ganas de aprender nuevos bailes porque allí radica el reto de la vida.


MARiSOL
 


martes, 17 de diciembre de 2019

Don Éxito yDon Fracaso




Don Éxito y Don Fracaso no se entienden. Sus discursos de vida son bien distintos. Y para ser sincera, me entiendo mejor con Don Fracaso que con Don Éxito, porque por momentos, me cae bien antipático. La verdad, que no sé por qué lo aguanto. Pues bien, ahora, para bajarle los humos a Don Éxito, le he llegado a decir que si bien el éxito es fácil de obtener, éste es difícil de merecerlo. Después de haberme escuchado atentamente, Don Éxito me miró despectivamente. Pero, ¡¿qué se ha creído?! Como su forma de mirar no me gusta nada (es una sensación muy desagradable cuando él me mira de arriba a abajo), le hice saber (para que se fastidiara un poco) que fracasar no significa perder. En cuanto terminé de decir esta corta frase, Don Fracaso sonrió satisfecho. Y luego dijo seriamente:
- Es muy cierto lo que has dicho, mi amor. Y mirando fijamente a Don Éxito prosiguió hablando - Alguna vez escuché a un sabio decir que un momento de éxito compensa el fracaso de años.

- ¡Bla, bla, bla! ¡Son palabras tiradas al viento! - exclamó ásperamente Don Éxito. Es más, yo he de hacerles saber que si bien el éxito no da ni quita la razón de las cosas, el requisito para obtenerlo es la prontitud de las decisiones.

En realidad, ambos tienen razón. Pero antes que yo pudiera decir algo, Don Fracaso alzó su voz para agregar lo siguiente:
- Cuando uno cree que ha fracasado, no debe quedarse paralizado, sino todo lo contrario, debe seguir adelante, seguir avanzando hasta poder obtener el éxito, llegado su momento.

Don Éxito bastante enervado le dijo a Don Fracaso:
- Me tienes harto de tanta palabrería barata. No te puedes ni comparar ni medir conmigo. ¡Yo soy más que tú, te guste o no!

Don Fracaso haciendo acopio de mucha paciencia pero mirando desafiante a Don Éxito le dijo:
- Para tu información, el éxito consiste en vencer el temor al fracaso.

- ¡¿Qué?! - gritó colérico Don Éxito. Yo no te tengo miedo. Es al contrario. Tú le tienes miedo a todo. Por este motivo eres un fracasado. ¡Tú qué sabes de éxitos! ¡Yo soy un campeón desde que nací! Todo lo que toco lo convierto en oro. Tú, ¡no!

Don Fracaso me miró a los ojos puesto que quería saber lo que yo pensaba. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, Don Fracaso me entendió. ¡Qué repugnante podía ser Don Éxito! Y como yo me identificaba más con la forma de pensar de Don Fracaso no me quedé callada:
- Yo soy de la opinión que el fracaso, es muchas veces, más fructífero que el éxito.

¡Ay! Para qué dije esto. Don Éxito frenético - gritó:
- ¡Ambos son unos estúpidos! ¡Son tal para cual!

Don Fracaso, quien había estado haciendo esfuerzos por no gritar, no se pudo contener y cual cuchillo cortante rasgó el aire con estas palabras:
- Para tu información, Don Éxito, ¡te hago saber que prefiero ser un fracaso en algo que amo que un éxito en algo que odio!

¡Uy! Don Éxito lo mataba con su mirada y, de paso, a mi también porque me retó:
- Dí algo inteligente como para dar por terminado este pleito. ¡A ver por quién, por fin, tú te decides! ¡O él o yo!

Pues bien, yo, como Doña Motivación (entre nos ... Don Éxito y Don Fracaso son mis amantes, pero no se lo digas a nadie, shhh) aclaré mi garganta y desafiando a Don Éxito dejé caer mis palabras cual lluvia torrencial:
- Mira, cariño. He llegado a la conclusión que ya me cansé de tener dos amantes. Es muy cansador. Así que dándome media vuelta agarré del brazo a Don Fracaso y nos alejamos de la vista de Don Éxito.

La verdad que el fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia. ¿No crees? Y mi inteligencia me dice que me quedo con Don Fracaso porque en el fondo, no existe el fracaso, salvo cuando uno deja de esforzarse, pero como yo a él lo conozco bien, sé que él llegará a ser mejor que Don Éxito porque no sólo porque confío en él, sino porque he aprendido que el éxito es aprender de ir de fracaso en fracaso, pero sin desesperarse. Luego de darle un beso a Don Fracaso, él me entendió. Sonrió ampliamente al darse cuenta que mientras el éxito no es definitivo, el fracaso no es catastrófico porque lo que cuenta es el valor para continuar.

Es así que yo, como Doña Motivación, te hago saber que no hay peor cosa que usar el miedo como motivación para ir por la vida porque el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son y mi corazón me dice que hago bien en amar a Don Fracaso. Yo me encargaré de apoyarlo como se merece para salir los dos fortalecidos ante los retos que la vida nos ponga sobre nuestros caminos. Espero poder ayudarte a ti también, en caso me necesites, querido lector.

  
MARiSOL







lunes, 16 de diciembre de 2019

Mi Universo





El Universo con toda su gran solemnidad y misteriosa hermosura se convierte en un reverendo caos para toda aquella persona sin fe. Me pregunto si mi fe  la tengo actualizada. La verdad que insegura estoy. Y mientras la busco dentro de mí, yo trato de adivinar el significado que guarda esta palabra de dos letras. 

Y mientras me pregunto si mi fe la tengo bien cimentada,  el Universo, ése que es sino el vasto símbolo de Dios (mucho más  grande que mi propio universo), me pide que baile no sólo sin temor al ritmo de esa combinación mágica de sonidos, voces o palabras y silencios que lo habitan desde tiempos inmemoriables, sino que me pide igualmente que baile al ritmo de mi propia esperanza porque ella, sin lugar a dudas, es un estimulante vital muy superior a la suerte. 

Es así que mientras la combinación mágica de sonidos, voces, palabras y silencios del Universo me invitan a bailar, todos ellos me hacen ver que la felicidad humana generalmente no se logra con golpes de suerte, sino con todas esas pequeñas cosas que ocurren todos los días. Es más, el Universo me recalca que si yo deseo la felicidad en los demás, debo aprender a ser compasivo. Y mientras seguimos bailando, la fe (ese valor espiritual de todo ser humano que acompaña nuestros ideales y da confianza para la realización de grandes empresas) ha llegado a mi lado también bailando mientras el ritmo de mi corazón se acelera al advertir su presencia. ¡La FE ha llegado a buscarme! ¡Qué bella que es! Pero, ¿debo creeer en ella?

El Universo al leer mis pensamientos me dijo:
- Es cierto que la fe y la razón son dos formas de convicción que subsisten con más o menos grado de conflicto o de compatibilidad. Pero no te olvides que la fe no sólo es un don, sino es también una virtud igual que la esperanza y la caridad. 

Es así como me ví envuelta bailando no sólo con la Fe, Esperanza y Caridad, sino también llegaron a mi lado la Vida, la Felicidad, la Confianza, la Inteligencia, la Voluntad, la Verdad, la Credibilidad, la Evidencia y hasta la mismísima Razón. Estas palabras no sólo eran bellas y etéreas, sino que que me hicieron ver, mientras bailaban dentro de mi alma, que yo soy un pedazo del universo hecho vida. ¿Y sabes por qué, querido lector? Pues, porque existe al menos un rincón del universo que, con toda seguridad, yo puedo mejorar, y es si soy yo misma, mejor. 

Y antes de terminar, quiero agregar algo más: 
Si yo soy perseverante al igual que la Fe, entonces, avanzaré en el camino de mi propia vida mientras bailo también acompañada al ritmo de alguien que no puedo dejar de lado y es de mi querido ¡Amor! ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque el amor es una fuente inagotable de profundas reflexiones, tan profundas como la eternidad, tan altas como el cielo y tan grandiosas como el mismo universo.

MARiSOL






domingo, 15 de diciembre de 2019

Hora y Minutero


¡Auxilio! Hora y Minutero se han escapado de mi reloj  analógico. Ambos rompieron el vidrio de éste mientras yo dormía profundamente. Fue durante la noche que se escaparon sin que yo me diera cuenta. He quedado desvastada. Conozco el motivo que los impulsó a dar este paso. ¡Qué mala fuí de haber ignorado su pedido! Y es que desde hace tiempo ellos dos me venían pidiendo que querían tener un nuevo amigo llamado Segundero (esa tercera aguja de mayor longitud y más delgada que ellos dos, y que completa una vuelta en un minuto).

- ¡Me han abandonado por tu culpa! - me gritó muy disgustado mi reloj analógico (no es ni eléctrico ni electrónico, sino, más bien, mecánico).
Razón tenía. Yo me había opuesto a hacerle colocar un segundero. Mis motivos tenía.
Como no sabía yo qué decir, mi reloj me preguntó que qué pasaría con él ahora que había quedado sin sus amigos. ¿Lo botaría yo a la basura por inservible o me animaría a llevarlo a un relojero para que le colocaran nuevas agujas? 
- Me costará cara esta gracia - le respondí entre enojada y triste.
- Lo sé - respondió mi reloj analógico y continuó hablando - pero lo que más deseo es volver a funcionar como antes  porque para mí es una alegría saber que puedo marcar tu tiempo. Así que llévame al relojero al que está a dos cuadras de aquí.  ¡Quiero volver a sentirme útil!
Esta última frase de mi reloj analógico me hizo entender que útil es todo lo que nos da felicidad. Pues bien, sin perder tiempo lo metí en una caja y me puse en camino. No quería defraudar a mi querido reloj analógico. Eran tantos años que él marcaba mi tiempo. Él fue un regalo de mi abuelo cuando cumplí diez años. ¡Era increíble que mi reloj, después de más de cincuenta años, siguiera aún funcionando!
Cuál sería nuestra sorpresa que cuando llegamos al relojero, encontramos a Hora y a Minutero  charlando animadamente con él. Cuando escuché junto con mi reloj análogico que el relojero los usaría junto con una tercera aguja en un reloj que había dejado a reparar un cliente suyo, mi reloj análogico exclamó entre sollozos:
- ¡No, por favor! ¡No me hagan esto!
Al escucharlo gritar, Hora y Minutero se voltearon a mirarlo sorprendidos, pero en cuanto me vieron pusieron cara de disgusto. ¿Qué hacer? 
Antes que tanto Hora como Minutero dijeran algo, yo  les prometí que estarían acompañados de Segundero. Y para que me creyeran le pedí al relojero que intercediera. Me comprometía a pagar hasta por adelantado para que mi reloj análogico contara no con dos agujas, sino con tres. Es así que al ver Hora y Minutero que yo hablaba en serio, se acercaron a mi querido reloj, lo abrazaron, y le dijeron que volverían a ser un equipo, el mejor de todos.
Sonreí agradecida porque  tuve que reconocer para mí misma que una vida usada cometiendo errores no solo es más honorable, sino que es más útil que una vida usada no haciendo nada. Así que esta oportunidad de oro no debía perderla por nada del mundo y no tanto porque el tiempo valga oro (en realidad éste no vale nada), sino porque el tiempo es vida. Mi reloj volvería a funcionar y para mí esto sería una gran alegría y alivio porque yo no sólo deseo sentirme como un reloj sin agujas, sino porque yo, además, quiero sentirme útil al igual que mi reloj analógico y no sólo para satisfacer mi ego, sino mi alma porque no hay obra humana más bella que la de ser útil, sobre todo, al prójimo.


MARiSOL 






miércoles, 4 de diciembre de 2019

Tribulación



Mientras en estas horas de tribulación  padecimientos espirituales y morales sacuden el alma de Doña Conmoción, Doña Angustia, escondida dentro de mi pecho, me pide no luchar contra ella porque sino nunca podré yo producir serenidad, esa serenidad que me pide ser constante para convertirse así en el signo más cierto de la sabiduría mas no del conocimiento porque el primero nos sirve para ganarnos la vida mientras que la sabiduría nos ayuda a vivir para tener ¡ojo! no una buena vida sino una vida buena. ¿Entiendes la diferencia?

Pero, ¿qué es vivir? Te preguntarás, querido lector. Pues, no consiste sólo en respirar sino en obrar de buena manera y con hechos bien concretos o ¿no será que más bien vivir consista en construir solamente futuros recuerdos? O acaso, ¿no será sacrificar una pasión baja por otra más alta? Quizá desvarío. No quiero decir nada que suene disparatado, insensato o carente de sentido común. Mi mente me exige mantener la cabeza fría y el corazón caliente, sobre todo, en esta época de tribulación. Será que lo único que deseo es volver a casa, pero lamentablemente no encuentro el camino a seguir, ese camino   que, al fin y al cabo, es el camino hacia mí misma.

En estas reflexiones estoy mientras Doña Conmoción y Doña Angustia me miran expectante. ¿Qué les debo decir para tranquilizarlas? La verdad que no sé. Como que me he quedado sin palabras. Lo que menos deseo es que mis palabras suenen huecas porque si no van seguidas de hechos, entonces no valen nada. Lo único que conseguiría es cansar sus oídos de  de tanta palabrería. Y la verdad que no deseo que piensen que yo estoy desasida del presente y de toda razón lógica.
- Ante tanta adversidad uno como que pierde el horizonte, sobre todo, cuando el alma comienza a cansarse de tantas injusticias, mentiras, peleas, odios, rencores y manipuleos. ¿No creen? - les pregunté a ellas dos. Era yo quien buscaba respuestas porque este sufrimiento interior me está nublando la mente. Esta mente que debe  funcionar como un buen paracaídas porque si no se abre como debe ser, pues soné... Y es que el fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta, es llenarla con algo valioso porque no hay talento más valioso que el de no usar dos palabras cuando solamente basta una. Pero, ¿cuál es la más acertada? Acaso ¿Apocalipsis? Lo ideal sería hacer uso de aquella palabra que pudiera cubrir todas mis dudas.
- ¿No será que te has apartado del camino de Dios? - me preguntó Doña Conmoción.
- Podría ser - contesté. Pero, ¿por qué todo se reduce siempre a nombrarlo como solución a todos nuestros problemas? Lo que más deseo es operar con mente sabia para poder conducir mi vida por un camino saludable y pleno.
Doña Angustia como sabe que la angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada ... esa nada que es nada ante el infinito, me dijo:
- ¡Ay, amiga! Lo único que debes saber para aplacar tus dudas, en este momento, es que para reducir lo infinito a lo finito, lo inasequible a lo humanamente real,  tú tienes sólo un camino y es el de concentrarte con fe en tus problemas para poderlos resolver así de la mejor manera.
- Pero, ¿cómo? - le pregunté angustiada a Doña Angustia mientras Doña Conmoción no salía de su asombro por lo que me había dicho nuestra amiga.
Doña Angustia nuevamente tomando la palabra me hizo saber que la tribulación es también considerada una prueba de fe que reporta mayor crecimiento y madurez para todo aquel que sea creyente.
¿Será que  tanto Doña Conmocion como Doña Angustia tienen razón porque cuando uno padece a nivel personal en momentos de grandes dificultades la tribulación es más que todo un llamado para volver a Dios? ¿Tú, qué crees querido lector? 

Esta vez yo me he quedado sin respuestas, sólo estoy llena de preguntas. En el fondo, me desconcierta (no sé si a ti también) tanto pensar que Dios existe como que no existe aunque en el fondo de mí algo me dice que sí hay un Dios porque la imposibilidad en que me encuentro de probar que Él no existe, me prueba su existencia ... esa existencia que no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad ... allí donde vive agazapada la tribulación entre tú y yo. Esa tribulación que se deja ver para enseñarnos no sólo humildad, sino también arrepentimiento para así no sólo purificar espiritualmente nuestras almas sino para ayudarnos también a quitarnos el velo de nuestros ojos porque no todos los ojos cerrados duermen ni todos los ojos abiertos ven. 

Y antes de terminar con estos desvaríos míos mientras me despido de Doña Conmoción y Doña Angustia, aprovecho para hacerte saber que "Apocalipsis" no es sinónimo de "fin del mundo", sino más bien de "revelación" porque no puede haber una revelación más intensa del alma de toda sociedad (la tuya o la mía) que la forma de tratar a sus niños empezando por ese niño o niña interior que habita en ti. No te olvides, querido lector, de saberlo cuidar en épocas de tribulación que yo prometo hacer lo mismo.

MARiSOL