miércoles, 12 de junio de 2024

Los hilos del mundo

 


Apartarnos de la realidad (muchas veces altiva, voraz, enigmática y hasta calculadora) no podemos aunque quisiéramos. Sólo por momentos lo logramos sea p.e. trabajando o entreteniéndonos con nuestros pasatiempos. Somos como héroes caídos tratando de hacer un alto ante la realidad no sólo por sentirnos huérfanos de toda felicidad, sino por esa sensación de derrota incrustada en nuestras almas por ver a una fuerza mayor, tan oscura como la noche, moviendo los hilos del mundo. Es como un gigantesco titiritero que nos mueve a su antojo provocando desórdenes en todo el mundo en la ilusión de que luego podrá frenarlos o encauzarlos según sus deseos. Mas, ¿dónde quedaron nuestros deseos? Quizá no existan como tal porque la vida no está hecha de deseos, sino más bien de los actos de cada uno de nosotros. Debe ser cierta esta idea porque cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, pues acaba uno por no saber incluso lo que uno quiere. ¿Y qué es lo que tú quieres, querido lector? Me atrevo a decir que la primera palabra que sale de tus labios es PAZ. 

Sinceramente, yo abogo, más bien, por la palabra: RAZÓN por ser la facultad del ser humano de pensar, reflexionar para llegar a una conclusión o formar juicios de una determinada situación. Y, sin embargo, es triste ver cómo nos jactamos de ser animales racionales, pero,  ¿razonables? Mmm.... Tal vez, excluir la razón como no admitir más que la razón sea una gran equivocación aunque la verdad si no chocamos contra la razón, nunca llegaremos a nada, a ningún lado así ésta obre con lentitud.  ¿Y sabes por qué, querido lector? porque la razón necesita no solo de la fé para salvarse y salvarnos, sino es necesaria también para sopesar las probalidades en la balanza de nuestros deseos así como llegar a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan.

En mi modesta opinión pienso que la razón se compone de dos verdades: la que hay que decir y la que hay que callar porque todo lo racional es real y todo lo real es racional. Y si la razón va de la mano del corazón, mejor, porque el corazón tiene razones que la razón ignora. Por este motivo hay momentos donde los hilos del mundo tiemblan, aunque sea por pocos instantes, porque las manos del titiritero son las que realmente tiemblan, dudan.... Y es que mientras la razón se hace adulta y vieja, el corazón permanece siempre niño porque desea conservar su inocencia... esa inocencia, que muchos piensan que es un lujo que uno no se puede permitir porque la realidad te despierta a bofetadas.
 
- ¡Ay! Pero nosotros, cual títeres, tenemos alma - le grito enervada al titiritero - Es más, podría ayudarte a encontrar tu propia alma, si quisieras. Pero, el titiritero me ignora porque sabe que los títeres como yo podemos hacerle hacer cosas a él que ni siquiera se le habían ocurrido hacer. Y es que los títeres tienen su propio carácter y personalidad más allá del que mueve los hilos. Por este motivo debemos hacernos la pregunta: ¿Quién manipula a quién? En la vida pasa lo mismo. Muy pocas veces tenemos consciencia de saber qué parte de nosotros está manipulando nuestras palabras, emociones, pensamientos, etc.

Si bien me doy cuenta que muy por encima de mi cabeza hay un manipulador moviendo los hilos no sólo de mi vida, sino de la tuya también, ¿cómo hacer para sentirnos libres de tanta presión emocional, miedo ante las guerras que bailan sin ton ni son y nos obligan a tomar partido y terminamos peléandonos unos con otros?  Por un momento, me imagino trepando por los hilos y matando al titiritero para poder ser libre. Sin embargo, la idea la descarto por ser vengativa. Pero, ¿cómo romper estos hilos que nos mueven? Y es que siempre aparecen nuevas manos invisibles dispuestas a tejer nuevos hilos.
 
Realmente somos seres frágiles  por vivir en un mundo que no siempre controlamos. Lo mejor es esforzarnos en controlar nuestra propia vida así como el titiritero trata de controlar a sus títeres. Quizá hay que aprender a escuchar los signos o señales que nos da la vida y estar preparados para lo que venga (sea lo que sea) y la mejor manera es viviendo en el aquí y ahora, en el presente, mientras como los niños nos emocionamos frente a un títere porque nos reconocemos en él. Será porque la infancia tiene algo de sagrado. 
 
El titiritero me mira con odio como un perro rabioso. Y por más que él mueva sus hilos y zarandee de un lado a otro mi alma, lucharé desde mi trinchera pero sin lamentarme porque de nada sirve lamentarnos de los tiempos en los que vivimos. Pero, ¿cómo? Tal vez intentando comprender que no soy un personaje de tragedia aunque en el camino sea audaz intentándolo todo mas no consiguiéndolo todo. Mejor así, porque quien todo lo quiere, todo lo pierde. Lo único que queda es el amor porque es todo lo que realmente existe y porque el amor lo toma no sólo todo, sino que todo lo da por más que el titiritero se esfuerce como un necio en seguir moviendo los hilos del mundo así no sepamos realmente quién es el titiritero, mas intuimos quién está detrás y es aquella persona (o grupo de personas) que tiene la fuerza y poder necesarios  para totalizar a las personas. 

Pero, ¿quién diablos mueve los hilos del mundo de forma directa sin salir a escena? Sólo vemos a grandes grupos de poder, cual unidades administrativas y cual coaliciones secretas, que mueven los hilos en su lucha por la hegemonía global. Su manipulación no tiene límites y está orientada a la formación y redirección de la voluntad colectiva de las distintas sociedades que tiene nuestro mundo. Su manipulación va más allá de toda explicación asistida de la razón porque lo único que quiere es que la realidad se esconda tras la apariencia. ¿Y sabes por qué, querido lector? porque la apariencia es la que se impone como la verdad oficial mientras se oculta la verdadera verdad al que nosotros, los títeres, no podemos tener acceso por ningún motivo. Y por este motivo, debemos rebelarnos porque la insurrección es el acceso de furor de la verdad. Y mientras pienso esto último que acá escribo, nosotros, los títeres, sabemos que, a veces, la insurrección puede volverse resurrección para podernos liberar de los hilos que nos mueven y mueven a nuestro mundo porque es obvio que el mundo se está yendo al carajo y la única oportunidad posible es que intentemos prevenir que sea así.

El titiritero ya no me mira con rabia, sino que suelta una carcajada, pero su risa no es contagiosa. Todo lo contrario, da miedo. Y mientras él se ríe, y nosotros tratamos de descifrar quién es el titiritero, él pacientemente sigue moviendo como le dá la gana los hilos del mundo, y de paso, a nosotros también.

MARISOL