viernes, 31 de mayo de 2024

A lo hecho, pecho

 


Elisa piensa que tan descabellada no es la idea de recordar con gusto una serie de errores cometidos, a lo largo y ancho de su vida, como consecuencia de falsas decisiones tomadas en su momento. Tal vez, por un lado, ella se equivocó por temor a equivocarse en su afán de ser feliz y por el otro, cada vez que ella cometía un error le parecía descubrir una verdad desconocida. Y es que, en el fondo, querido lector, los errores poseen su propio valor. ¿Y sabes por qué? Porque el verdadero valor consiste en saber admitir lo ocurrido mientras en voz alta Elisa se dice así misma: "A lo hecho, pecho". 

¿Será cierto que los errores más pequeños son siempre los mejores? Elisa sabe que resultan más fáciles de admitirlos rápidamente. Me imagino que cuando los errores son más grandes, cuestan mucho darles la cara o enfrentarse a ellos sin vacilar y sin pestañear. Los errores, finalmente, son como las deudas compradas a crédito de tu vida, de la mía o de la de Elisa y que se encuentran registradas en gruesos cuadernos de contabilidad de tapas negras para llevar así un registro ordenado de todos ellos.

¿Más qué le dice el Destino de Elisa? ¿Qué opina ese destino  mientras baraja las cartas que nosotros jugamos? Él le aconseja a ella que no vea su vida en ruinas por más que otros le digan que la vida es un montón de insignificantes e irónica ruinas. Ni siquiera hay que dignarse a darles un recibimiento dentro de la mirada (tuya, mía o de Elisa) así un gesto de asombro cabalgue desbocado haciendo caer a los  errores, uno a uno, a nuestro paso. Tambalear no quiero ni tú tampoco, me imagino, sobre todo, al darnos cuenta que mientras más grande y extensa que todas las esperanzas sea la cadena de errores, nadie puede ser libre cuando uno se ríe de ésta.  

Si bien, querido lector, tú sabes que es común cometer errores, lo importante es corregirlos y no obstinarnos en ellos. ¿Y sabes por qué? Pues, porque la obstinación es el otro nombre de la estupidez. Y si ésta insiste mucho, peor aún. Sin embargo, Elisa no sabe qué es mejor, si reconocer a tiempo sus errores o cometerlos, como casi todo el mundo, pero sin que nadie la vea. ¿Será cierto que la verdad en un tiempo es error en otro? 

El Destino al ver a Elisa vacilar le recuerda que no sólo es la propia simplicidad del asunto lo que nos lleva a cometer errores, sino que los grandes errores son armas que acaban siempre por dispararse contra nosotros mismos. ¡Ay, a lo hecho pecho! porque si cerramos la puerta a todos los errores cometidos por nosotros, también seremos testigos que se quedará fuera la verdad, aquélla que descansa tranquilamente mientras se agitan los errores, ya sea por nuestra ligereza o ignorancia, sobre el camino de nuestras vidas. 

Por suerte, Elisa está, poco a poco, entendiendo que mientras la verdad permanece, los errores pasan con el tiempo, pero no para olvidarlos, sino para aprender de ellos porque la vida es un contínuo aprendizaje. Pues, lo que hoy son errores, mañana serán experiencias.

MARiSOL