Una angustia, cual menesterosa cotidianeidad, ha llegado a adherirse tercamente a los pensamientos del corazón de Raquel. Y es que por más que ella hace esfuerzos para serenarse la verdad que ella siente que la angustia la está haciendo trastabillar como pidiéndole que se derrumbe, que pierda el equilibrio de una vez por todas. Qué feo, ¿verdad? Pero equivocadamente y de manera tangencial el corazón de Raquel se aferra a su razón (esa razón que nos pide no estar gobernado solamente por los malos hábitos e imposibles deseos).
Es así como la razón de manera enérgica le pidió al corazón de Raquel que se aferrara cual clavo ardiendo a ella y no de manera parcial, sino en su totalidad. Por su bien. ¿Será porque al luchar contra la angustia, la serenidad queda de lado? ¿O será que la lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia? Un poco de ambas, creo yo. Y es que la angustia cuando nos coloca sólo ante la nada, nos dejamos envolver por ésta porque la nada es un infinito de la cual venimos y donde allá volveremos tarde o temprano. ¿Será que la nada es sólo un absurdo o es acaso una gran certeza? La nada es algo que no se puede concebir y, sin embargo, es. ¡Ay! al igual que la angustia.
- Sí, así es - dijo la angustia. ¡Soy tu congoja, Raquel! Soy ese estado afectivo que te causa cierto malestar psicológico y que te causa igualmente taquicardia o te hace temblar de miedo. Soy tu reacción ante el peligro o ante lo desconocido, unas veces de manera realista y otras de manera neurótica. ¡Jajajaja!
Cuando el corazón de Raquel escuchó la palabras de la angustia, se sintió asustada y por esta razón ella se aferró a la razón con fuerza.
Es así como la razón le pidió al vapuleado corazón de Raquel que dejara de lado al miedo, tristeza, nerviosismo, irritabilidad, dolores de cabeza, insomnio y ansiedad.
- ¡Tan fácil no es! - gritó el corazón de Raquel.
- Lo sé, pero no es imposible - le hizo saber la razón de Raquel.
- ¡Así es! - contesté sin poderme contener de intervenir.
- ¿Y tú quién eres? - Me preguntó Raquel mientras su corazón y razón me observaban bastante sorprendidos.
Y tú, querido lector, te preguntarás quien soy, ¿verdad?
- Soy la Fe - les hice saber a ellos dos y a ti también. Aprovecho para informarles que yo provengo del latín "fides" que significa "lealtad" o "fidelidad".
Y mientras el corazón de Raquel me sonreía porque la lealtad tiene un corazón tranquilo, la razón de Raquel me preguntó incrédulo:
- ¿Eres perseverante? Te pregunto esto porque la perserverancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto, ¿sabes?
- ¡Claro que sí! Te entiendo. Y es que no sólo las grandes obras son hechas no con la fuerza, sino con la perseverancia y porque de mí depende que Raquel avance en su camino de vida. Pero, ¡ojo! apoyada también en ustedes dos así ella no camine con pasos seguros y lo haga algo coja.
Sin embargo, la razón alzando una ceja me dijo:
- Mira guapa, que yo sepa tú eres también conocida como la expresión: "de mala fe" porque tú haces o dices las cosas con malicia, con engaño o alevosía. Y esto a mí no me gusta nada.
- Lo sé - le contesté a la razón - pero no te olvides que también yo también puedo actuar de buena fe.
- ¡Sí! - gritó feliz el corazón de Raquel - Es verdad, porque como buena fe tú representas el criterio de conducta al cual se debe ajustar Raquel de acuerdo con los parámetros de un comportamiento recto y honesto.
Después de haber escuchado tanto al corazón como a la razón de Raquel les hice saber que lo primero por comprender es que yo, la fe, soy un valor protagónico en la vida de Raquel y no solo en relación con sus creencias religiosas, sino que ella debe aprender a tener confianza en algo o alguien a través mío.
Es así como la angustia, dejando de lado al corazón y razón de Raquel, miró dentro de mis ojos para aferrarse a mí porque sabe que ella (la angustia) es lamentablemente un duro sentimiento que no siempre puede ser fácilmente explicado y que tiene que ver con temores, miedos, tristezas, dolores o sufrimientos. Y Raquel lo que menos desea es que la angustia se convierta en un sufrimiento crónico. Su corazón y razón abogan porque yo, la Fe, la sostenga porque la angustia es esa sensación negativa que implica un determinado nivel de sufrimiento para toda persona que la vive como ella.
Pues bien, yo como la Fe les hago saber que, en realidad, no se trata de creer absolutamente en los demás, sino de creer, sobre todo, en uno mismo, de aprender a escuchar esa voz interna que nos insta a tomar esos caminos abiertos por los locos que más tarde serán recorridos por los sabios porque todos los hombres, Raquel y tú, querido lector, somos sabios: unos antes, otros, después. ¿Y sabes por qué? porque los sueños y la angustia nos unen. Y es que aunque te parezca mentira el soñarse en estado de angustia suele ser consecuencia de insistentes deseos y esperanzas lícitas y lógicas. Por este motivo, este sueño anuncia que pronto Raquel tendrá éxito en sus pretensiones o aspiraciones color esperanza. Así yo lo espero sinceramente y sin ninguna angustia de por medio.
MARiSOL