¿Será cierto que el infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras? - piensa Angélica mientras nuevamente trata de seguir caminando con paso firme por el camino de su propia vida en este nuevo año de vida. Ese camino marcado por miles de sacrificios y preocupaciones que comenzaron, hace muchos años, con un paso que muchos no ven, pero sí sólo pocos. Ese camino, escogido por Angélica, es el que nos invita siempre a la reflexión. Y es que la reflexión es el camino hacia la inmortalidad mientras que la falta de ésta, nos convierte sólo en seres vacíos, sin alma.
Angélica ha aprendido que es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues así ella cojee y sienta que avanza poco, sabe que, tarde o temprano, a la meta se acercará. Es más, ella sabe que si de verdad vale la pena hacer algo, entonces, vale la pena hacerlo a toda costa porque uno de los secretos profundos de la vida que le ha enseñado a ella es que lo único que merece la pena hacer es lo que hacemos no sólo para nosotros mismos, sino también por los demás. Lo importante es actuar con convicción y amor y no sólo hablar ya que, finalmente, las buenas acciones son las que cuentan. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque una de las ventajas de las buenas acciones es la de elevar el alma y disponerla a hacer otras mejores. Y en ello está Angélica desde hace tiempo.
El mar de la vida sabe cómo luce actualmente el alma de Angélica. Y él como buen consejero le hace ver que siga adelante, a pesar del inmenso cansancio que ella siente, por momentos. Son ya tantas veces que Angélica se ha caído y se ha levantado (con o sin ayuda) que ella piensa que los retos existen por algo. ¿Y sabes por qué? Es muy sencillo. Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos. ¿No será que todos tenemos una misión que cumplir en este mundo más allá de toda vanagloria de éxitos y de aplausos adquiridos?
Pues sí, querido lector, dejemos tranquila a Angélica que ella se esfuerza por ir por el camino correcto. Es ahora tu turno que tú mismo te hagas las preguntas: ¿Qué hago yo aquí?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿cuál es mi camino a seguir?, ¿cuál es mi verdadero propósito a seguir? Son preguntas inquietantes que incomodan a unos y perturban a otros. ¿No es cierto? Pues tratamos de no vernos por dentro por tener miedo de fracasar en el intento de encontrar las respuestas adecuadas.
Yo te hago saber que Angélica no necesita irse de viaje como p.e. a la India como para encontrarse a sí misma. Huir no es la solución. Más bien, ella sabe que creando un impacto positivo en su propio mundo personal, sirviendo a los demás desde su corazón, siendo fiel en sus convicciones (ideas religiosas, éticas o políticas), viviendo en el aquí y ahora y poniendo sus talentos y habilidades al servicio de la vida, puede ser capaz de convertirse en la mejor versión de sí misma. Sólo así podría Angélica pensar en salir de viaje nuevamente sin ninguna inquietud en el alma.
Pues bien, a esto se le llama: superación. Pero no me refiero a derrotar a alguien, a dejar atrás una adversidad o a trascender un límite, sino, más bien, me refiero a la idea de superación que se usa para nombrar a lo que uno hace cuando consigue realizar con esfuerzo y dedicación algo mejor que antes, cuando uno logra sortear valientemente una dificultad o cuando uno alcanza una meta, aunque sea de refilón, luego de enfrentar diversos desafíos. Lo importante es mantenerse en movimiento y no quedarse estático o paralizado pensando que otra persona será la que te resuelva tus problemas o te haga saber cuáles son tus propósitos de vida a seguir. Darte un empujón no está mal, pero está en ti el cambio mientras aprendes a saber identificar tus propósitos de vida que forman parte de tu identidad. Y es que lo más increíble es que nadie puede ser esclavo de su identidad porque cuando surge la posibilidad de cambio, hay que cambiar para poder evolucionar como ser humano. Y esto bien lo sabe tanto Angélica como yo, el mar de la vida, tu servidor, querido lector.
MARiSOL