Ellos se habían conocido en una playa solitaria de una hermosa isla griega. Los dos traían un equipaje de muchos sueños rotos. Y habían llegado desde diferentes países a este lugar para calmar sus desilusiones amorosas. Buscaban una luz de paz que los guiara por el camino de la vida sin tanto sufrimiento en sus corazones, por momentos, atormentados. Ambos querían volverle a sonreir a la vida, pero no sabían cómo.
¡Quién iba a decir que sus miradas se cruzarían, sus bocas y cuerpos se unirían solamente por un día y una noche! Al despedirse recién se preguntaron por sus nombres. Apellidos no se dieron. Era mejor así. Ambos, sabían que un deseo extraño los había consumido como un fuego devorador en este encuentro inolvidable. Nunca lo olvidarían, porque lo vivido seguiría existiendo en sus sueños.
Dos años después, él llegó con su guitarra a esta playa solitaria -en un día de verano- para pensar en ella. Y cual sería su sorpresa... allí estaba ella con el mismo vestido rojo que le conoció aquel día. Sus miradas se sonrieron agradecidas porque ambos sabían que esta vez sus bocas y cuerpos se unirían una y mil veces más. Después de besarse se dijeron sus apellidos.
Marisol
6 comentarios:
hola bella entrada buen viernes
Primero besos y después los nombres... como debiera de ser... jajaja
Saludos y un abrazo.
hermoso!!!! mi apreciada Marisol,aprovecho el hoy,ya que no se si mañana,podré soportar el dolor,estando sentada...un abrazo enorme
lidia-la escriba
¡hermoso y romantico cuento.
Me gustó.
recibe un saludo de otra cuentera:
mariarosa
Por suerte volvieron!...para qué quedarse sólo con el recuerdo???' jejejee
Un abrazo.
Hermoso idilio. Amor a primera vista?
Un abrazo Marisol
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