En el pueblo donde vivo ha aparecido, desde hace pocos días atrás, un buzón rojo de cartas sólo para niños. Este buzón no pertenece al Servicio de Correos de mi pueblo, sino que éste pertenece a Santa Claus. Él ha mandado colocar en una noche de luna llena este buzón porque sabe que quedan pocos niños en mi pueblo ya que la mayoría son adultos y ancianos.
Pues bien, para que no peligre la ilusión de los pocos niños de mi pueblo (quedamos exactamente setenta y tres) de una población de tres mil habitantes, ha hecho colocar este buzón en la plaza principal del pueblo, a vista de todo mundo, para que nosotros, los niños, podamos enviar cartas con lo que cada uno de nosotros deseamos de regalo para esta Navidad.
He de confesar que yo hace una semana atrás le envié una carta con un solo pedido (no le pedí ni muñecas, ni ropa ni juegos; sólo le pedí salud), pero lamentablemente, hoy día he recibido una carta personal de Santa Claus donde me pide que lo disculpe, pero que mi pedido no lo puede cumplir. Él sólo se dedica a repartir juguetes, nada más.
Demás está decir que me sentí triste y decepcionada. Santa Claus se convirtió ante mis ojos en un ser de carne y hueso, ya no más en un ser mágico. Pero, para no decepcionar a los otros niños, me callé. Con la respuesta de Santa Claus había aterrizado rápidamente en el mundo de los adultos a pesar de contar sólo con ocho años.
Si existieran buzones repartidos por todo el mundo donde éstos recibieran cartas con pedidos netamente espirituales, llámese pedir paz en el mundo, eliminar el hambre, la pobreza, las enfermedades, la corrupción, las tristezas, ... ¡Ay! la lista es larguísima ... este mundo sería mejor, ¿no crees?
Pero, yo puedo entender a Santa Claus ya que estos últimos pedidos nombrados son, más bien, desafíos que el ser humano tiene consigo mismo. Pero yo soy sólo una niña que quiere sanarse pronto para poder disfrutar de las fiestas navideñas.
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Dos días después ....
Santa Claus como se había quedado preocupado con la carta de Laurita y con la respuesta que él le había enviado, sincera y franca, la invitó al Polo Norte a visitarlo, después de Navidad, pero ella declinó la invitación porque ella está con fiebre en el hospital; tiene pulmonía.
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Tres días después ... el 24 de Diciembre.
Ya estando un poco mejor, aunque débil, pero ya en casa de sus padres, Laurita recibió otra carta más una regalo de Santa Claus donde no sólo le deseaba una pronta mejoría, sino que le decía que su invitación seguía en pie, que lo podía visitar cuando ella se sintiera fuerte y bien sana. Y que cuando ella quisiera podía hacer uso del trineo mágico que le había envíado. Le indicó, eso sí, que el trineo sería mágico dos veces (en el viaje de ida y de regreso), y que después sería un trineo como cualquier otro. Pues bien, le recalcó Santa Claus a Laurita que no se sentara en el trineo hasta que ella estuviera bien sana, y sobre todo, que sus padres estuvieran de acuerdo con su invitación, porque en el momento de sentarse ella dentro de él, eso sí, bien abrigada (se lo recomendó), un venado se aparecería para llevarla (jalando el trineo) a su mundo .... a ese mundo de fantasía que tanta falta nos hace falta para vivir mejor no sólo a nosotros, los niños, sino también a los adultos, ¿no crees?
MARiSOL
Imágenes sacadas de Bing
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