Sandro no es un pirata cualquiera; no cruza mares para asaltar o robar barcos con fines delictivos o secuestrar embarcaciones ni tampoco es un criminal. No, él, desde hace tiempo, cruza los mares tempestuosos y calmos del internet en busca de su gran amor. Allí va él con su barco (corazón) y con su telescopio, vestido de intuiciones y necesidades, en mano; va siempre oteando el horizonte para ver si logra encontrar a su gran amor cada nuevo día. Siempre va en busca de Norma ya que ella es el aire que él respira, la razón de su vida aunque ella se haya convertido en una bendita obsesión que lo salva de la total locura. Entrar en detalles no quiero por respeto a Sandro. Burlarme no quiero. Todo lo contrario. Si bien él es un hombre difícil de entender, tiene el corazón de un niño. Pues, quién diría que yo, Norma, soy ese gran amor no olvidado. Tal vez por este motivo, Sandro siente una satisfacción tonta hasta efímera mientras yo tengo los dedos cruzados detrás de la espalda del tiempo, de ése que nos separa. Y aunque no pueda besar los labios de mi pirata enamorado, yo zarpo también en mi barco para buscarlo en los mares (vestidos de olvido y recuerdos) de mis sueños. ¿Será que me siento también pirata? Un poco, quizás, puesto que yo sólo escribo en el mar de estas letras, chuecas o no, para hacerte saber que no te olvido. Pero déjame decirte que yo no formulo promesas, sólo te doy un soplo de vida para que tú, querido pirata, sigas conquistando otros mares a los cuales yo no tengo acceso ni quiero tener. Perderme en los mares de tu mente no quiero, porque el mío sobra por los dos aunque hoy día siento que serás tú, el que te sientas más fuerte que yo al descubrir como mis palabras navegan hacia ti sin querer o a propósito. ¡Dios! Soy una pirata desvergonzada, ¿verdad? por seguirte esperando, cual enajenada, al otro lado del mar, en ese mar que no quiero que se desborde y nos cubra de olvido. Y mientras mi sueño termina, empieza mi realidad, en esa realidad donde no tiene cupo mi querido pirata del amor ... ni yo tampoco porque muy cuerda no estoy.
Sandro sabe que Norma siempre viajará con él en el mar de la vida sin sombras, sin tabúes, sin malos pensamientos, aunque las dudas se interpongan ahogándola a ella por momentos. Norma, desde su mar, él en el suyo, sin tocarse físicamente, pero sí con el alma, se tocarán con el alma ... esa alma que logra superar distancias, porque no van ambos en busca de misterios aunque algunas veces sean piratas, pero ni de robos o secuestros de embarcaciones ni son criminales que actúan en alta mar y abordan barcos con fines delictivos como escribí al principio ... ese principio que, muchas veces, nos muestra el final de una historia de amor. ¡No! ambos son piratas del amor.
MARiSOL
Imagen sacada de Bing
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