Érase una vez un un dique que contenía el nivel más elevado del conocimiento puesto que sus aguas estaban empapadas de mucha sabiduría.
Un buen día llegó un hombre anciano y solitario al pie de sus aguas y retó al dique diciéndole:
- Tú podrás ser muy sabio. Habrás acumulado un sinfín de conocimientos teóricos y hasta técnicos, pero yo soy más sabio que tú porque tú tienes sólo agua, mientras yo nado en muchísimo dinero. Podría llenarte con toda mi fortuna. ¡Jajajaja!
El dique, después de escucharlo, le hizo saber que su arrogancia le impide alcanzar la verdadera sabiduría.
- ¡No es cierto! - gritó el hombre bastante disgustado. Su arrogancia lo cegaba para poder entender las palabras del dique.
- Mira, si bien obteniendo conclusiones nos dan mayor entendimiento, y esto a su vez nos capacita para reflexionar, lo importante es que no sólo tengas un juicio sano basado en conocimiento y entendimiento a la hora de hacer tus negocios, sino que tengas bien desarrollado el sentido común de tu corazón. Y tu corazón es más pobre que toda tu fortuna. Te tengo lástima.
- ¡No te entiendo, carajo! - dijo el hombre bastante enojado.
- Me explico - le contestó el dique con una tranquilidad aplastante. Para que tu conocimiento y entendimiento se destaquen realmente ante los demás tienes que tener un juicio sano libre de toda arrogancia para que tu corazón se mantenga siempre humilde ante tí mismo y ante los demás. Así te harías querer más. ¿No crees?
- Para mí la humildad es signo de debilidad y yo no quiero ser el hazmerreír de nadie, sobre todo, a la hora de hacer negocios - volvió a hablar el hombre, levantando todavía aún más la voz.
El dique de la sabiduría le hizo saber que si bien él tenía la aptitud de valerse del conocimiento con éxito, de ser capaz que su entendimiento pudiera resolver problemas para que éste le ayudara a alcanzar sus metas profesionales, también era muy importante ser capaz de aconsejar a otros, pero de buena manera y con humildad para poder así poder alcanzar la verdadera sabiduría.
El hombre, después de escucharlo, se alejó en silencio. ¿Sería capaz de cambiar su arrogancia por la humildad? El dique de la sabiduría le había dicho una gran verdad. Y es que la humildad es una virtud que consiste en saber reconocer las propias limitaciones y debilidades de uno mismo y que nos ayuda a saber actuar de acuerdo a nuestros conocimientos.
No todos somos humildes como nos hace saber el dique de la sabiduría; muchos pecamos de soberbios porque nos sentimos más importantes o mejores que los demás no importando cuán lejos hayamos llegado en la vida con nuestros talentos. El ser modesto no es sólo signo de pobreza como muchos creen; es signo de riqueza espiritual ... signo de sabiduría. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque si bien el conocimiento nos sirve para ganarnos la vida, la sabiduría, hija de nuestras buenas o malas experiencias, nos ayuda a vivir aunque tropecemos sobre nuestros errores una y otra vez y nos ayuda a levantarnos pero sin hacerle reproches a los demás ... aquí radica la verdadera profundidad del dique de la sabiduría.
MARiSOL
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