Tengo un gato llamado "Michi". Es blanco como la nieve, tiene las orejas, la cola y sus patitas de color marrón y tiene los ojos azules. Si bien él es un animal independiente, curioso, dormilón, y capaz de realizar innumerables piruetas, lo veo, por momentos, triste.
Un buen día le pregunté qué le pasaba. Y Michi me contestó que deseaba ir ahora en la noche al zoológico que queda cerca de donde vivimos.
- ¿Por qué quieres ir allí? - le pregunté curiosa y preocupada. La idea no me gustaba para nada. Michi no tenía nada que hacer en ese lugar.
- Quiero conocer al león - respondió Michi.
- Yo he visto a ese animal. Es inmensamente agresivo. No voy a permitir que te pongas en peligro.
- Solamente quiero conversar con él - dijo Michi.
- Mmmmm. No me parece buena idea - le contesté.
La noche llegó y Michi como todas las noches salió al jardín. Pero antes que él saliera, le pedí que no fuera al zoológico. Me miró largamente y salió. Yo sabía que él iría para allá.
Michi entró al zoológico y se dirigió en la oscuridad de la noche, sin problemas, hasta la jaula del león. Y cuando estaba parado en frente de él, le preguntó:
- ¡Hola! Soy Michi. Vivo por acá cerca y quiero saber ¿por qué ruges todas las noches?
El león lo miró atentamente y le contestó:
- Porque les hago saber a todos quien soy yo.
- Y ¿quién eres? - le preguntó curioso el gato.
- Soy, Aketi, el rey de la selva, ¡claro está! - le respondió riéndose el león
- Pero no vives en una selva, sino en un zoológico - argumentó Michi sin enojo en la mirada.
- Pues, entonces soy el rey del zoológico - dijo algo molesto el león. Tú, no eres nadie al lado mío. Eres solamente un gato pequeño y tonto. ¡Véte a tu casa y no me molestes más con tus preguntas!
- No voy a hacerte más preguntas. Pero antes de irme te quiero hacer saber algo - ardujo Michi.
- ¿Qué me quieres decir? - preguntó impaciente el león.
- Hace tiempo que quería ser igualmente de grande como tú y tener esa voz potente como la tuya. Pero ahora me he dado cuenta que me equivoqué. Tú eres tú y yo soy yo. Somos distintos y hacemos vidas diferentes. No tiene sentido compararme contigo - le contestó Michi.
- ¿Y por qué ya no te interesa ser como yo? - le preguntó curioso el león.
- Porque no solamente eres tremendamente arrogante, sino que a ti te falta algo que yo sí tengo - le respondió el gato.
- ¿Y qué tienes tú que yo no tenga? - le preguntó el león.
- Libertad - contestó el gato. Y cuando ya se estaba yendo, el león le preguntó si podía venir por las noches para conversar con él. Se sentía solo y deseaba tener un amigo.
- Si me prometes no burlarte de mí, podemos ser amigos - respondió serio Michi. El león le dió su palabra.
- Si me prometes no burlarte de mí, podemos ser amigos - respondió serio Michi. El león le dió su palabra.
Desde que sé que Aketi y Michi se hicieron buenos amigos, yo puedo dormir tranquila.
Marisol