- Nunca le he tenido miedo ni a las olas chicas ni a las olas grandes - dijo para sí el faro en voz alta mientras gaviotas volaban cerca de él. Al escucharle decir esta frase, las gaviotas le contaron a una ola gigante que reventaba con fuerza delante del faro lo que él había dicho hacía un ratito atrás.
La ola gigante molesta que el faro no sintiera miedo ante su bravura gritó diciendo:
- ¡Ey, tú, viejo faro! ¿Por qué no me temes? ¿Acaso estás ciego para no ver lo poderosa que soy? Soy casi tan grande como tú. Y si me da la gana puedo llegar a ser más grande que tú.
- Pues, bien por ti. ¡Mira! yo no tengo nada que perder - le respondió el faro con voz cansada.
La ola se quedó desconcertada con la respuesta del faro. No tenía ninguna gracia meterle miedo a un faro viejo y cansado. Pero con tono altanero le preguntó al faro el por qué no tenía nada qué perder. No entendía su respuesta.
- Es muy sencillo - respondió el faro muy tranquilamente. Desde que ya no estoy más en funcionamiento me he quedado solo y sin luz. Un faro nuevo ha sido construido no muy lejos de aquí. Y yo soy inservible desde hace un par de meses atrás. No falta mucho para que me demuelan los hombres que me dieron vida.
- ¡Qué mala suerte que tienes porque tú podrías estar en funcionamiento todavía!, ¿no es cierto? - le dijo la ola en tono sarcástico. Ja, ja, ja. Ninguna lástima sentía por el faro.
- Así es - contestó el faro y continuó hablando tan tranquilo como antes - Algo que me gustaría decirte, ola gigante, es que con la vejez uno aprende a esconder los fracasos como en mi caso, pero en el tuyo, tú como ola joven e inmadura tendrás que aprender a soportar los fracasos como éste.
- ¿Eh? Qué dices? - le contestó la ola gigante rabiosa.
- ¿Si te dijera que yo soy más fuerte que tú me creerías? - le preguntó el faro a la ola mientras le regalaba una sonrisa sabia.
- Mmmmm.... creo que te equivocas en dar esta opinión. Es todo lo contrario. ¡Yo soy más fuerte que tú! - le respondió en tono arrogante la ola gigante y muy segura de su respuesta.
- Pues, tengo que defraudarte porque si bien la fuerza, como la tuya, es la que reina en el mundo, en todo caso, es la opinión, como la mía, la que hace uso de la fuerza para hacerte callar.
- ¡Faro estúpido! ¡Te detesto! - gritó histérica la ola gigante.
El faro sólo sonrió nuevamente ante los embates de la ola gigante. No estaba dispuesto a que la crueldad de aquella ola lo destruyera.
Hace pocos días me enteré que el faro va a ser remodelado porque un pintor de unos setenta años, viudo y solitario lo ha comprado. Sus hijos y nietos están fascinados con la idea. Le han prometido de ayudarle a hermosear al faro. Lucirá tan joven o más que la ola gigante. Y yo tengo ganas de visitarlo aunque no le tema a las olas chicas, pero a las grandes, sí.
MARISOL
Imagen sacada de google
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