domingo, 26 de octubre de 2014

Aprendiendo a bucear




Érase una vez dos pingüinos, uno valiente y el otro, temeroso, que, por primera vez, querían meterse al mar para aprender a bucear.  
-¡Vamos! es hora que aprendamos a bucear - le dijo el pingüino valiente al temeroso.
- ¡Nooooo! No puedo - gritó temblando el pingüino temeroso.
- ¿A qué le tienes miedo? - le preguntó el pingüino valiente. Su voz denotaba impaciencia.
- Pues, a que una ola gigante venga y nos revuelque sobre la arena o que se acerque un tiburón y ¡zas! nos coma en un dos por tres - le respondió el pingüino temeroso.
- ¡Ay! Me quitas las ganas de bucear junto contigo. No voy a permitir que tu miedo me paralice - le dijo molesto el pingüino valiente y luego continuó hablando - ¡Mira! el mar está en calma y muchos otros pingüinos ya se encuentran en él buceando. No inventes peligros para justificar tu miedo. 
- Pero, es que ... - el pingüino temeroso quizo decir algo pero el valiente lo calló de inmediato.
- Si vas a decir algo negativo, más bien guarda silencio. Tienes que aprender a saltar sobre tu propias sombras del miedo, sino nunca sabrás lo que es bucear. 
- ¡No me entiendes! - gritó el pingüino temeroso.
- ¡Oye! - le respondió el pingüino valiente - Yo no pienso negociar con tu miedo, pero sí pienso negociar con tu sentido de la razón.
- Te escucho - dijo el pingüino temeroso.  
- La diferencia entre tú y yo es que tú tienes miedo antes del peligro, y yo, más bien, después.
- ¿Quiere decir que tú también puedes sentir miedo? - le preguntó el pingüino temeroso.
- ¡Por supuesto! - le respondió el pingüino valiente, pero yo no me permito ver las cosas peor de lo que son. Yo pienso que el miedo habita en tu fantasía, más no en la realidad.
- ¡No, no lo creo! - argumentó el pingüino temeroso. Peligros hay en este mundo, en todas partes. Tú y yo estamos expuestos a ellos aunque no queramos.
El pingüino valiente, armándose de paciencia y con voz ya más tranquila, le dijo:
- Yo creo que tú no le tienes, en sí, temor a los peligros, sino, más bien, le temes a sufrir. Y si tú temes sufrir, ya sufres el temor.
- ¡No te entiendo! - gritó molesto el pingüino temeroso. 
- Si es así, entonces, no hay más que hablar - le dijo el pingüino valiente. Y cansado de este diálogo, decidió irse a bucear solo y dejó al pingüino temeroso en la orilla mirando como su amigo se alejaba.  


Bueno pues, yo, como elefante marino bastante hambriento, me alegré que el pingüino temeroso se quedara a la orilla viendo como su amigo se alejaba. Así que aprovechando que el pingüino temeroso estaba absorto en su miedos, yo me acerqué por detrás para comérmelo ya que se veía muy apetitoso, pero él espantado por mi presencia, se metió al mar sin pensarlo dos veces en busca de su amigo, el pingüino valiente. 

¡Vaya! al final el pingüino temeroso saltó sobre  sus propios miedos y dejándolos  tirados sobre la orilla de la playa, se zambulló no sólo rápidamente para ir en busca de su amigo, sino para aprender a bucear sin temor por el mar de la vida.


MARISOL


"A propo" pingüinos y elefantes marinos, esta escena me gusta mucho de la película "Happy Feet 2".

 

 
Imágenes sacadas de Bing
  

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