jueves, 30 de octubre de 2014

Un cena más que romántica



Érase una vez dos almas románticas que deseaban reencontrarse ... Si bien el destino las unió por un tiempo, por distintos motivos, las desunió. Ya no recuerdo por qué. No importa ya. Lo que yo sé es que estas dos almas, cada una por su lado, se volvió a enamorar, se casó, tuvo hijos, trabajó, viajó; ambos llegaron a ser abuelos, etc. Pero, aunque nunca me lo dijeran, yo sabía que había algo que les faltaba ... 

Pues bien, hace pocos días atrás se volvieron a encontrar, en algún punto, que tú no conoces, pero yo sí, del universo. Al verse estas dos almas se reconocieron de inmediato. El tiempo no había pasado. Se veían como los jóvenes adultos que fueron. Ellos dos eran los de antes, cuando ese antes estaba vestido de Primavera. 

Ahora un perfume de rosas no sólo los envolvía a ambos en sus recuerdos, en esos recuerdos que ahora los reconciliaba para curar sus corazones rotos, sino que los invitaban a tomar asiento ante una mesa hermosamente decorada para darles la oportunidad de hablar sobre sus vidas. Después de ponerse al día, un silencio se acercó sigilosamente a su mesa y los hizo callar a ellos dos. Ambos entendieron inmediatamente  que no tenían la necesidad ni de comer manjares exquisitos ni de beber vinos finos, pues la necesidad era otra ...

Dios al leerle los pensamientos les dijo:
- En este momento ya no tiene ninguna validez ir en busca del tiempo perdido o de quererlo recuperar. El tiempo dejó de ser tiempo. Ahora lo que cuenta es este instante que yo les concedo para que lo disfruten.
Sorprendidos de escuchar la voz de Dios y de no entender del todo su mensaje, ÉL volvió a hablar:
- Mientras ustedes, cada uno por su lado, a escondidas y en secreto en su vida terrenal tejían  el tiempo en sus recuerdos,  yo ahora les pido que destejan no sólo sus recuerdos, sino que ustedes dos disfruten de este instante eterno que yo les regalo de por vida.
Al escuchar estas palabras, ambos se dejaron no sólo envolver por la magia divina, sino que ahora al darse cuenta que sus corazones rotos ya no tenían más cicatrices, decidieron disfrutar de esta cena romántica. Tenían todo el tiempo del mundo servido sobre sus copas y había que beberlo sin prisa ... hasta la eternidad. 

MARISOL 



 

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