Conozco un flamenco que, cada vez que tiene algún problema, no se queja. Este flamenco ha hecho un pacto con la vida, porque la vida le ha enseñado que si se queja o predica a los cuatro vientos lo mal que se encuentra, no gana nada. Una cosa es contar el problema que nos aqueja sin aspavientos y otra es quejarse hasta el cansancio y no hacer nada por resolverlo, sino, más bien, esperar a que otro nos lo resuelva.
Bueno pues, este flamenco ve los problemas como retos y oportunidades porque así uno puede demostrar lo que sabe. No tiene la necesidad de solamente quejarse como otros muchos flamencos que sí lo hacen por cualquier tontería. Y es que la mayoría, que este flamenco conoce, gasta su tiempo y energías hablando sólo de sus problemas en lugar de afrontarlos.
¿Quién dijo que la vida es fácil? Los problemas hay que verlos como tareas por resolver aunque no tengamos la fórmula exacta y precisa. Lo importante, es enfrentarnos a los problemas poniendo todo de nuestra parte, porque los problemas en sí no son los problemas, sino el miedo que tenemos ante ellos.
Sin lugar a dudas, este flamenco es un optimista, por suerte, porque un pesimista siempre es parte de cualquier problema que se le presente siendo su propio obstáculo.
De este flamenco estoy aprendiendo que, si bien la vida es una cadena interminable de sucesivos problemas, no hay que claudicar ante ellos, hay que resolverlos de pie y con la cabeza erguida. Sólo ante la muerte uno claudica porque en la muerte ya no hay más problemas por resolver.
De este flamenco estoy aprendiendo que, si bien la vida es una cadena interminable de sucesivos problemas, no hay que claudicar ante ellos, hay que resolverlos de pie y con la cabeza erguida. Sólo ante la muerte uno claudica porque en la muerte ya no hay más problemas por resolver.
MARISOL
Imagen sacada de Google+
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