sábado, 30 de mayo de 2015

El zorro zalamero

 

Ezequiel Zambrano es un zagal zangón zanquilargo de tez morena, pelo color azabache y ojos zarcos como zafiros; no es ni zángan ni zonzo ni zamborotudo ni zahareño ni zaragate ni zanguango ni zamacuco ni tampoco un zoquete, pero sí un zorro zalamero un poco zafado, zumbón, bien zorzal, zarandillo, zorrastrón y zahorí.

Ezequiel Zambrano salió de Zaragoza a Madrid llevando unos vaqueros (los que zaparrastrea) una zamarra zurcida, una camisa de zarzahán, zarcillo en ambas orejas y zapatos color azafrán.
Si bien Ezequiel va contratado por su tío Zacarías Zamudio como mozo para que trabaje en su restaurante "La cazuela de Zulema", Ezequiel tiene un sueño que espero no zozobre. Él quiere cantar zarzuela en el "Teatro de la Zarzuela".

¿Qué le deparará el Zodíaco 2015? Equeuiel Zambrano sabe que su voz es su mejor tesoro. ¡Zambomba! ¡Zas!


MARiSOL


He jugado lo más que he podido con  la letra "Z"



VOCABULARIO
zafado: atrevido
zagal: muchacho un poco robusto
zahareño: intratable
zahorí: perspicaz
zalamero: persona que demuestra cariños afectados y empalogosos
zamacuco: persona tonta y bruta
zamarra: chaqueta
zambomba: interjección que denota sorpresa
zamborotudo: tosco
zángano: flojo
zangón: larguirucho
zanguango: bruto
zanquilargo: piernas largas
zaparrastrear: ir arrastrando
zaragate: persona despreciable
zarandillo: vivaz
zarco: azul
zarpar: partir
zarzahán: tela de seda con listas de colores
¡zas!: rapidez con que sucede algo
zoquete: persona ruda y tarda para entender
zorrastrón: pícaro, astuto y cauteloso
zorro: taimado y astuto
zorzal: astuto, sagaz
zozobrar: acongojarse
zumbón: burlón
zurcir: coser


 
Comparto acá un hermoso vídeo animado 


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viernes, 29 de mayo de 2015

Vía Crucis

 


Valeska Vesteindottir es una vislumbrante valquiria sueca que vino desde Vejbystrand hasta Valencia con su hijita vivaracha de ocho años, Veronika, al velatorio y entierro de Vicente Vargas, un vendedor de automóviles de alto vuelo de la empresa Volvo en Valencia.

Yo, Victoria Valdéz viuda de Vargas, estoy visiblemente sorprendida con esta visita inesperada. ¡Vaya! ¡Qué vergüenza! Mis hijos Vladimir y Valentina (de 27 y 24 años)  como volcanes vomitan lava. Sus voces vibran de indignación. Yo tengo la virtud de no ser una víbora venenosa. Tampoco soy una vieja de verborrea vulgar y menos vengativa. No pienso vilipendiar a la señora Vesteindottir. No sólo mi voz está velada, sino que siento que me va a dar un vahído, pero debo ser valiente y hacer valer mi papel de viuda ante la amante valkiria de Vicente.

Varios años atrás una vidente de Valladolid me dijo que Vícente tenía otro vástago más. Veo que tuvo razón. ¡Qué vaina! La verdad con sabor a vinagre y no a vainilla salió a la luz de mi vida de nueva viuda. Y ésta se está ventilando a voz en cuello en el velatorio de Vicente. La vanilocuencia está vigente entre los invitados. Esto es un vejamen para mí y mis hijos Vladimir y Valentina. Vicente, pero ¡qué viejo verde que fuiste!

Después del velorio y entierro me iré de viaje a Venezuela a visitar a mi amiga y ex - vecina, Violeta Verdaguer, mientras el alma de Víctor vagabundea entre Vejbystrand y Valencia. En breve haré mis valijas para tomarme unas largas vacaciones después de haberle visto la verdadera cara al vanidoso y voluptuoso de Vicente. Necesito un vaso de vodka. ¡Y yo cómo lo veneraba! ¡Qué verraco! Estoy envuelta en una vorágine voraz. Necesito un vaso de vodka y una valeriana para mis nervios.

********

Yo, Violeta Verdaguer, como amiga de toda la vida de Victoria te puedo decir que a ella le sienta su viudez. Está volviendo a usar vestidos variopintos y vaporosos. Mis vecinos venezolanos se voltean al verla pasear por la vereda de mi casa.

¡Viva Victoria! ¡Vive la vida!




MARiSOL


VOCABULARIO
vilipendiar: despreciar
vanilocuencia: verbosidad inútil e insubstancial
vejamen: humillación
verraco: cerdo padre


He jugado lo más que he podido con la letra "V"

Un vídeo para sonreir




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domingo, 24 de mayo de 2015

Emociones encendidas



Mientras emociones encendidas emergen como una energía enigmática sobre el escenario de la vida de Ernesto Echevarría, su espíritu exaltado se entrega efusivamente a escribirle una extensa carta  a Elena empujado por la enorme desesperación que le embarga en este momento. 

Elena:
Empecemos de nuevo. Estoy extraviado sin ti. Me enferma  y enloquece la idea que este amor entre los dos se esfume, se evapore, se extinga, se enfríe y se escurra como espuma entre mis manos encallecidas, por haberme encerrado para escribir como un ermitaño en lugar de elegir de estar más tiempo contigo. Es normal que estés enojada conmigo, mas no soy ni un engendro ni un esperpento o espantapájaros. En todo caso, egoísta, sí he sido. Quiero explicarte que al evaluar mis errores me embarga una enorme vergüenza. Es evidente que me equivoqué al esquivarte, mas me tienes embrujado, encadilado, encadenado a ti. No exagero al decirte que soy tu esclavo. No eres un entretenimiento, en ningún caso. Encontrémosnos pronto ... enseguida. Esta espera es desde ya una eternidad.

Estoy enamorado de ti y te extraño,
Ernesto

P.D: Estas flores de "Euroflor", elegidas por mí, espero te gusten.



¿Es cierto que el viejo verde de Ernesto está sólo  encaprichado con la estrambótica, exótica, espigada, escultural y endiablada belleza de esfinge de Elena? En fin, ella tiene que encontrarse con Ernesto para explicarle que no sólo la diferencia de edades es enorme entre ellos, sino que ella no está más enamorada de él, sino de Emilio, un estudiante de enfermería igual que ella.

Ernesto, después de encontrarse con Elena en la exquisita suite en el elegante hotel "Eduvigis", enfadado levantó el entrecejo cuando se enteró que Elena lo expulsaba de su vida. Encabronado como un energúmeno explotó haciéndole una estúpida y exagerada escena; estruendosamente rompió una estatua. Ernesto sintiéndose un estropajo y sin salir aún de su estupor hizo su equipaje y se marchó entristecido a España. 


El excelente libro "Emociones encendidas" será presentado en pocos días en ese país europeo por la editorial "Esopo" y será expuesto en las estanterías de librerías españolas. 

Yo, Edith Egúren, no voy a escatimar en gastos, pues me encargaré que Ernesto Echevarría se sienta enteramente equilibrado y que nadie estorbe a mi exitoso, extrovertido y extravagante escritor estrella, en las entrevistas. Evitar estrés es lo que quiero para él. Es mi deber porque soy su editora.


 MARiSOL

He tratado de jugar con la letra "E" lo más que he podido




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domingo, 17 de mayo de 2015

La soberbia de Rocío


  Rocío se cree mucho más importante que otras personas. Ella no sólo se siente muy por encima de los demás, sino que está acostumbrada a menospreciar a sus "adversarios" porque ella piensa que sus capacidades o que su valor no equiparan al suyo de ninguna manera.

La verdad que yo no puedo hacer nada para que Rocío cambie de actitud. Yo, más bien, me dedico a observar como ella alimenta su ego y su propia vanidad. En silencio veo como a ella no le gusta experimentar fracasos ni tampoco le gusta reconocer sus errores (sólo lo hace bajo presión). Sé que tampoco  a ella no le gusta recibir críticas ya que de lo contrario se defiende atacando verbalmente porque es una persona malhumorada, sobre todo, en su ambiente familiar. Más de una vez la he visto como actúa con enfado de manera exagerada ante una contrariedad, sobre todo, cuando pierde el control de cualquier situación en la que se encuentra metida.

En fin, quisiera contradecir a Rocío pero no puedo. Otros tendrán que hacerlo por mí, sobre todo, cuando ella  siente la necesidad enfermiza de recibir halagos de manera constante. Rabia no me da, sólo lástima porque su altivez, engreimiento, presunción y petulancia adornan su desmedida soberbia. Muchas veces me quedo sin habla cuando veo como Rocío necesita que las personas que la rodean le estén continuamente alabando y resaltando todo lo bueno que ella hace, las cualidades que tiene, etc, etc.

Bueno sería que Rocío se diera cuenta, de una vez por todas, que genera rechazo no sólo porque no es ni humilde ni sencilla ni modesta, sino porque la mayor parte del tiempo ella lo ocupa no sólo hablando de sí misma y de sus éxitos profesionales (hasta de sus aficiones), sino cuando se molesta o sufre por el éxito de otras personas, sobre todo, cercanas a ella. 

De más está decir que Rocío disfruta mucho de los fracasos de sus "adversarios".  Por suerte yo no soy su adversario. Te preguntarás por qué. Pues, porque yo soy su espejo ... aquél que refleja no sólo la imagen, sino también las palabras de Rocío. Algún día terminaré rompiéndome en mil pedazos por no aguantar tanta soberbia.



MARiSOL





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jueves, 14 de mayo de 2015

No es lo mismo


 

No es lo mismo ser pesimista que optimista. No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo. No es lo mismo que otros rían conmigo a que otros se rían  de mí. No es lo mismo ser que no ser. No es lo mismo lo que piensen de mí a lo que yo piense de mí mismo. No es lo mismo encontrarme a mí mismo que crearme a mí mismo. No es lo mismo querer ser amo de todo que ser dueño de mí mismo. No es lo mismo buscar un biógrafo a que yo mismo escriba la historia de mi vida. No es lo mismo querer cambiar el mundo a cambiarme primero a mí mismo. No es lo mismo tener dominio absoluto de mí mismo que ser esclavo de mí mismo. No es lo mismo poseer que no poseerme a mí mismo.

Enrique a sus sesenta años se replantea su vida. Se ha dado cuenta que desea cambiar en muchos aspectos. Criticarlo no quiero. Él bien sabe cuáles son sus defectos. Tan malo no es ni yo tampoco ya que sus defectos como los míos van de la mano de nuestras virtudes. Pero, ¿qué pasaría si los separáramos? Pues, dejaríamos de existir. La idea no me entristece (ni a Enrique tampoco) porque cuando nuestros corazones ya no latan más, dejaremos de combatirnos a nosotros mismos. Si bien combatirse a sí mismo es una guerra difícil, quizás la más difícil de todas; el poderse vencer a sí mismo hace nuestra victoria, simplemente, bella. ¡Ay! aunque en nuestro último suspiro "todo nos dé lo mismo" porque ya "nada es lo mismo", nosotros sabemos que ambos términos no significan lo mismo. Sí, pues, no es lo mismo.


MARiSOL




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martes, 12 de mayo de 2015

La rutina

La rutina se presenta como un subalgoritmo dentro del algoritmo principal que nos permite la resolución de una tarea específica. Suena difícil, ¿verdad? En realidad, es muy sencillo porque significa que la rutina es una secuencia invariable de instrucciones que forma parte de un programa. ¡Ojo! pero, ¿qué clase de programa? Esto ya depende de ti. En todo caso, todos nos despertamos con la rutina bajo la almohada. Esa costumbre o hábito que se adquiere al repetir una misma tarea sea una vez o muchas veces en el transcurso del día a día. La rutina se desarrolla de manera casi automática sin tener que usar nuestro razonamiento ... ese razonamiento que se puede volver en contra nuestro al desprestigiar a la rutina y querer hacer de ella algo feo ... hasta insoportable. 

- ¿Por qué hay gente que me odia? - me preguntó la rutina con ojos tristes.
- En algún momento he llegado a odiarte también porque asocié lo rutinario con lo tedioso y aburrido - le respondí bajando la mirada y luego le dije - En realidad, debo estar agradecida contigo  ya que tú me otorgas seguridad y tranquilidad. No importa que mi vida cotidiana esté formada de pequeñas rutinas que tú me das a realizar; lo importante es que depende de la actitud que uno tenga contigo, ¿verdad?
La rutina me sonrió ampliamente y me contestó:
- Así es. Tu actitud ante mí es lo que hace que tu día a día se desarrolle de manera armoniosa, estupenda o dulcemente rutinaria. No importa qué es lo que tú hagas y repitas día a día, sino las ganas que le pongas. No te dejes  manipular por la gente que aduce que la rutina crea depresión, estrés y suicidios. No voy a negar que hay gente que no me mira con buenos ojos, pero no depende de mí, sino de ellos mismos. ¿Sabes lo que te quiero decir?
Ahora quien sonreía era yo. Mi respuesta fué:
- Es cierto que la rutina se puede volver insoportable, pero sólo cuando uno da vueltas sobre uno mismo o cuando uno va girando a gran velocidad haciendo nuestras actividades sin un objetivo claro. Mas si uno actúa sólo de esta manera, a la larga, crea angustia porque no nos da tiempo para reflexionar que la rutina, esa habilidad aprendida por la práctica, hay que quererla como a un tesoro. Pero no como a un tesoro que uno sabe dónde encontrar, sino que uno tiene que trabajar en su rutina para poderlo sacar a la luz de nuestro día a día, porque el mayor tesoro que tenemos es la vida misma ... la que realizamos.
La rutina me aplaudió complacida. Y yo, después de despedirme de ella, volví a mi rutina ... la de seguir escribiendo mis poemas y cuentos sin perder mi sonrisa del día a día mientras ella (la rutina) toma apuntes sobre la historia de mi vida cotidiana.

MARiSOL




¡Qué bonita rutina! 






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domingo, 10 de mayo de 2015

La flor de la felicidad

 

Érase una vez un colibrí de color gris, también conocido como picaflor, zumbador, pájaro mosca o ermitaño, que si bien se alimentaba no sólo de pequeños insectos, también se alimentaba del néctar de las flores, sobre todo, de aquellas con corola de forma tubular. Pero él no era feliz, del todo, porque siempre se comparaba con otros colibríes sea porque los otros tenían un plumaje más colorido,  porque podían moverse con mayor rapidez que él o cuando esos otros colibríes contribuían, cuando iban de flor en flor, a polinizarlas mucho más que él. 

Un día el colibrí conoció a la Flor de la Felicidad. Y mientras se alimentaba de su néctar él le preguntó por el significado de la felicidad. La flor se lo quedó mirando perpleja. A ella habían llegado muchos colibríes (existen más de 300 especies distribuidas en todo el continente americano), pero ninguno le había hecho esta pregunta ni ninguna otra. Lo único que habían querido los otros colibríes eran sólo libar de su néctar. Pero viendo que aquel ave quería no sólo su néctar, sino una respuesta, ella se vió en la obligación de darle una, pero ¿cuál? 
Al ver la Flor de la Felicidad que el colibrí estaba esperando escuchar sus sabias palabras, ella le dijo:
- Tú no eres feliz porque no sólo tú te comparas con otros colibríes, sino porque no te aprecias a ti mismo. No valoras lo bueno que tienes en ti.
- Pero, ¿qué de bueno tengo yo? - le dijo en voz alta el colibrí. ¡Soy sólo un colibrí gris! No soy nada especial ya que no soy mejor que otros colibríes.


Flor de la felicidad

La Flor de la Felicidad le hizo saber que ella no solamente estaba complacida de conversar con él, porque ningún otro colibrí, aunque fuera más multicolor que él, se había dignado hablar con ella; sólo querían su néctar.
- Pero, ¿por qué no puedo ser feliz? - le preguntó el colibrí un poco triste mientras agitaba sus alas a mayor velocidad. Estaba agitado porque todavía no recibía la respuesta que necesitaba escuchar para calmar su desazón.
La Flor de la Felicidad entendiendo lo que sentía y pensaba el colibrí, le dijo finalmente:
- Para que tu espíritu viva más tranquilo tienes que darte cuenta que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. ¿Entiendes?
De pronto el colibrí comprendió. Ella tenía razón. No era más importante competir con los otros colibríes porque no tenía ningún sentido  tener mejor plumaje multicolor, ni era más importante tener que ser más veloz ni tener que libar más néctar o tener que polinizar más que otros. Mientras menos necesitara en competir y compararse con los demás, nuestro amigo, el colibrí gris, sería más feliz. Yo también.


MARiSOL







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miércoles, 6 de mayo de 2015

El amante de Magalenha


Magalenha tiene un amante ... Este amante no sólo le saca a ella muchas sonrisas, sino también la hace llorar  de pena o de rabia como también la hace reir de inmensa felicidad. También la reta y la provoca, pero nunca la deja de lado. Él le ha entregado la llave de su corazón desde que se conocieron. Sí, pues, Magalenha, desde hace muchos años, sabe lo que tiene en este gran amante. Además, él está allí para hacerle ver a ella que tiene que mantenerse fuerte e inquebrantable aunque, por momentos, la debilidad haga presa de ella, sobre todo, cuando la gente habla a sus espaldas o la critica de manera hiriente y no de manera constructiva. Sin embargo, Magalenha no es una mujer que viva pendiente de lo que otros puedan pensar de ella ... ni siquiera de su propio esposo. Todo lo contrario. Si bien ella ha aprendido no sólo a no temer a que otros tengan una opinión distinta a la de ella sobre su amante, también ha aprendido a mantener bien de lejos a toda persona que se exprese mal de él. Si bien su querido amante no es perfecto, a Magalenha no le gusta las personas que se quejan de él, sin motivo aparente, o cuando a él le echan culpa de todo por distintas razones cuando a ella la ven triste.   

Magalenha es inmensamente feliz de saber que tiene a este amante. ¿Te escandaliza que así sea? Que yo sepa ella no se puede imaginar tener a otro o a cualquiera que se le parezca porque con el tiempo ella ha aprendido a entenderlo, a amarlo incondicionalmente y también a respetarlo. Él es único e inigualable. Yo sé que también él está locamente enamorado de Magalenha. Él sabe lo que tiene en ella y, por este motivo, la apoya en todo lo que puede, aunque, muchas veces, no sea siempre fácil para ambos. 

Algo de bueno debe tener el amante de Magalenha, ¿verdad? Pero, ¿quién es? te preguntarás. ¿Es, acaso, un amante al estilo de "Pretty woman"? ¿Un hombre millonario y, para mayor suerte, guapísimo y simpático de trato? No. Nada más lejos de esta comedia romántica que nos sigue vendiendo Hollywood desde hace 25 años. Entonces, ¿quién es el amante de Magalenha? Acaso, ¿una mujer? ¿Te escandaliza que formule esta pregunta? 

Pues bien, en español podría pasar el amante de Magalenha por una mujer porque su nombre es femenino. En realidad, soy de la opinión que el sexo del amante de mi amiga no es importante. Mas, lo que sí me parece importante de mencionar es que el amante de Magalenha es, nada más ni nada menos  que ... ¡la Vida!



MARiSOL



Acá dejo esta simpática canción brasilera
de Sergio Mendes  en voz de Claudia Leitte





Imagen sacada de Google+

martes, 5 de mayo de 2015

La culpa

 

Óscar sabía que algún día tendría que regresar a su pueblo. Identificarlo geográficamente no tiene importancia, lo que más importa es identificar la culpa que él lleva, desde hace años, en el fondo de su alma. No hay día que no haya momento donde él no se acuerde de lo que sucedió, hace tantos años atrás, cuando era un jovencito irresponsable que pensaba que se podía comer al mundo de un solo bocado.

¡Cómo no olvidar lo sucedido! Una tarde de domingo, cuando Óscar tenía 15 años, se robó el auto descapotable de su padre mientras él se encontraba haciendo una siesta y su madre visitaba a una amiga. Pues bien, Óscar agarró las llaves del auto de su padre, dejadas en la mesa del vestíbulo, para dar una vuelta a las afueras del pueblo; quería impresionar a Helena, una vecina suya de la misma edad que él, que era tan rebelde como él. Helena, feliz, se subió al auto sin saber que sería la última vez que haría fechorías - de este tipo - con su querido amigo de barrio.

No la hago larga ... A los pocos kilómetros de haber dejado su pueblo, Óscar se vió envuelto en un accidente automovilístico. Helena murió allí mismo, en el lugar del accidente y el señor, causante del accidente, murió también cuando iba en una ambulancia rumbo al hospital. Según los médicos forenses este señor, quien vivía en un pueblo cercano, había sufrido un ataque cardíaco y como no pudo frenar a tiempo se incrustó violentamente contra la puerta del copiloto. Óscar sólo tuvo un par de heridas sangrantes en la cara, una nariz rota y un brazo roto. Si bien él se recuperó de las operaciones que le hicieron, no pudo recuperarse de la herida profunda que dejaría este accidente en el fondo de su alma. O acaso, ¿sí lo logrará?

Bien, hace pocos días, Óscar regresó a su pueblo, para el entierro de su padre. A él no lo veía desde hacía años. Su padre nunca le perdonó que hubiera no sólo robado su adorado auto, sino que hubiera quedado completamente destrozado. Y su esposa, madre de Óscar, nunca le perdonó que no mostrara amor y preocupación por su propio hijo, víctima de un craso error y de la tremenda culpa que cargaba. Terminaron divorciándose poco tiempo después de este accidente. Graciela dejó la casa y se llevó a su hijo, Óscar, a vivir al extranjero. Se lo llevó lejos, del barrio y del pueblo, a otra parte del mundo donde nadie los conociera. Felizmente una buena amiga suya no sólo les dió alojamiento los primeros cuatro meses, sino que la ayudó a ella a conseguir trabajo para que así sacara adelante a Óscar.  Lo consiguió.  Él terminó el colegio, luego entró a la universidad y estudió Abogacía, se casó con una fotógrafa, tuvo dos hijos y, desde hace poco tiempo, es abuelo. Su madre, Graciela, ya anciana, vive cerca. Ella no quiso venir al entierro de Jaime, su ex-esposo. Óscar lo hizo, más que todo, movido por un sentimiento de culpa...

Después del entierro de su padre, Óscar se acercó a la tumba, ubicada en el mismo cementerio, de Helena para pedirle nuevamente perdón.  Y mientras él se encontraba parado frente a la tumba de su amiga de barrio, un pajarito cantó todo el tiempo que estuvo allí parado en silencio. ¿Sería Helena la que le hablaba? Todo parece que así fue, porque este pajarito, de color amarillo con blanco y negro, tenía los mismos colores que Helena llevaba puestos el día del accidente.

Si bien Óscar, hasta el día de hoy, no olvida ese horrible accidente, ahora él no sólo ha dejado los ansiolíticos de lado, sino que ya puede dormir mejor, y después de tantos años, se ha atrevido a manejar auto porque quiere pensar que Helena le cantó, desde el fondo de su corazón, para pedirle que él no siga cargando más con esa culpa ... 


MARiSOL














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domingo, 3 de mayo de 2015

Jugando al trompo

 
¿Quién no ha jugado con el objeto que gira sobre su punta llamado trompo?  Mágico resulta el efecto giroscópico que permite que éste se mantenga sobre su punta haciendo equilibrio... como ese equilibrio que uno hace siempre sobre la vida para mantener cuerpo y espíritu en armonía. Pero ¡ay! si dejamos el equilibrio  de lado para concentrarnos en la velocidad ... sí, pues, en esa velocidad que nos puede llegar a aturdir o marear cuando sentimos que la vida pasa rápido. Y esto es lo que le pasa a Juan, un amigo de la infancia ... ahora con sesenta años se pregunta, igual que yo, en dónde quedaron girando el resto de nuestros días de vida. En el pasado, ¿verdad?

Bien, Juan no sabe cuándo fue la última vez que jugó al trompo ni yo tampoco. Hace más de treinta años ... cuando nuestro mundo consistía en quién era el mejor jugador de trompo en la escuela y en nuestro barrio. Él siempre destacó en dominar este juguete de madera como ninguno. En esa época los trompos eran de madera para que soportaran mejor los golpes. Hoy en día los hay también de materiales sintéticos como plásticos, fibra de carbono, neopreno, etc. 

Pero no quiero irme por la tangente ... Hoy día Juan siente - igual que yo - que la vida puede ser tan dura como un trompo. Entrar en detalles no quiero. Ni Juan quiere que yo hable de sus problemas ni yo quiero hablar de los míos. Lo único que te puedo hacer saber es que Juan gira, en círculos viciosos, últimamente, sobre sus dudas, errores y desilusiones. No es la primera vez. Yo trato de levantarle el ánimo, pero no siempre me resulta. Sin embargo, así como él ha caído, ha sabido, por suerte, ponerse de pie para girar, esta vez, cual trompo, alrededor de sus alegrías, que yo he tenido el gusto de compartirlas con él y su familia. Él, a su vez, también me ha ayudado a girar cual trompo alegre por la vida. Para eso están los amigos, ¿no es cierto?

Sin embargo, aunque nos llene de tristeza, algún día Juan, tú y yo nos quedaremos quietos mientras localizamos, por última vez, nuestro centro de gravedad (ese centro que se encuentra ubicado en un lugar invisible que sólo nosotros mismos podremos ver), para tomar conciencia que ni el equilibrio ni la velocidad ni la dureza del trompo nos servirá de nada cuando dejemos de girar para siempre alrededor de la vida.


MARiSOL
 
 


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sábado, 2 de mayo de 2015

La llave oxidada

 

¿Qué más se le puede pedir a la vida cuando se ha llegado a la cima más alta del éxito? Si bien Ernesto tiene, entre sus manos, la llave del éxito (él sabe que para conseguir éste no hay que ni temerle al fracaso ni dejar de tomar con prontitud decisiones de riesgo), él, hasta el día de hoy, no ha encontrado la llave que le ayude a abrir la puerta hacia la felicidad. 

Si bien Ernesto es millonario, él sabe muy bien que la felicidad no la puede comprar. Algo que él ha aprendido, a través del tiempo, es que se pueden comprar inmuebles, hacer negocios lucrativos de todo tipo (sean legales o ilegales), coleccionar autos y relojes, tener casas y departamentos en distintos países, viajar mucho sea por trabajo o por placer, conocer casi todo el mundo, pero la felicidad quedará siempre inalcanzable a su bolsillo, si no cuenta con lo más elemental ... 

¿No será que Ernesto espera una felicidad demasiado grande? ¿Será que Ernesto es demasiado codicioso? No, ni lo uno ni lo otro. Demás está hacerle saber a Ernesto que quien cambia felicidad por dinero, no podrá nunca cambiar dinero por felicidad. Si bien es muy bueno tener dinero y poder comprar cosas con dinero, también es muy bueno tener las cosas que Don Dinero no puede comprar.

Bien, sobre la vida privada de Ernesto sé poco. Lo único que sé es que él está divorciado y tiene tres hijos de dos mujeres. Amantes, muchas ha tenido y sigue teniendo. La mayoría de ellas lo ha admirado y sigue admirando por su dinero. ¿Y si Ernesto fuera pobre, la mayoría se fijaría en él? Él sabe bien que la respuesta sería negativa. 

Pues bien, hoy día la felicidad se subió a su avión privado. Si bien ella viajó de incógnito para la tripulación, Ernesto la podía ver. Ella, quien viajaba a su lado, le preguntó:
- ¿No será que tú te estás perdiendo de las pequeñas alegrías? 
Ernesto sabe que aquí no radica el problema. Él sabe que hay algo indispensable que necesita para ser feliz del todo y es que a él le gustaría no sólo poder dormir mejor, sino que le gustaría no tomar más antidepresivos y le gustaría también bajar de peso.Tiene mucha barriga.

La felicidad lo miró con ojos benevolentes. Y es que Ernesto se ha convertido tanto en esclavo de su trabajo que, por este motivo, ha descuidado mucho su salud. Él se engañó pensando que a punta de mucho café y pastillas estimulantes podía seguir trabajando .... se equivocó. Sin salud no hay felicidad por más dinero que uno tenga. Aunque parezca mentira la felicidad radica no en lo mucho que uno posea, sino en la salud no sólo física, sino también espiritual que uno tenga.

Si bien la felicidad no tiene intenciones ni de retar ni de criticar a Ernesto, sí le preguntó, más bien, si el problema de él radica en su adicción al trabajo. Ernesto reconoció que tiene un problema de salud y es debido a la soledad que él siente. Además, el tener mucho dinero lo ha vuelto desconfiado. Amigos, tiene muy pocos. Por este motivo, él trabaja mucho para olvidarse de la otra cara de la medalla de la vida.

La felicidad, antes de quedarse dormida dentro del pecho de Ernesto, le entregó una caja pequeña.  Al abrirla, él encontró una llave oxidada y una nota que decía: "Si no te amas de manera sana no podrás abrir la puerta de la felicidad. No permitas que este mensaje se oxide, dentro de ti, como esta llave. Yo creo en ti."

Ernesto reconoció que si tomaba en serio este mensaje (estaba todavía a tiempo de no pagar un precio demasiado alto por su salud), éste sería su mejor éxito.


MARiSOL



Aquí dejo esta simpática canción que no tiene nada que ver con mi cuento, pero que habla sobre una llave ...

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viernes, 1 de mayo de 2015

Los golpes del cincel

 

Este cuento trata de un escultor que se negaba a creer en Dios. Él siempre se jactó de ser "ateo"; desafiaba a sus amigos y a todo aquel que le hablara de religión. Se empeñaba siempre en sonar creíble al negar la existencia de Dios.

Un día en que el escultor iba a ponerse a trabajar, su cincel le habló:
- Tú no sólo trabajas para vender tus esculturas, por cierto, maravillosas, sino que vas a la búsqueda de Dios aunque no quieras en cada una de éstas.
El escultor se quedó atónito al ver que su cincel le hablaba desde el fondo de su corazón. 
El cincel siguió hablando:
- ¿No te has puesto  a pensar que negar a Dios es negarse a sí mismo?
- No lo creo - contestó el escultor. Su voz vibraba no sólo de enojo, sino de estupor. ¡Cómo era posible que su pincel le hablara de esta manera!
- Te mientes a ti mismo - le dijo el cincel muy tranquilo y luego continuó hablando - A Dios no puedes ni cosificarlo ni materializarlo; Dios vive en ti. No puedes ni fabricarlo ni sustituirlo tampoco. Dios no es ni una referencia moral ni un compromiso social; Dios es espíritu; ése que tapa tus carencias, tus huecos, tus vacíos. Ése que está allí en silencio dentro de ti con el espejo en mano para que tú te veas en él para que tú te preguntes: ¿Quién soy? mientras esculpes tus obras.
El escultor tenía la boca seca y los oídos atentos.
El cincel siguió esculpiendo las palabras que el escultor necesitaba escuchar. Y yo también.
- Dios no es una escultura; es el espíritu que te habita el que te ayuda a crearla. ¿Entiendes?  
El escultor saliendo de su mutismo le preguntó:
- ¿Crees que Dios es una realidad necesaria?
Esta vez el cincel calló. Dejó de hablar. El escultor pensando que no le había entendido volvió a hacerle la misma pregunta. Luego, el escultor alzó su voz. Pero el cincel seguía mudo a propósito.
El escultor al no obtener respuesta alguna, agarró el cincel y lo arrojó al piso mientras se decía así mismo: "¡Dios no existe ya que no lo puedo ver ni tocar! Él es un invento de la humanidad para justificar nuestros miedos y para entender la creación del Universo y de nuestro sistema solar. Si Dios realmente existiera no nos haría sufrir, no permitiría que el mundo esté como esté. ¡Aj!" Y después de decir estas palabras, salió dando un portazo de su atelier. Todo el día se la pasó él farfullando, maldiciendo sin saber por qué mientras sentía como un vacío profundo se le abría ante sus pies. Como no podía esculpir, salió a caminar a un bosque cercano con su perro pastor alemán "Mustafá". Al regresar, encontró en su contestador automático una voz que decía:
- Aquí habla la señora García viuda de Dickinson. Necesito que usted me esculpa una estatua grande para colocarla en mi jardín. Me gustaría que la estatua me una no sólo espiritualmente a mi difunto esposo, sino también a mi hijo, fallecido hace pocas semanas. Bueno, llámeme para explicarle qué es lo que yo realmente deseo. Espero su pronta respuesta. ¡Adiós!
El escultor se quedó estremecido. Y es que la voz de esta señora sonaba igual que a la de su difunta esposa, fallecida, hacía más de dos años. Después de recuperarse de esta impresión, llamó por teléfono a esta señora y luego se puso manos a la obra. La estatua sería una mano en dirección al cielo. Esa mano, de manera indirecta, no sólo le mostraría a él el camino a seguir, sino que en la felicidad y paz de esta señora, él empezaría a buscar la suya propia. No sólo le haría un bien a ella, sino a él también. Esa mano no sólo representaba el querer tocar el cielo, sino que esta nueva escultura sería la que acercaría al escultor a ese lugar donde se le atribuye la existencia de Dios. 

Y cuando el escultor agarró su cincel para empezar con su nueva obra, la pregunta que le había hecho él (el escultor) a su cincel, antes de arrojarlo al suelo, fué contestada. La respuesta se dejó escuchar de manera afirmativa dentro de él. 

MARiSOL


Fernando Botero (1932) no sólo es un famoso escultor  
colombiano, sino también es pintor y dibujante





Escultura de Fernando Botero