domingo, 10 de mayo de 2015

La flor de la felicidad

 

Érase una vez un colibrí de color gris, también conocido como picaflor, zumbador, pájaro mosca o ermitaño, que si bien se alimentaba no sólo de pequeños insectos, también se alimentaba del néctar de las flores, sobre todo, de aquellas con corola de forma tubular. Pero él no era feliz, del todo, porque siempre se comparaba con otros colibríes sea porque los otros tenían un plumaje más colorido,  porque podían moverse con mayor rapidez que él o cuando esos otros colibríes contribuían, cuando iban de flor en flor, a polinizarlas mucho más que él. 

Un día el colibrí conoció a la Flor de la Felicidad. Y mientras se alimentaba de su néctar él le preguntó por el significado de la felicidad. La flor se lo quedó mirando perpleja. A ella habían llegado muchos colibríes (existen más de 300 especies distribuidas en todo el continente americano), pero ninguno le había hecho esta pregunta ni ninguna otra. Lo único que habían querido los otros colibríes eran sólo libar de su néctar. Pero viendo que aquel ave quería no sólo su néctar, sino una respuesta, ella se vió en la obligación de darle una, pero ¿cuál? 
Al ver la Flor de la Felicidad que el colibrí estaba esperando escuchar sus sabias palabras, ella le dijo:
- Tú no eres feliz porque no sólo tú te comparas con otros colibríes, sino porque no te aprecias a ti mismo. No valoras lo bueno que tienes en ti.
- Pero, ¿qué de bueno tengo yo? - le dijo en voz alta el colibrí. ¡Soy sólo un colibrí gris! No soy nada especial ya que no soy mejor que otros colibríes.


Flor de la felicidad

La Flor de la Felicidad le hizo saber que ella no solamente estaba complacida de conversar con él, porque ningún otro colibrí, aunque fuera más multicolor que él, se había dignado hablar con ella; sólo querían su néctar.
- Pero, ¿por qué no puedo ser feliz? - le preguntó el colibrí un poco triste mientras agitaba sus alas a mayor velocidad. Estaba agitado porque todavía no recibía la respuesta que necesitaba escuchar para calmar su desazón.
La Flor de la Felicidad entendiendo lo que sentía y pensaba el colibrí, le dijo finalmente:
- Para que tu espíritu viva más tranquilo tienes que darte cuenta que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. ¿Entiendes?
De pronto el colibrí comprendió. Ella tenía razón. No era más importante competir con los otros colibríes porque no tenía ningún sentido  tener mejor plumaje multicolor, ni era más importante tener que ser más veloz ni tener que libar más néctar o tener que polinizar más que otros. Mientras menos necesitara en competir y compararse con los demás, nuestro amigo, el colibrí gris, sería más feliz. Yo también.


MARiSOL







Imágenes sacadas de Bing

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