Érase una vez una niña llamada Paola que recibió una cometa de regalo poco después que su hermanita menor muriera de leucemia. En cuanto Paola tuvo la cometa entre sus manos le pidió a sus padres de ir al parque más cercano para hacerla volar ya que corría un poco de viento. Paola, en cuanto se puso a correr y hacer volar su cometa, sonrió. Sus padres hicieron lo mismo al verla a ella tan contenta y luego se quedaron perplejos al escuchar como su hija les decía gritando:
- Mi cometa me pide volar más alto para poder hablar con Lucía.
Sus padres al escuchar estas palabras le dijeron que soltara con cuidado más hilo del carrete para que éste no se enredara al ganar más altura.
Es así cuando la cometa se encontraba bien alto, que parecía tocar las nubes, Paola gritó:
- ¡La cometa ya está hablando con Lucía! Seguramente que tiene un mensaje para nosotros. Después de un rato, al ella bajar su cometa lentamente con ayuda de su padre y al encontrarse ya casi a la altura de sus cabezas, su madre le preguntó a Paola sobre el contenido del mensaje. Cuando Paola le dijo no sólo a su madre, sino también a su padre que su hermanita se encontraba bien contenta en el cielo, ellos la abrazaron cuando la cometa yacía ya en el suelo esperando a ser transportada al auto.
Pues bien, hay momentos, donde la mentira no es siempre mala, sobre todo, cuando una afirmación falsa contiene una intención benevolente. Y yo que soy la cometa sé que Paola les mintió a sus padres porque quería aliviarles, de alguna manera, su inmenso dolor. Ese dolor que es la dignidad personificada ante la desgracia ocurrida porque, al fin y al cabo, es el alimento esencial del amor. Y de paso, Lucía, sin querer o a propósito, a pesar de su corta edad, quería hacerles ver a sus padres que la alegría y el dolor coexisten porque quien sabe lo que el dolor significa ya todo lo sabe hasta el más pobre de espíritu, quizás porque Dios (ese enigma que muchos no quieren nombrar por escepticismo) ha colocado el placer tan cerca del dolor que lloramos de alegría mientras dejamos volar a nuestra propia cometa... aquella que nos eleva más alto hasta en contra del viento y no a su favor porque la vida es un constante reto. Quizás porque no somos nosotros capaces de cambiar la situación en sí, pero sí somos capaces de enfrentarnos al hecho de querer cambiarnos a nosotros mismos ... con el deseo de tocar, aún con lágrimas en los ojos, el mismo cielo como la cometa de Paola.
MARiSOL
Imagen sacada de Bing
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