Cuenta la leyenda que cada vez que hay luna llena un par de novios sale a bailar al compás de la música que las estrellas tocan mientras la luna canta canciones románticas de amor. Mas sólo aquellos que sufren o han sufrido por un amor perdido los puede ver.
Anita los acaba de ver, mas no la veo muy triste que digamos. Cuando le pregunto el motivo que ella tiene para que la tristeza no la atrape, ella me responde que ya, hace tiempo, dejó de sufrir. Si bien el sufrimiento merece respeto, el someterse a éste no es nada bueno; puede resultar hasta despreciable, ¿no crees?
Bien, Anita me ha hecho ver que ella ya aprendió la lección y es la de no quejarse porque el sufrimiento, tarde o temprano, termina por desaparecer no sólo en la oscuridad del tiempo, sino en nuestra propia oscuridad. Anita ha aprendido, con el tiempo, que si bien el dolor es invevitable, el sufrimiento es opcional. Y ella ya no quiere seguir sufriendo por Ernesto. Si bien él la dejó por otra, Anita les desea todo lo mejor. ¿Será que ella misma se quiere convencer que con él nunca hubiera sido feliz del todo?
Pero yo te pregunto mientras contemplo la luna llena: ¿es posible uno amar sin ser feliz? ¿Puede uno ser feliz sin amar? ¿O es realmente cierto que amar y ser feliz es algo no sólo fantástico, sino prodigioso?
Los novios miran largamente a Anita. Ellos saben que el verdadero amor, es como los espíritus (como ellos), porque aunque todos hablen de éste, el verdadero amor no siempre tiene que ver con aquellas personas que tienen o han tenido el corazón partido. Es más que eso .... Por este motivo, Anita ya no sufre aunque, por momentos, extrañe a Ernesto. A ella le consuela saber que, algún día ella, no sólo conocerá al verdadero amor, sino que bailará con él, cual novios, a la luz de la luna llena hasta que la muerte los separe.
MARiSOL
Imagen sacada de Google+
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