Una bendita tranquilidad tomó asiento, hace un rato atrás, al lado de Nereida para hacerle saber que llegó la hora de asegurar su paz interior y exterior. Y mientras la sabiduría de la bendita tranquilidad le va hablando suavemente a Nereida, yo tiemblo. A esa clase de tranquilidad no la quiero a mi lado. Por el momento no.
Y mientras la bendita tranquilidad me mira en silencio, yo pienso que el cuerpo de Nereida no es más que una apariencia porque en éste esconde su propia realidad ... esa realidad que es, al fin y al cabo, su alma o acaso, ¿también la mía? Nereida me mira fijamente. Somos dos en una porque ella es mi "alter ego".
- ¿Y qué hay de mi alma? ¿Está tranquila o intranquila? - le pregunto a Nereida.
- Quizás debas tú llenarla con un poco de eternidad porque la eternidad es tranquila - me responde Nereida con voz serena.
- ¡No! - sale un grito de mi garganta. No, no, no.
Nereida sabe que mis preguntas tienen respuestas que sólo la eternidad me las podrá responder llegado su momento. Ahora es muy pronto, pienso yo. Cuando la eternidad venga a tocar la puerta de mi alma, podré entenderla del todo. Allí donde la bendita tranquilidad espera por tí, por mí, por todos.
- ¡Por ahora la quiero tener de lejos! - le digo a Nereida con voz firme. Ella mientras me sonríe, sabe a lo que yo me refiero.
Si bien tanto Nereida como yo buscamos nuestra felicidad en la de los demás, no pretendemos que ésta sea demasiado grande porque de lo contrario no podríamos sentirnos, del todo, tranquilas.
Al darse cuenta la bendita tranquilidad que aún no es el momento para llevarnos a su mundo, nos deja en nuestra realidad, a mi "alter ego" y a mí tranquilas para que ambas podamos desenredar nuestros propios nudos mientras reflexionamos sobre nuestras vidas, sobre la vida misma, y sobre este mundo que de tranquilo no tiene nada. Y aunque esta idea no me guste, procuro mantenerme tranquila mientras de lejos veo como me guiña un ojo (a Nereida también) la bendita tranquilidad.
MARiSOL
Imagen sacada de Bing
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