Érase una vez una mariquita que se cansó de ser la mensajera de la buena suerte. Sus motivos tenía ya que casi todo el mundo le pedía y pedía, pero no le daban nada a cambio. Por este motivo esta mariquita estaba viendo la posibilidad de cambiar de mundo porque en el cual ella se encontraba le había dejado de gustar. Mucho egoísmo encontraba por todas partes y esto la tenía más que fastidiada. Se negaba a ser la portadora de la buena suerte. Así de simple. La mariquita se había puesto en huelga de buenas a primeras. Y yo era testigo de su decisión.
Para tu conocimiento, querido lector, te cuento que en Suecia, p.e. la mariquita trae buena suerte con la búsqueda del verdadero amor. En el Asia la consideran mágica. En Bélgica se cree que si una mariquita se posa sobre la mano de una joven, ella se casará dentro de poco tiempo. En Francia se consideraba, hace ya cientos de años atrás, a las mariquitas como insectos de muy buena suerte, sobre todo, con respecto a enfermedades. Si una mariquita aterrizaba cerca de uno, entonces, cualquier enfermedad se la llevaba ella como por arte de magia.
También se les conocía a las mariquitas en la Edad Media como los "escarabajos de Nuestra Señora" ya que las alas rojas representaban el manto de la Virgen y los puntos negros eran un símbolo de sus alegrías y sus penas.
En fin, podría contarte más leyendas, pero quiero centrarme en nuestra mariquita. es así como después de acercarme a donde ella se encontraba (por cierto, nuestra amiga se encuentra en mi jardín sobre una margarita con un mini telescopio), le pregunté:
- ¿Qué es lo que estás buscando desde hace tiempo?
- Un mundo donde la suerte no juegue ningún papel importante - me contestó con voz tranquila la mariquita.
- ¿Y por qué no te quieres quedar en este mundo? - le pregunté.
- Pues, porque yo no puedo vivir sólo haciendo huelga. Quiero vivir sin presiones, sin exigencias. Seguramente más de una mariquita querrá unirse a mi deseo de salir de este mundo.
- Pero, yo veo imposible que puedas cumplir este deseo tuyo - le contesté seria y sin ánimo de burlarme de ella.
La mariquita me miró triste. Sabía que yo, en el fondo, tenía razón. Al verla así desconsolada le dije:
- Quédate en mi jardín todo el tiempo que quieras. Yo no te pediré nada a cambio. Y cuando arremeta el frío o llueva mucho puedes vivir en mi casa si te apetece.
- ¿En serio? - me preguntó incrédula la mariquita.
- Es cierto que la suerte es como una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera no importando si ésta es buena o mala. Pero más que suerte, hay que tener la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables y no esperar a que tú entres en acción para traer buena suerte. Yo confío más en el propio esfuerzo o trabajo que en la suerte - le contesté finalizando la conversación.
La mariquita al pensar que realmente yo no quería nada de ella, me sonrió agradecida.
Lo que yo no le dije era que teniéndole a ella a mi lado, la buena suerte estaría siempre de mi parte. Y ahora la necesitaba más que nunca. Mis motivos tengo ... Sé que soy egoísta. Pero, si yo no le pido nada, la mariquita no se sentirá usada. ¿No crees?
Sin embargo, la mariquita no es tonta. Por el momento sólo quiere vivir tranquila porque necesita tanquear nuevas energías para decidir si quiere seguir llevando o no la tan deseada buena suerte por todo el mundo. Es así como la mariquita se quedará viviendo en el jardín y luego en casa de su nueva amiga ya que ella no ha nacido estrellada; más bien, su nueva amiga ha nacido con una estrella. O mejor dicho, la mariquita ha visto que en el corazón de su nueva amiga brilla la estrella de su destino, lo que le facilita a ella (a la mariquita) la tarea de darle buena suerte.
MARiSOL
Imagen sacada de Bing
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