Mientras toda premonición suele entenderse como la facultad de conocer algo con antelación a que suceda, Doña Clotilde se pregunta si esta capacidad suya se debe a la posibilidad de deducción o inducción o simplemente se debe sólo a sus locas ideas vestidas no sólo de falsas ilusiones, sino de recuerdos nostálgicos que le sonríen de manera forzada al futuro, a ese futuro que ya dejó de ser lo que ella se imaginó, sobre todo, cuando se le está acabando el tiempo, no sólo porque el tiempo ella lo malgastó, sino porque ahora el tiempo la malgasta a ella, sobre todo, cuando no cuenta con dinero propio para gastar a manos llenas.
La verdad que Doña Clotilde ya no sabe qué pretende al observar desde otro ángulo a su propia realidad. "Mejor no saberlo todo con gran exactitud" - se dice a sí misma por simple cobardía. Pero, ¿es mejor sacar a la luz sus lamentos, exabruptos e irritaciones acumulados de manera desordenada en la inmensidad de su dolor mientras mis premoniciones se cumplen a pie juntillas? ¡Ay! este dolor, sin embargo, no guarda rencor alguno en mi alma (¿y en el de Doña Clotilde?), quiza porque el dolor siempre cumple lo que promete aunque ella ni yo así no lo desemos ni ahora ni nunca.
Mas si yo empezara a hablar ... ¡Dios! tu propia integridad está en juego, querida Clotilde. No quiero verte ni perdida ni desamparada, mas estas premoniciones mías se hacen presentes una y otra vez. Son como deudas pendientes que se encuentran más en contacto con el hemisferio derecho de tu cerebro, ése que rige lo simbólico, intuitivo y creativo de tu alma. ¿No será que tu alma anda perdida y por este motivo, ya no tienes como antes más facilidad de conectarte con tu realidad invisible y no tangible? ¿Quién desvaría? ¿Tú o yo? Doña Clotilde no sabe qué responder mientras cuenta sus arrugas una a una en el espejo de su baño. De tanto ella mirarse (no por dentro, lamentablemente) no puede a mí verme y por esta razón mi voz se desvanece en sus oídos casi vacíos no haciendo caso a lo que yo le vengo diciendo desde hace tiempo.
Yo pienso que, a veces, es difícil ponerle palabras a eso que uno intuye, quedando como una vaga sensación que sólo después, toma sentido a la luz de los acontecimientos que están por venir en el porvenir o en nuestro actual presente, sobre todo, cuando uno duerme, ocurren fenómenos relacionados con aspectos desconocidos, que de algún modo nos facilitan la entrada a otras realidades o estados. Pero, ¿será cierto que la mayoría de premoniciones están interconectadas con los sueños? ¿Será cierto que el lenguaje de los mismos está sujeto a un código personal que es metafórico y complicado de interpretar? Muchas veces no sé si se trata de un sueño corriente o de algo que va a suceder. En todo caso, Doña Clotilde ignoró mis señales. Lo que no me queda claro si es que fue de una manera premeditada o premonitoria. Pues, desde hace años un augurio o un vaticinio jugaba a ser una advertencia ... esa advertencia vestida de muchas monedas que tintineaban sin ton ni son y que pondría las barbas en remojo a cualquier mortal cuando vé que éstas se van reduciendo día a día. ¿Y qué hizo Doña Clotilde? Hizo lo que quizo con su vida sin hacer caso de mis premoniciones y, más bien, le cedió las riendas a su propia irresponsabilidad, que al final la inmovilizó y paralizó de miedo por más que ella a los otros les eche la culpa de la situación en la que se encuentra desde hace tiempo.
Mi sentido común me dice que la pose forzada ante los otros de Doña Clotilde es lo que no le permite salir de su ensimismamiento. Aún así, mi voz guarda un canto a la compasión por más que yo sepa que debe haber un cambio radical en la vida de Doña Clotilde por el bien de ella misma y de todos aquellos que la conocemos. En especial, yo, puesto que soy su conciencia, esa conciencia que le sirve, por momentos, de almohada. Sólo espero que, tú, Clotilde, tomes conciencia de la realidad en la que te encuentras; sólo así habrás despertado a la vida sin premoniciones o con ellas de por medio.
MARiSOL
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