domingo, 29 de noviembre de 2020

Humanidad

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Amar a la humanidad con todas sus imperfecciones es de valientes. Sobre todo, amarla aún más cuando uno tiene la capacidad de poderse lamentar de nuestras relaciones humanas. Mas yo me pregunto si podemos soportar mucha realidad. ¡Ay! La realidad sigue existiendo aunque dejes de creer en ella. ¡Peor aún! Ella nunca desaparecerá de la faz de la Tierra. Y es que la realidad nos hace ver, una y otra vez, que la humanidad no es solamente una familia unida e indivisible, sino que ella es la patria del corazón, porque los que de corazón se quieren, sólo con el corazón se hablan aún cuando existen cerca de 7,000 idiomas. Las diferencias entre unos idiomas y otros no es motivo para desunirnos. Todo lo contrario, deberíamos darnos cuenta de lo grandiosa que es la humanidad. Conformamos una familia de más de 7,000 millones de miembros. 

Y aunque nos diferenciemos unos de otros físicamente, hablemos distintos idiomas y tengamos culturas tan distintas unas de las otras, profecemos distintas creencias religiosas y nuestras ideas políticas no coincidan, en el fondo, todos deseamos lo mismo: Paz y Amor en la Tierra. Por lo menos, la mayoría esto es lo que más desea. Y es que la humanidad es tan maravillosamente multifacética que en lugar de quererla cambiar, nos haríamos un gran favor si tratáramos de conocerla mejor. 

¡Ay! es que nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. En lugar de darnos unos a otros la mano, nos complace destruimos. No todos, pero sí muchos. A pesar de nuestros defectos, deberíamos todos ser compasivos, afables, tolerantes y empáticos. Pues sí, los defectos existen aunque más de uno lo quiera negar porque un hombre sin defectos es un hipócrita del que, finalmente, debemos desconfiar. 

Realmente la humanidad, como ya lo dije anteriormente, es una familia unida e indivisible aunque parte de sus miembros tengan almas crueles. Y es que en cada niño bueno o malo nace la humanidad. Esa humanidad que parte de la nada... esa nada que en algún punto de nuestras almas nos recuerda que somos semillas de lo divino. Y por ello sería obsceno perecer entre la desesperación y el aburrimiento. 

No sé si me dejo entender, pero estoy convencida que la humanidad, en realidad, ha ofendido a Dios. Y, ¿sabes por qué? Pues, porque la humanidad no ha sabido respetar fielmente el orden establecido por Dios. Y es que aquellos hombres que anuncian que luchan en favor de Él terminan siendo los menos pacíficos, sobre todo, cuando creen recibir mensajes celestiales y terminan haciendo oídos sordos para toda la humanidad. 

Finalmente, resulta asombroso que la humanidad todavía no esté en la capacidad de saber vivir en paz y le hace más caso a la palabra "competividad" que a la "convivencia" porque no entiende el significado del "amor" y termina más aferrándose al "miedo"... ese miedo que llega a expulsarnos de la humanidad misma y nos roba nuestra gran inteligencia, maravillosa bondad, bellos pensamientos y única verdad dejándonos en completo abandono y expuestos a una desesperación muda. Pero muda no me quiero quedar aunque tú hagas oídos sordos a la que yo acá digo. Y es que hablo de la humanidad, de ésa que existe en todos nosotros. Tal vez por ser yo, tan hombre como tú, nada que sea humano me resulta extraño. Nosotros los humanos somos no sólo maravillosamente contradictorios, sino estamos lleno de imperfecciones... esas imperfecciones que nos vuelven vulnerables  ante los ojos perfectos de Dios.


MARiSOL

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