El mar y el sol se aman pero sólo a la distancia. Imposible es que ellos dos se toquen. Y, sin embargo, cuando llega el atardecer pareciera que el sol se hunde dentro del mar, que lo posee. Y cuando llega el amanecer pareciera que el sol recién soltara lentamente al mar de un largo abrazo mientras se despide hasta su regreso.
Pues bien, quizás sea mejor que quede este amor sólo como un amor platónico entre los dos, porque el sol dejaría al mar sin agua y moriría, pero no precisamente de pena, sino que dejaría del todo de existir. Y nosotros, de paso, también.
¡Ay! El mar se siente triste porque me ha dicho que no tiene la fuerza para apagar el fuego que consume al sol, sobre todo, cuando presiente que hay momentos donde éste no quisiera arder, sobre todo, cuando las penas lo queman por dentro. ¡Si supiera el sol cuánto el mar lo ama! Desde lejos lo contempla y suspira. El sol lo sabe y calla. También suspira.
Y yo suspiro aliviada de saberlos separados uno del otro para yo poder seguir viviendo en el mar de la vida con mi sol interior lleno de mucha luz.
MARISOL
Imagen sacada de Google
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