Helena salió a pasear en una noche clara de luna llena mientras hacía equilibrio sobre su propia vida y le echaba una mirada al cielo pintado de estrellas. Hacía un rato atrás que había visto en televisión un documental de astronomía que le había impresionado mucho ya que en éste se mostraban a los telescopios más potentes de la Tierra; hasta la fecha se han conseguido detectar mil millones de galaxias. ¡Increíble!
A Helena lo que más le impresiona no es tan sólo imaginar la cantidad astronómica de galaxias existentes en el universo, sino es, más bien, la imponente infinitud del espacio mismo, su profundidad y quietud lo que hace que éste se muestre en toda su magnificencia. Y, sin embargo, es un gran vacío.
- No hay palabras para describirlo usando sólo nuestra mente - piensa ella.
Y mientras Helena alza la mirada al cielo estrellado, se pregunta si no será que ese gran vacío con su millones de galaxias es, en realidad, el cuerpo de Dios y esa quietud no se manifiesta tan sólo en el universo, sino, más bien, dentro de cada uno de nosotros porque éste se muestra inmenso en su profundidad más no en su extensión.
- No hay palabras para describirlo usando sólo nuestra mente - piensa ella.
Y mientras Helena alza la mirada al cielo estrellado, se pregunta si no será que ese gran vacío con su millones de galaxias es, en realidad, el cuerpo de Dios y esa quietud no se manifiesta tan sólo en el universo, sino, más bien, dentro de cada uno de nosotros porque éste se muestra inmenso en su profundidad más no en su extensión.
¡Ay! ¿no será que el tiempo y el espacio son sólo una ilusión? Helena mientras hace un esfuerzo por no caer al vacío de sus inseguridades, dudas y preguntas, piensa que el tiempo es la infinitud y el espacio la eternidad que se muestran dentro de uno. ¿No será que aquí se encuentra el quid del asunto? Y mientras Helena sigue haciendo equilibrio trata, no de manera racional, sino, más bien, usando su corazón abierto al mundo, de entender que el espacio es no sólo un reino inmóvil y muy profundo, sino que también el tiempo es la conciencia del eterno ahora.
Yo, por mi lado, trato de entender a Helena. Siento que ella no sólo hace equilibrio sobre su propio mundo, sino que se encuentra a un nivel que yo no logro alcanzarla ni siquiera con mi vasta imaginación. Y mientras termino de escribir este cuento, el tiempo y el espacio se ríen de mí, mas no de Helena, porque me dan a entender que ellos no son importantes, sino me hacen saber que propósito de nuestro mundo, no está sólo en el mundo mismo, sino en su trascendencia ... esa trascendencia que está más allá del mundo natural.
Desde su trapecio Helena me sonríe porque empiezo a entender, quizá porque por un segundo he salido de mis propios límites mentales. Quizás algún día logre trascender porque lo trascendente está asociado a lo inmortal y a lo esencial. La verdad que me encuentro a años luz de mi propia iluminación y del esplendor luminoso de la luz incolora del vacío porque pongo resistencia a pensar en lo que, para mí resulta ser inentendible, por el momento.
Y mientras yo ya no quiero escribir más de este tema, Helena sigue haciendo equilibrio. Ella mientras se balancea cuidadosamente y en silencio absoluto se da cuenta que ella se encuentra más cerca que yo de abrir, poquito a poco, el portal a otra dimensión (¿dónde Dios se encuentra?), sobre todo, cuando ella se esfuerza de aquietar su mente porque sólo hay ruido dentro de ésta.
- Mejor dejar de pensar y más bien sentir - se dice a sí misma Helena mientras su corazón sonríe complacido.
Tal vez, deba hacer lo mismo que ella para poder atravesar mis propios límites mientras hago equilibrio, por el momento, para no caer al vacío de mis dudas, inquietudes y preguntas.
MARiSOL
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