Anoche soñé que mi memoria corría escaleras abajo. Y mientras yo corría detrás de ella gritando que me esperara, que no me abandonara, mi memoria (el centinela de mi cerebro) abrió rápidamente la puerta de mi casa y sin mirar atrás salió escapando de mí.
Si bien yo también me veía saliendo a la calle para darle el alcance, no encontré a mi memoria por ninguna parte. Desolada de haberla perdido me puse a llorar mientras yo me preguntaba cómo podría vivir sin memoria de ahora en adelante.
Como mi pena era sincera, mi memoria se me acercó (se había escondido detrás de unos arbustos cercanos) y me dijo que ella no quería seguir siendo el espejo donde yo veía a mis seres ausentes.
- ¡Pero yo te necesito! - grité desesperada.
- ¿Por qué te soy indispensable? - me retó la memoria sin alzar la voz. La veía preocupada por mí.
Entre lágrimas le hice saber que mi pasado está escrito en ella y aunque, por momentos, me cause dolor recordar ciertas cosas, no quiero prescindir de ella, por ningún motivo.
Y antes que mi memoria abriera la boca le dije que ella me resultaba importante.
- ¿Por qué? - preguntó ella curiosa.
- Pues, porque tú, querida memoria, estás vestida de recuerdos buenos y malos. Y mis recuerdos no sólo pueblan mi soledad, sino que al contrario, la hacen más profunda para ayudar a mi imaginación a seguir escribiendo mis vivencias y mis sentires.
Después de haber conversado con mi memoria, desperté agradecida de saber que ella no se había escapado a ninguna parte, sino que se había despertado a mi lado. Es así, como por un momento, me puse a recordar caras, aromas, sabores y, sobre todo, palabras (dichas por otros o por mí para bien o para mal) antes de empezar mi día.
Y ahora ya bien despierta deseo que mi memoria, ese bien precioso que todavía tengo, nunca me abandone cuando llegue, algún día, a la tercera edad. Espero que mi memoria nunca entre en decadencia ni en mi capacidad congnoscitiva ni en la memoria de mi corazón porque esta última me ayuda a eliminar los malos recuerdos y a magnificar los buenos para poder sobrellevar así mi pasado ... ese pasado que siempre está presente, quizá porque mi pasado no sólo es el prólogo de mi propia historia de vida, sino que a través de mi memoria puedo seguir escribiendo, la historia de mi futuro mientras mi imaginación le da la mano a mi querida memoria.
Y mientras yo sigo abrazada a mi almohada imaginando a mi memoria a mi lado, ella, te hace saber querido lector, que en realidad "la memoria" como tal no existe porque cuando recordamos un hecho o un acontecimiento que nos pasó, por ejemplo, participan muchas redes de células interconectadas. Y a medida que envejecemos, estas conexiones se vuelven más complejas creando dificultades para recordar lo que deseamos recordar. Por este motivo no podemos decir que nos quedemos "sin memoria" sólo en el caso que uno la pierda por accidente hasta lograrla reactivar.
¡Ay, querida memoria!, agradecida estoy de hasta poderme de acordar de lo que quisiera olvidar ... olvidarte. Quizá porque tratar de olvidar a alguien es querer recordarlo para siempre. Sonrío. También mi memoria.
Como mi pena era sincera, mi memoria se me acercó (se había escondido detrás de unos arbustos cercanos) y me dijo que ella no quería seguir siendo el espejo donde yo veía a mis seres ausentes.
- ¡Pero yo te necesito! - grité desesperada.
- ¿Por qué te soy indispensable? - me retó la memoria sin alzar la voz. La veía preocupada por mí.
Entre lágrimas le hice saber que mi pasado está escrito en ella y aunque, por momentos, me cause dolor recordar ciertas cosas, no quiero prescindir de ella, por ningún motivo.
Y antes que mi memoria abriera la boca le dije que ella me resultaba importante.
- ¿Por qué? - preguntó ella curiosa.
- Pues, porque tú, querida memoria, estás vestida de recuerdos buenos y malos. Y mis recuerdos no sólo pueblan mi soledad, sino que al contrario, la hacen más profunda para ayudar a mi imaginación a seguir escribiendo mis vivencias y mis sentires.
Después de haber conversado con mi memoria, desperté agradecida de saber que ella no se había escapado a ninguna parte, sino que se había despertado a mi lado. Es así, como por un momento, me puse a recordar caras, aromas, sabores y, sobre todo, palabras (dichas por otros o por mí para bien o para mal) antes de empezar mi día.
Y ahora ya bien despierta deseo que mi memoria, ese bien precioso que todavía tengo, nunca me abandone cuando llegue, algún día, a la tercera edad. Espero que mi memoria nunca entre en decadencia ni en mi capacidad congnoscitiva ni en la memoria de mi corazón porque esta última me ayuda a eliminar los malos recuerdos y a magnificar los buenos para poder sobrellevar así mi pasado ... ese pasado que siempre está presente, quizá porque mi pasado no sólo es el prólogo de mi propia historia de vida, sino que a través de mi memoria puedo seguir escribiendo, la historia de mi futuro mientras mi imaginación le da la mano a mi querida memoria.
Y mientras yo sigo abrazada a mi almohada imaginando a mi memoria a mi lado, ella, te hace saber querido lector, que en realidad "la memoria" como tal no existe porque cuando recordamos un hecho o un acontecimiento que nos pasó, por ejemplo, participan muchas redes de células interconectadas. Y a medida que envejecemos, estas conexiones se vuelven más complejas creando dificultades para recordar lo que deseamos recordar. Por este motivo no podemos decir que nos quedemos "sin memoria" sólo en el caso que uno la pierda por accidente hasta lograrla reactivar.
¡Ay, querida memoria!, agradecida estoy de hasta poderme de acordar de lo que quisiera olvidar ... olvidarte. Quizá porque tratar de olvidar a alguien es querer recordarlo para siempre. Sonrío. También mi memoria.
MARiSOL
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