Dentro del hueco de las manos de Carlota vive una auténtica agonía. ¡Quién iba a decirlo! No hablo de ese período de transición entre la vida y la muerte; aquel que se caracteriza por la subsistencia de algunas funciones vitales como la respiratoria, circulatoria y nerviosa y por la desaparición de las funciones intelectuales. ¡No! Se trata de este otro tipo de agonía; aquella agonía insatisfecha de toda alma afligida e intranquila. La verdad que este tipo de agonía, llamado a secas, "Angustia", me intimida por tratarse de un estado afectivo que implica un cierto malestar psicológico, acompañado, que yo sepa, por cambios en nuestro cuerpo como temblores, taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire.
¡Vaya! Después de dar un hondo suspiro la agonía de Carlota me miró; estaba temblando mientras se encontraba frente a mí. La verdad que yo ya no sé qué más decirle para calmarla. Y mientras yo escuchaba pacientemente como ella exclamaba y reclamaba lo dura que es la vida, yo tengo la fuerte convicción que si ella me hiciera caso, ella podría vivir mejor aunque su vida sea imperfecta. A la larga, la perfección, es una pulida colección de errores, ¿no crees?
¡Vaya! Después de dar un hondo suspiro la agonía de Carlota me miró; estaba temblando mientras se encontraba frente a mí. La verdad que yo ya no sé qué más decirle para calmarla. Y mientras yo escuchaba pacientemente como ella exclamaba y reclamaba lo dura que es la vida, yo tengo la fuerte convicción que si ella me hiciera caso, ella podría vivir mejor aunque su vida sea imperfecta. A la larga, la perfección, es una pulida colección de errores, ¿no crees?
Al ver que la Angustia quería salir, a toda costa, del hueco de las manos de Carlota, ella me hizo saber que ella no estaba sola. Estaba rodeada de mala compañía. El miedo, la tristeza, el nerviosismo, la irritabilidad, los dolores de cabeza, el insomnio y la ansiedad se encontraban con ella en ese pequeño espacio. La verdad que las manos de Carlota no son grandes para darle cabida a todos ellos. En cuanto las manos de Carlota empezaron a sudar, le dije a ella que las sacudiera fuertemente, que las abriera y que extendiera sus brazos hacia mí aunque yo no sea perfectamente completa. Te preguntarás quién soy yo. Me presento; soy la FE.
Seguidamente, después de mantener a Carlota en mis brazos por un rato, le hice saber que si bien los sueños y la angustia nos unen, ella nunca debe olvidar que no se puede vivir sin fe ya que ésta es el conocimiento del significado de la vida humana. Además, yo, la fe, soy la fuerza de la vida, de la de Carlota, de la tuya, de la de todos porque si el hombre vive es porque cree en algo y aunque creas que yo, de alguna manera, te puedo engañar, no te olvides que le doy brillo a tu mirada, esa mirada que es nada menos que el lenguaje de tu corazón. Después de decir estas palabras, la mirada de Carlota me sonrió. ¿Y sabes por qué? Porque ella entendió que toda aquella persona que tenga fe, nunca está sola así la mano amiga extendida no se encuentre siempre físicamente cerca de ella.
MARiSOL
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