Érase una vez un caballo, tan negro como la noche, que tenía de mejor amigo a un cuervo, también igualmente negro como la noche. Ambos se encontraban conversando cuando yo llegué de puntillas a observarlos para escuchar su conversación.
- Hoy día me siento triste - le dijo el cuervo mientras lo miraba con la cabeza gacha.
- ¿Por qué? - le preguntó el caballo de color azabache.
- Pues, porque hace un rato me he enterado que mi significado simbólico es negativo, triste y poco halagüeño. Y se me imputa de ser un animal solitario y muy entrometido en los asuntos de los hombres. Se supone que yo presagio enfermedades y actuó además como aviso de la muerte. Pero, no es cierto. Tú me conoces - le dijo compungidamente el cuervo a su amigo équido y luego agregó que a las personas que escuchó hablar sobre él finalmente dijeron: ¡Ay, pero que feo es este cuervo!
El caballo, después de contemplarlo un ratito le dijo de manera cariñosa:
- Yo veo en ti no sólo a un buen amigo, sino que además eres muy inteligente y sabes volar con destreza y elegancia.
- Pero, ¡no dejo de ser feo! - le refutó el cuervo. Tú, en cambio eres perfecto. Todo mundo te admira por tu belleza. Además, tú a parte de ser un animal noble, engrandeces al hombre, porque le confieres más fuerza, más poder, más gallardía y ...
- ¡Alto! No sigas hablando - le interrumpió el caballo. No te compares conmigo. Es dañino. Lo que cuenta es la belleza interior ... ésa que no todos pueden ver.
- Sí, todo me parece estupendo lo que dices. Pero yo no dejo de ser un animal feo - dijo resignado el cuervo.
- Mira, ¡sácate esa idea tonta de la cabeza! Tú para mí eres bello porque tienes un alma buena. Y tu amistad la valoro más de lo que te puedes imaginar - le hizo saber el caballo.
El cuervo lo miró, pero no se sentía convencido de las palabras de su amigo. Al entender su mirada, el caballo le dijo de manera enérgica:
- ¡Colócate encima de mi cabeza!
- ¿Por qué? - le preguntó desconcertado el cuervo.
- Alguna vez yo escuché a mi amo decir esta frase de Víctor Hugo: La belleza es la frente; el amor, la corona.
El cuervo sonrió agradecido. Entendió el mensaje. Más que ser bello, era más importante ser el representante del amor. Y, sí, ¡quería a su amigo equino con toda el alma!
Desde ese momento, cada vez que el cuervo y el caballo se encuentran, el cuervo casi siempre se posa sobre la cabeza de su amigo para embellecerlo aún más con su corona de plumas.
Y yo cuando los veo juntos admiro la belleza de su sincera amistad.
MARiSOL
Una bella canción sobre la amistad
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