viernes, 14 de junio de 2024

Verde Esperanza

 

 

La vida es posible pese a todo hasta cuando pretendemos mantener a raya al horror, a la tristeza, a la inseguridad y a la soledad. Y así la vida, por momentos, nos parezca muy traicionera, tenemos que ingeniarnos para ser felices, pero no buscando la felicidad fuera de nosotros como si fuéramos caracoles que caminamos en busca de nuestras casas o buscáramos nuestros lentes cuando los tenemos sobre la nariz.  Más bien, hay que pintarla tercamente de un intenso y creciente color verde para desafiar a cualquier viento gélido que nos quiera morder sin clemencia nuestra alma ... esa alma que tiene ilusiones como el pájaro tiene alas ya que eso es lo que lo sostiene. 

¡Ay! Una vida sin ilusiones es estéril como un desierto. Y así las ilusiones no las podamos comer, sí que nos alimentan espiritualmente. Sin embargo, cuando las vamos perdiendo en el camino de la vida, mientras vamos madurando y no sólo envejeciendo, nos damos cuenta que necesitamos tener otras ilusiones. Será porque la esperanza es como un árbol en flor y también frondosamente verde que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones así éstas sean sólo ilusiones perdidas. 

Y es que algo que he aprendido es que nuestra experiencia (aquella que nunca es un fracaso porque siempre nos demuestra algo) se compone más de ilusiones perdidas que de sabiduría adquirida. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque saber mucho da ocasión de dudar más. Será porque la duda es la madre del descubrimiento porque para investigar la verdad es preciso dudar, así sea de todo. Quizá porque la duda es más apasionante que solamente creer ya que creer todo a pie juntillas resulta ser tan monótono como el color gris. Y es que la falta de cromatismo nos vincula al aburrimiento, apatía, falta de ambición, falta de fuerza y capacidad de lucha. Por este motivo, pinto mi vida de colores. Pues bien, la pinto con uno de mis colores favoritos, el verde, no sólo por simbolizar bienestar, felicidad y salud, sino por conectarnos con la estabilidad y la armonía, y porque lo asociamos con el renacimiento, la sanación y la protección. 

El color Verde me mira agradecido por preferirlo ahora. Y es que este color es uno de los colores que domina en la naturaleza (junto con el color azul). Cuando pienso en el color Verde Esperanza imagino no sólo montañas, valles, bosques, selvas, pinos, cedros, robles, castaños, eucaliptos, palmeras, cáctus, etc. Pienso también en ranas, saltamontes, orugas, loros, iguanas o en la boa esmeralda. Con el color Verde me invade una sensación de tranquilidad y paz. Es más, estar en contacto con las plantas y árboles nos ayuda a aliviarnos del estrés. Demás está decir que el verde predomina en numerosas hierbas aromáticas y curativas que previenen y curan enfermedades. 

Definitivamente, en este momento, el color verde me gusta mucho aunque algunos se pongan verdes de envidia al asociar este color al liderazgo, a los pensadores estratégicos, a personas independientes y tercas al basar sus decisiones en hechos, además de ser conciliadores y pacifistas. Sí, es el Verde Esperanza con el que deberíamos pintar a la humanidad entera, sobre todo, sosteniendo un trébol de cuatro hojas entre nuestras manos. ¿Y sabes por qué, querido lector? Pues, porque cada hoja representa uno de los cuatro componentes básicos de la felicidad. Y son: Amor, Fe, Suerte y nuestra querida Esperanza. 

Antes de terminar, te hago saber que a esta última me aferro porque así el mundo se acabara mañana, plantaría un árbol. ¿Y tú, querido lector? El árbol  no sólo significa vida. También es la conexión entre el cielo y la Tierra, entre lo divino y lo humano. Allí donde no entra en juego no sólo el color Verde Esperanza, sino, más bien, la Divina Esperanza o Esperanza Divina porque ésta es como un faro, p.e., en la música, al ofrecernos consuelo y fortaleza en momentos de incertidumbre. Recurro a ella porque expresa fe y optimismo al igual que mi querido Verde Esperanza.

MARiSOL


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