Mientras la utopía nos ayuda a nadar en el inmenso y misterioso mar de la vida hasta alcanzar nuestro propio horizonte, la valentía nos alienta a perder de vista la costa de nuestros miedos e inseguridades para no ahogarnos en metas inalcanzables.
Tal vez no haya nada mejor que el sueño para hacer nacer al porvenir ... a ese porvenir que está por venir, vestido de oportunidades, porque en la utopía de ayer se gestó la realidad de hoy, y porque en la utopía de mañana empezarán a latir nuevas realidades ... allí donde todas las ideas, hasta las más sagradas, se esfuerzan en nacer.
¡Cuánto desearía un mundo imaginario, idílico, perfecto y justo, en la que los seres humanos viviéramos en completa armonía! Aquélla formada por muchas discordancias mas experimentando un respeto natural el uno por el otro permitiendo la libertad de expresión y manteniendo nuestras diferentes creencias sin temor a la persecución. Y también protegiendo al medio ambiente para disfrutar de la naturaleza y así poder vivir en armonía con ella.
Sinceramente me gustaría una sociedad alternativa a la existente aunque parezca imposible y de difícil realización en este momento. Mas este pensamiento mío está en sí vacío de contenido sustantivo por vivir en un mundo distópico ahora más que nunca. ¡Ay! Mientras Aldous Huxley con su libro "Un mundo feliz" (1932) y George Orwell con su novela "1984" se dan la mano en algún punto del universo, ellos dos se ríen a carcajadas por no creer más en utopías porque ya no proyectan su imaginación fuera de lo real. ¿Y qué diría Tomás Moro? Se aferraría a su libro "Utopía" escrito en 1516 donde cuenta sobre una isla en forma de medialuna frente a la costa atlántica de Latinoamérica, compuesta por 54 pueblos de idéntico tamaño y con una capital en el centro de la isla. En realidad, describe una sociedad insular ficticia en el Nuevo Mundo.
¡Ay! La utopía es como una esperanza ininterrumpidamente aplazada. Tal vez porque la esperanza nos ayuda no sólo a ser más íntegros y más felices, sino que nos proporciona un fuerte sentido de propósito y dirección a tu vida o a la mía. Sería fantástico que la utopía se usara no sólo como un modelo a seguir para las organizaciones políticas y sociales, sino que realmente funcionara como horizonte de vida para todos. Y, sin embargo, no podemos vivir en una utopía porque tendríamos todos que ser iguales físicamente, cómo pensamos, comemos, dormimos, nos movemos, existimos y un largo etcétera. Si bien esto es prácticamente imposible, posible sí es que le demos más importancia a la armonía, paz e igualdad social. Y es que la utopía puede actuar como fuente de motivación para el cambio social de toda sociedad que quiera acercarse aunque sea un poco a su ideal de vida donde existan mínimos niveles de crimen, violencia y pobreza.
Aburrirte no quiero, querido lector. Pero este siglo XXI necesita de utopías porque tenemos la capacidad de imaginar un futuro más optimista al estar éste en nuestras manos. Un futuro donde existan derechos iguales para todos, una vida sin miedo, seguridad económica y bienestar colectivo. Y, sin embargo, tristemente las utopías fracasan porque intentan darnos lo que queremos y lo que queremos es contradictorio. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque, en realidad, deseamos la posibilidad del fracaso, pero no queremos que nadie fracase, queremos ganadores y no perdedeores, queremos iniciativas, pero no queremos ser el blanco de las iniciativas de otros.
Así que, más bien, invento mi propia utopía personal para sobrepasar la apatía y la resignación. Por lo menos, me esforzaré en acercarme al ideal de persona que quiero ser así yo al dar dos pasos, la utopía retroceda y se aleje de mí. Lo principal es estar en el camino así este mundo vaya por muy mal camino. Y así, por momentos, tenga yo la sensación de ser testigo de un mundo futuro desalentador e indeseable para todos nosotros, quiero seguir siendo amiga de la Utopía hasta el mi último día de vida porque pienso que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos ayude a compartir la tierra porque de nada sirve conquistar otros planetas si al nuestro lo estamos perdiendo poco a poco.
Finalmente te hago saber, querido lector, que la utopía no es un terreno perdido donde sólo existen incoherencias que al más sabio pone nervioso.
- ¡Soy más que eso! - gritó la Utopía. Soy yo la que a ustedes los humanos les ayudo a abrir su mente para así poder abrir el horizonte de lo posible. Soy la idea concreta de otorgarles un deseo incesante de superación porque sin mí la vida de todos ustedes estaría carente de sentido. Es más, la vida es la que los debería impulsar como el águila que despega no desde suelo raso, sino desde una montaña para desde allí elevarse hasta las estrellas.
Me doy cuenta que la entrañable y necesaria Utopía tiene razón. Ella brilla con fuerza desde siempre para recordarnos que cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado el tiempo en que se pudo y, si finalmente, no se hizo nada, entonces, ella dejará de existir y nos dejará de alumbrar como el sol durante el día o como la luna durante una noche despejada de nubes, quizá, porque no sólo son pocos los que ya se acuerdan de ella y van a su encuentro, sino que se han olvidado que la utopía es el principio de todo progreso y es el trazado de un mundo mejor.
MARiSOL