domingo, 30 de junio de 2024

Cicatrices


"¿En qué cielo se quedó mi alma suspendida como una nube?"- se pregunta Inés mientras se imagina ser un pajarillo que despliega sus alas para hacer volar su imaginación... esa imaginación que de la nada saca un mundo, sobre todo, uno que no se encuentra tallado de cicatrices. Y, sin embargo, ella sabe muy bien que las cicatrices (no sólo físicas, sino del alma) son esas heridas que no se ven a simple vista pero que se sienten, por momentos, con la intensidad  de una gran tempestad. 

Pues sí, las cicatrices del alma de Inés  son las que dirigen sus manos sobre el teclado de su computadora. Ella escribe no para olvidar, sino para perdonar porque las cicatrices no sólo nos enseñan a sobreponernos al dolor, sino que con el pasar del tiempo las heridas, tarde o temprano, curan. Unas veces, de manera repentina, inesperada o no buscada, otras, con ayuda profesional. Si bien dos veces buscó a una psicóloga, Inés se dió cuenta que ella era más fuerte de lo que nunca se hubiera imaginado.

Inés no es que luche contra corriente. Todo lo contrario. Ella fluye con la vida. Lo intenta tercamente. Es como si se dejara atraer por el poder de seducción que ésta tiene sobre ella. Si bien sus cicatrices son como esos recuerdos que se aferran a su piel, ella piensa también que las cicatrices son como esas marcas que van cartografiando todas nuestras experiencias vividas, sobre todo las malas, y que ayudan a nuestra memoria a obtener una enseñanza de todas ellas. Tal vez, las cicatrices del alma existen para recordarnos que somos más fuertes que nuestras propias heridas. Acaso, ¿no es cierto que cuando las cicatrices sanan, la piel de la cicatriz es más fuerte que la piel anterior? Pienso que las cicatrices nos recuerdan no sólo una mala experiencia pasada, sino que éstas nos piden superarla y a no albergar resentimiento alguno en nuestra alma para evitar así sentir el dolor de todo eso nuevamente. Más de una vez, ella ha pensado que si no hubiese ocurrido todo lo que le sucedió, nunca hubiera sabido de lo que era capaz, sobre todo, de su capacidad de resiliencia.  

Más de una vez, Inés pudo adaptarse a la adversidad, pudo superar traumas, problemas de salud, problemas familiares y hasta financieros manteniendo una actitud de tolerancia, flexibilidad, perseverancia y confianza  así sus avances hayan sido lentos, pero relativamente seguros. Pues bien, si bien las cicatrices (físicas) son batallas que el cuerpo expresa que ha sido herido sea por un raspón, una quemadura, una cortadura o tras una cirugía, están las cicatrices del alma que son producto de las heridas del rechazo, abandono, humillación, engaño, abuso, bullying, de la traición, injusticia o decepción. Este tipo de heridas nos recuerdan que hay que tratarlas porque duelen. Sin embargo, cuando una herida cerró, sólo queda una cicatriz que nos dice que está curada y que algo pasó en alguna ocasión.

Inés sabe que todos llevamos una mochila de experiencias y vivencias que, por mucho que intentemos obviarla, está ahí. Si bien las cicatrices le recuerdan lo vivido aunque, a veces, intentemos de tener una amnesia selectiva por el dolor que nos causan, ella ha aprendido a librar sus batallas. Por suerte, hasta ahora no la han derrotado porque necesita estar fuerte para poder librar otras batallas futuras o estar en la capacidad de ayudar a otros para que puedan salir también de sus problemas. Y es que los problemas no sólo son esas oportunidades que nos demuestran lo que sabemos, sino que la única manera de resolverlos no es gastar el tiempo y energías en hablar de ellos, sino en enfrentarlos así nos duelan, sobre todo, cuando las heridas se vuelven abrir, y luego, por suerte, cual heridas ya sanadas nos dejen sólo cicatrices.

 

MARiSOL

 

miércoles, 26 de junio de 2024

Pescando estrellas

 

Si todos nos pusiéramos a pescar estrellas, sobre todo, aquellas que llamamos estrellas fugaces, el Universo se terminaría quedando vacío de ellas y así nosotros nos quedaríamos sin poder pedir más deseos. Sin embargo, el Universo me llamó a la reflexión y me exhortó a que limite mis deseos porque no puedo pretender que las cosas ocurran como yo quiero. Es así como el Universo me dijo que debo aceptar el hecho que es mejor desear que nuestros deseos se produzcan tal como se deben producir para poder vivir sin grandes expectativas. Quizás aquí radica la clave para ser feliz. Es más, Él me explicó que la vida, la mía o la tuya, querido lector, no está hecha de deseos pero sí de los actos de cada uno. Y me recalcó que a mi alma (como a la tuya también) se le mide por la amplitud de sus deseos de la misma manera que uno juzga de antemano un rascacielos por la cantidad de sus pisos.

Después de escuchar al Universo, le pregunté que qué pasa cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que uno más desea. El Universo, después de soltar una carcajada, me respondió diciendo que, al final, uno acaba por no saber incluso lo que quiere. Yo, la verdad, que no sé si quería reirme igual que Él porque no hay cosa más bonita que vivir sus deseos, agotarlos en vida ya que es el destino de toda existencia como la mía o la tuya, querido lector. El Universo, si bien me entendió, me hizo saber que no sólo me dedique a desear algo en voz alta, sino que me esfuerce por alcanzarlo porque si no me quiero sentir frustrada o triste, debo aprender a sólo desear todo aquello que dependa de mí y no de otros.

Mientras me encontraba conversando con el Universo, una estrella fugaz hizo un alto en su camino y me dijo que los deseos se tienen pero no se piden porque lo que se pide es el objeto del deseo. ¡Es verdad! Y como yo no hablaba, la estrella fugaz me dijo que los deseos de tu vida, querido lector, o de la mía terminan formando una cadena, cuyos eslabones son las esperanzas y es que éstas nos recuerdan que lo esperado no sucede, sino, más bien, es lo inesperado lo que acontece y hay que saberlo aceptar. Es más, la estrella fugaz me hace ver que las esperanzas son un empréstito que se le hace a la felicidad... esa felicidad que cuando viaja de incógnito, sólo después que ha pasado a nuestro lado, realmente sabemos de ella. Después de escucharla y antes que ella se despidiera de mí, tomé conciencia que no sé si quiera seguir pescando estrellas esta noche cuando me ponga a la ventana de madrugada, sobre todo, cuando busco estrellas fugaces entre las estrellas porque tengo una lista de antiguos deseos que me gustaría que se cumplan.

El Universo (vasto símbolo de Dios), después de despedirse también de la estrella fugaz, me dijo a modo de consuelo que tanto tú, querido lector, como yo somos pedazos de él, del universo, hecho vida. Y es que tanto en tu corazón, querido lector, como en el mío no sólo brilla la estrella de nuestro destino, sino que existe, al menos, un rincón del universo que con toda seguridad podemos mejorar, y somos nosotros mismos. Quizá debamos no sólo aprender a no temer todas las cosas como mortales y todas las que deseamos como inmortales, sino también debemos aprender a no sólo pedir deseos porque es como soñar y soñar en teoría es vivir, finalmente, un poco, mientras que vivir soñando es no existir. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque a nadie cuesta más vivir que a aquel que mucho desea. Es cierto, pero yo (no sé si tú también)  tengo un solo deseo. El Universo sabe cuál es. 

Espero que esta noche se deje ver una estrella fugaz para poderla pescar con mis manos y acunarla no sólo dentro mi corazón, sino en el tuyo también, querido lector. ¿Y sabes por qué? porque si bien la razón (o inteligencia) puede advertirnos sobre lo que conviene evitar, sólo el corazón nos dice lo que es, realmente, preciso hacer sin necesidad de estar pescando estrellas.

MARiSOL


El Color del Futuro

¿De qué color está vestido el futuro? se pregunta Ana María. Sinceramente pienso que ella no trata de describirlo, sólo de prevenirlo aunque ella me haya pedido, querido lector, que te pregunte: ¿Qué puede haber imprevisto para el que nada ha previsto? La verdad que no sé qué contestar porque pienso que cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto.

Ana María suspira porque, por el momento, el color del futuro no luce ni esperanzador ni alegre ni irreverente. Tal vez porque el futuro está oculto detrás de todos nosotros que lo hacemos. Pareciera como si éste se encontrara en una dimensión diferente y jugara a las escondidas con todos nosotros. 

La verdad es que yo pienso diferente. Ana María al mirarme molesta, yo le digo (como el destino que soy) que mientras yo baraje las cartas, tanto ella como tú, querido lector, serán los que jugarán.  Y les advierto que deben jugar limpio para no culpar a otros de sus errores. Pero al decir esto último, Ana María me dice muy molesta que no siente el menor deseo de jugar en un mundo en el que todos hacen trampa. Tengo que admitir que ella tiene razón porque en asuntos internacionales, la paz es un período de trampas entre dos luchas.

¡Ay! El futuro no realizado es como una rama seca que queda atrapada sólo en el pasado... en ese pasado del cual ya deberíamos haber aprendido a valorar mejor la vida porque quien no la valora, no la merece, pues, la mayor parte de los hombres no hacen otra cosa que existir.  Esta vez, si bien Ana María me da la razón, ella con un buena dosis de optimismo sabe que las ramas de todo árbol, pasado el invierno o la época de oscuridad en la que se encuentra la humanidad, reverdecerán y florecerán.

No quiero afligir a Ana María más de la cuenta. Mientras ella me mira en silencio, sus ojos me preguntan si acaso no será cierto que el futuro pertenece a quienes crean  en la belleza de sus sueños. ¿O será que el futuro es tan sólo una página en blanco?, ¿o será, quizás, una fe de erratas?

- ¡No sé qué es mejor! - grita Ana María bastante afligida aunque trate de que su voluntad y esperanza sean optimistas porque, lamentablemente, su conocimiento es pesimista. Y es que un pesimista es un optimista con experiencia porque como dice un dicho bastante conocido por todos: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo".

Mientras trato de calmarla le hago saber que, más bien, no piense demasiado en el futuro porque éste llega muy pronto. Sin embargo, Ana María sabe perfectamente que al reconocer las señales o indicios de lo que ha de suceder, ella hará lo posible de vestir su futuro, hasta su último suspiro, con el mejor color de todos, con el color del amor porque éste es el verdadero color que la humanidad necesita para vivir sin enfrentamientos, sin contratiempos y sin conflictos bélicos. Y es que vivir en armonía con los demás nos da la paz interior que necesitamos para ser realmente felices. Y aunque esto suene a utopía, Ana María quiere pensar que no es demasiado tarde para construir una, del color que tú desees, querido lector, que nos permita, en un futuro cercano, compartir la tierra entre todos como ésta realmente se merece.

 MARISOL 


viernes, 14 de junio de 2024

Verde Esperanza

 

 

La vida es posible pese a todo hasta cuando pretendemos mantener a raya al horror, a la tristeza, a la inseguridad y a la soledad. Y así la vida, por momentos, nos parezca muy traicionera, tenemos que ingeniarnos para ser felices, pero no buscando la felicidad fuera de nosotros como si fuéramos caracoles que caminamos en busca de nuestras casas o buscáramos nuestros lentes cuando los tenemos sobre la nariz.  Más bien, hay que pintarla tercamente de un intenso y creciente color verde para desafiar a cualquier viento gélido que nos quiera morder sin clemencia nuestra alma ... esa alma que tiene ilusiones como el pájaro tiene alas ya que eso es lo que lo sostiene. 

¡Ay! Una vida sin ilusiones es estéril como un desierto. Y así las ilusiones no las podamos comer, sí que nos alimentan espiritualmente. Sin embargo, cuando las vamos perdiendo en el camino de la vida, mientras vamos madurando y no sólo envejeciendo, nos damos cuenta que necesitamos tener otras ilusiones. Será porque la esperanza es como un árbol en flor y también frondosamente verde que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones así éstas sean sólo ilusiones perdidas. 

Y es que algo que he aprendido es que nuestra experiencia (aquella que nunca es un fracaso porque siempre nos demuestra algo) se compone más de ilusiones perdidas que de sabiduría adquirida. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque saber mucho da ocasión de dudar más. Será porque la duda es la madre del descubrimiento porque para investigar la verdad es preciso dudar, así sea de todo. Quizá porque la duda es más apasionante que solamente creer ya que creer todo a pie juntillas resulta ser tan monótono como el color gris. Y es que la falta de cromatismo nos vincula al aburrimiento, apatía, falta de ambición, falta de fuerza y capacidad de lucha. Por este motivo, pinto mi vida de colores. Pues bien, la pinto con uno de mis colores favoritos, el verde, no sólo por simbolizar bienestar, felicidad y salud, sino por conectarnos con la estabilidad y la armonía, y porque lo asociamos con el renacimiento, la sanación y la protección. 

El color Verde me mira agradecido por preferirlo ahora. Y es que este color es uno de los colores que domina en la naturaleza (junto con el color azul). Cuando pienso en el color Verde Esperanza imagino no sólo montañas, valles, bosques, selvas, pinos, cedros, robles, castaños, eucaliptos, palmeras, cáctus, etc. Pienso también en ranas, saltamontes, orugas, loros, iguanas o en la boa esmeralda. Con el color Verde me invade una sensación de tranquilidad y paz. Es más, estar en contacto con las plantas y árboles nos ayuda a aliviarnos del estrés. Demás está decir que el verde predomina en numerosas hierbas aromáticas y curativas que previenen y curan enfermedades. 

Definitivamente, en este momento, el color verde me gusta mucho aunque algunos se pongan verdes de envidia al asociar este color al liderazgo, a los pensadores estratégicos, a personas independientes y tercas al basar sus decisiones en hechos, además de ser conciliadores y pacifistas. Sí, es el Verde Esperanza con el que deberíamos pintar a la humanidad entera, sobre todo, sosteniendo un trébol de cuatro hojas entre nuestras manos. ¿Y sabes por qué, querido lector? Pues, porque cada hoja representa uno de los cuatro componentes básicos de la felicidad. Y son: Amor, Fe, Suerte y nuestra querida Esperanza. 

Antes de terminar, te hago saber que a esta última me aferro porque así el mundo se acabara mañana, plantaría un árbol. ¿Y tú, querido lector? El árbol  no sólo significa vida. También es la conexión entre el cielo y la Tierra, entre lo divino y lo humano. Allí donde no entra en juego no sólo el color Verde Esperanza, sino, más bien, la Divina Esperanza o Esperanza Divina porque ésta es como un faro, p.e., en la música, al ofrecernos consuelo y fortaleza en momentos de incertidumbre. Recurro a ella porque expresa fe y optimismo al igual que mi querido Verde Esperanza.

MARiSOL


miércoles, 12 de junio de 2024

Los hilos del mundo

 


Apartarnos de la realidad (muchas veces altiva, voraz, enigmática y hasta calculadora) no podemos aunque quisiéramos. Sólo por momentos lo logramos sea p.e. trabajando o entreteniéndonos con nuestros pasatiempos. Somos como héroes caídos tratando de hacer un alto ante la realidad no sólo por sentirnos huérfanos de toda felicidad, sino por esa sensación de derrota incrustada en nuestras almas por ver a una fuerza mayor, tan oscura como la noche, moviendo los hilos del mundo. Es como un gigantesco titiritero que nos mueve a su antojo provocando desórdenes en todo el mundo en la ilusión de que luego podrá frenarlos o encauzarlos según sus deseos. Mas, ¿dónde quedaron nuestros deseos? Quizá no existan como tal porque la vida no está hecha de deseos, sino más bien de los actos de cada uno de nosotros. Debe ser cierta esta idea porque cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, pues acaba uno por no saber incluso lo que uno quiere. ¿Y qué es lo que tú quieres, querido lector? Me atrevo a decir que la primera palabra que sale de tus labios es PAZ. 

Sinceramente, yo abogo, más bien, por la palabra: RAZÓN por ser la facultad del ser humano de pensar, reflexionar para llegar a una conclusión o formar juicios de una determinada situación. Y, sin embargo, es triste ver cómo nos jactamos de ser animales racionales, pero,  ¿razonables? Mmm.... Tal vez, excluir la razón como no admitir más que la razón sea una gran equivocación aunque la verdad si no chocamos contra la razón, nunca llegaremos a nada, a ningún lado así ésta obre con lentitud.  ¿Y sabes por qué, querido lector? porque la razón necesita no solo de la fé para salvarse y salvarnos, sino es necesaria también para sopesar las probalidades en la balanza de nuestros deseos así como llegar a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan.

En mi modesta opinión pienso que la razón se compone de dos verdades: la que hay que decir y la que hay que callar porque todo lo racional es real y todo lo real es racional. Y si la razón va de la mano del corazón, mejor, porque el corazón tiene razones que la razón ignora. Por este motivo hay momentos donde los hilos del mundo tiemblan, aunque sea por pocos instantes, porque las manos del titiritero son las que realmente tiemblan, dudan.... Y es que mientras la razón se hace adulta y vieja, el corazón permanece siempre niño porque desea conservar su inocencia... esa inocencia, que muchos piensan que es un lujo que uno no se puede permitir porque la realidad te despierta a bofetadas.
 
- ¡Ay! Pero nosotros, cual títeres, tenemos alma - le grito enervada al titiritero - Es más, podría ayudarte a encontrar tu propia alma, si quisieras. Pero, el titiritero me ignora porque sabe que los títeres como yo podemos hacerle hacer cosas a él que ni siquiera se le habían ocurrido hacer. Y es que los títeres tienen su propio carácter y personalidad más allá del que mueve los hilos. Por este motivo debemos hacernos la pregunta: ¿Quién manipula a quién? En la vida pasa lo mismo. Muy pocas veces tenemos consciencia de saber qué parte de nosotros está manipulando nuestras palabras, emociones, pensamientos, etc.

Si bien me doy cuenta que muy por encima de mi cabeza hay un manipulador moviendo los hilos no sólo de mi vida, sino de la tuya también, ¿cómo hacer para sentirnos libres de tanta presión emocional, miedo ante las guerras que bailan sin ton ni son y nos obligan a tomar partido y terminamos peléandonos unos con otros?  Por un momento, me imagino trepando por los hilos y matando al titiritero para poder ser libre. Sin embargo, la idea la descarto por ser vengativa. Pero, ¿cómo romper estos hilos que nos mueven? Y es que siempre aparecen nuevas manos invisibles dispuestas a tejer nuevos hilos.
 
Realmente somos seres frágiles  por vivir en un mundo que no siempre controlamos. Lo mejor es esforzarnos en controlar nuestra propia vida así como el titiritero trata de controlar a sus títeres. Quizá hay que aprender a escuchar los signos o señales que nos da la vida y estar preparados para lo que venga (sea lo que sea) y la mejor manera es viviendo en el aquí y ahora, en el presente, mientras como los niños nos emocionamos frente a un títere porque nos reconocemos en él. Será porque la infancia tiene algo de sagrado. 
 
El titiritero me mira con odio como un perro rabioso. Y por más que él mueva sus hilos y zarandee de un lado a otro mi alma, lucharé desde mi trinchera pero sin lamentarme porque de nada sirve lamentarnos de los tiempos en los que vivimos. Pero, ¿cómo? Tal vez intentando comprender que no soy un personaje de tragedia aunque en el camino sea audaz intentándolo todo mas no consiguiéndolo todo. Mejor así, porque quien todo lo quiere, todo lo pierde. Lo único que queda es el amor porque es todo lo que realmente existe y porque el amor lo toma no sólo todo, sino que todo lo da por más que el titiritero se esfuerce como un necio en seguir moviendo los hilos del mundo así no sepamos realmente quién es el titiritero, mas intuimos quién está detrás y es aquella persona (o grupo de personas) que tiene la fuerza y poder necesarios  para totalizar a las personas. 

Pero, ¿quién diablos mueve los hilos del mundo de forma directa sin salir a escena? Sólo vemos a grandes grupos de poder, cual unidades administrativas y cual coaliciones secretas, que mueven los hilos en su lucha por la hegemonía global. Su manipulación no tiene límites y está orientada a la formación y redirección de la voluntad colectiva de las distintas sociedades que tiene nuestro mundo. Su manipulación va más allá de toda explicación asistida de la razón porque lo único que quiere es que la realidad se esconda tras la apariencia. ¿Y sabes por qué, querido lector? porque la apariencia es la que se impone como la verdad oficial mientras se oculta la verdadera verdad al que nosotros, los títeres, no podemos tener acceso por ningún motivo. Y por este motivo, debemos rebelarnos porque la insurrección es el acceso de furor de la verdad. Y mientras pienso esto último que acá escribo, nosotros, los títeres, sabemos que, a veces, la insurrección puede volverse resurrección para podernos liberar de los hilos que nos mueven y mueven a nuestro mundo porque es obvio que el mundo se está yendo al carajo y la única oportunidad posible es que intentemos prevenir que sea así.

El titiritero ya no me mira con rabia, sino que suelta una carcajada, pero su risa no es contagiosa. Todo lo contrario, da miedo. Y mientras él se ríe, y nosotros tratamos de descifrar quién es el titiritero, él pacientemente sigue moviendo como le dá la gana los hilos del mundo, y de paso, a nosotros también.

MARISOL



viernes, 7 de junio de 2024

En primera fila

 


Iris sabe que los recuerdos son como sombras fieles que van de la mano de su memoria, ese paraíso donde ni ella, ni tú ni yo podemos ser expulsados. ¡Ay! los recuerdos son como equilibristas actuando entre brisas y tempestades  sobre un inmenso escenario de dementes. Será por este motivo que al nacer lloramos por saber a dónde venimos. Llegamos a un mundo que podría ser mejor y más bello y, sin embargo, nos encontramos, por fuerza mayor, en un territorio impenetrable y hostil donde el amor queda fuera así él le muestre el trasero al mismísimo poder... a ese poder carente de moral pero que se deja llevar para pasar a la embriaquez, al exceso ante nuestros atónitos ojos y atentas orejas. 

¿Será que el amor está de vacaciones o, acaso, está fuera de combate? se pregunta Iris. El amor sabe que aunque desafíe al poder, sobre todo, cuando todos quieren ser amos y ninguno dueño de sí mismo, también sabe lamentablemente que no todas las guerras tienen el cielo de su parte porque quien al cielo escupe, en la cara le cae y, finalmente, tarde o temprano cae de rodillas nuestra alma, sobre todo, cuando ciertos pensamientos nuestros se convierten en plegarias sea cual fuere la actividad que realicen nuestros cuerpos.

En este momento, Iris de la mano de sus recuerdos, recorre, cual gran equilibrista, sus tres tiempos por considerar al pasado con respeto y el presente con desconfianza, sobre todo, cuando se pretende asegurar nuestro esperado porvenir.  Pero, ¿qué está por venir? Más bien, Iris no desea hacerse esta pregunta indiscreta. Desaría más bien conocer la respuesta. Aunque ¡ojo! si ésta fuera blanda,  quebraría, para alegría de todos, a la ira en mil pedazos. Mas una contestación dura excitaría al furor. Su cólera exaltada no tendría límites porque se vengaría de todos nosotros, cual espectadores ante una pésima obra de teatro. Iris sabe que ni las pifias ni las protestas servirían de nada porque no ser nada y no amar nada, es lo mismo, al fin y al cabo.

Quizá deba Iris abandonarse a un sopor profundo y benéfico para despertar en otro mundo donde no se vista tan sólo de tristes sucesos. Ella busca un lugar de reposo que la cobije de tanta incertidumbre por no saber qué cantidad pueda ella seguir soportando mientras siente cómo ella se tambalea por no saber a qué agarrarse para seguir hacia adelante. Y es que delante suyo está el escenario. Sobre éste hay un velorio puesto en escena donde si bien no existen realmente ni muertos ni deudos, sin embargo, las notas necrológicas alrededor del mundo podrían ser incontables. Éstas poblarían el universo como estrellas. ¡Ay! si conociéramos el verdadero fondo del sentido de la vida tendríamos compasión hasta de ellas. Iris se pregunta si algún día encontrará la suya. Si fuera así estaría yo en primera fila para felicitarla porque ella insiste en hacerme saber que nació con una estrella pintada en su alma y no nació estrellada. 

Y tú, querido lector, ¿estarías en primera fila para aplaudir no sólo a tu alma, sino también para aplaudir al destino del mundo? Y es que el mundo es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten. ¿Y sabes por qué, querido lector? porque el mundo no es un espectáculo, es, más bien un campo de batalla. Iris me mira y me pregunta si yo soy capaz de resistir a tanto dolor o si prefiero abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Mi respuesta es que cada uno de nosotros lucha, a su manera, para ser feliz en el gran teatro de la vida. 

Como a Iris no le convenció mi respuesta del todo, me dijo que mientras los débiles no luchan, los más fuertes luchan quizá una hora, pero los que aún son fuertes, luchan un par de años. Pero los más fuertes de todos, luchan toda su vida, pero no para abrirse a codazos o haciendo daño a otros cueste lo que cueste, sino la mejor lucha es combatir lo peor de cada uno de nosotros, nuestros vicios, malos pensamientos y malas intenciones. Sólo así estaría ella en primera fila para aplaudirnos no sólo a mí, sino también a ti, querido lector.

MARiSOL


miércoles, 5 de junio de 2024

Machu-Picchu y yo

 

Mientras voy anotando concienzudamente en mi mente las Maravillas del Mundo, veo cómo éstas se multiplican al azar, quizá por ser éste el seudónimo de Dios al no querer poner su firma. Y es que Él sabe que en este mundo moderno en el que vivimos ya no hay sólo siete Maravillas, sino muchas más... Empecemos a nombrarlas: La gran Muralla (China), Petra (Jordania), Cristo Redentor (Brasil), Machu Picchu (Perú), Chichén Itzá (México), Coliseo Romano (Italia), Taj Mahal (India), Pirámides de Giza (Egipto), Jardines Colgantes de Babilonia (Irak), Templo de Artemisa (Turquía), Coloso de Rodos (Grecia), Faro de Alejandría (Egipto), Isla de Pascua (Chile),  Cataratas del Iguazú (Brasil y Argentina), Las Torres Petronas (Malasia), Ópera de Sidney (Australia), Torre Eiffel (Francia), Guerreros de Terracota (China), Estatua de la Libertad (EEUU), Burj Khalifa (Emiratos Árabes Unidos), Puente de las Manos (Vietnam), La Sagrada Familia (Espana) y un larguísimo, por no decir un infinito,  etcétera.

Hermoso sería si la humanidad (cansada de soportar tanta realidad violenta) cimentara una genuina amistad con el mundo (creado por manos divinas) para ser recreado no sólo en nuestra imaginación así tengamos la facilidad de sacar de la nada un mundo increíble y maravilloso como algunas de las maravillas nombradas. Me imagino por ser más importante la imaginación que la lógica ya que ésta es buena para razonar pero mala para vivir.

Buenos amigos deberíamos ser y tratarnos de manera poética para evitar que todas las maravillas del mundo estén expuestas no sólo a tanta basura, suciedad y contaminación ambiental ... Mi idea no es desproporcionada, sobre todo, cuando veo como muchos de nosotros estamos secos por dentro y no estamos dispuestos a reconocer al milagro, sobre todo, cuando constatamos que hay dos maneras de vivir la vida. Una como si nada fuera un milagro y la otra como si todo fuera un milagro.

Definitivamente el mundo reclama clemencia porque desea preservar no sólo estas maravillas, sino otras más donde se incluyen maravillosas obras literarias, musicales, científicas, tecnológicas, etc. Sólo pueden seguir siendo creadas por el ser humano si desea también conservarlas y quererlas. Esto es lo que deberíamos hacer la mayoría aunque una minoría esté empeñada en la tarea de destruirlas abusando de su inteligencia de manera equivocada y diabólica. 

Es así como a lo lejos a Machu-Picchu (una de las siete Maravillas del Mundo Moderno desde 2007) lo escucho llorar mientras entre lágrimas me dice que las obras del hombre superan a cada uno de nosotros, incluso aunque se trate de un genio. Es más, me recalca que hay algo sobrehumano en la capacidad de creación del ser humano cuando se deja llevar por buenos sentimientos. Es como si hubiera algo de sobrehumano en el hombre cuando la voluntad y la pericia van de la mano para crear obras maravillosas. 

Después de escuchar a Machu-Picchu y darle la razón, debería yo hacerme la pregunta: ¿De dónde procede la inteligencia? Pues, pensar que la propia inteligencia procede de uno mismo es negar a nuestro Creador. ¿Y sabes por qué, querido lector? Porque las maravillas del hombre son, al fin y al cabo, espejo de las maravillas de Dios. Es como un gran espejo mágico donde toda la creación pura y cristalina del ser humano se refleja sin interrupciones cuando desea ser sublime porque lo sublime es un bien común, un bien, mejor dicho, un tesoro para toda la humanidad.

MARiSOL