sábado, 19 de noviembre de 2016

Entre recuerdos y olvidos

Bildergebnis für mujer escribiendo laptop

Hace un rato atrás mientras me encontraba sentada delante de mi laptop, de pronto, de mi cerebro, salieron en bloque y se colocaron en fila india delante de mi escritorio, miles (por no decir, millones) de recuerdos. También salieron en bloque los olvidos aunque la fila no era muy larga. Pues  bien, de esta fila, se hizo a un lado, un olvido y después de dar un paso hacia adelante y colocarse delante de mi escritorio, mientras me miraba con sus ojos tristes, me preguntó:
- ¿Por qué me has olvidado? Yo no quiero pertenecer al bloque de los olvidos. Yo quiero ser, más bien, uno de tus más lindos recuerdos. Su voz tenía un ligero reproche aunque no me la alzó en ningún momento.
Yo, un tanto desconcertada por su pregunta le respondí:
- Para ser sincera, si te coloco en mi bloque de recuerdos, en lugar de sentir alegría, voy a sentir pena. Y no quiero.
- Pero, ¿por qué? - me preguntó intrigado este olvido.
Mi respuesta no se hizo esperar y mientras me levantaba de mi silla, me arrodillaba ante él, le dije al oído, porque no quería que ni los recuerdos ni los olvidos me escucharan:
-  Recordar es fácil, pero querer olvidar, no, sobre todo, cuando el amor es una ardiente llama que se quiere olvidar de todo. 
Después de decirle estas palabras, mi querido olvido se puso a llorar y para que nadie lo viera, salió corriendo de la biblioteca y se escondió de la vista de todos, pero no de mí.   

Después de un rato, al ver que este olvido no aparecía, me levanté de mi escritorio y al encontrarlo escondido detrás de un sillón, me pidió en susurros que lo dejara vivir conmigo, que no me molestaría para nada. Tanta fue la pena que sentí al ver el fondo de su mirada, llena de infinita tristeza, que decidí dejarlo estar a mi lado. Y como yo era la única que lo podía ver, su presencia no incomodaría ni a mi esposo, quien vivía junto conmigo, ni a mis hijos ni a mis amistades cuando llegaran de visita. 

Es así que cuando pedí tanto a los recuerdos y a los olvidos que volvieran a desaparecer de mi vista mientras mantenía escondido a mi querido olvido, todos ellos se rebelaron y se negaron a hacerme caso mientras gritaban enardecidos:
- El pequeño olvido llorón también tiene que presentarse a su fila. ¡O nos vamos todos o ninguno!
Al ver que yo estaba en problemas, le pedí a mi querido olvido que no podía quedarse a vivir conmigo. Y como él se negaba a dejarme, vinieron dos olvidos grandes y fuertes y lo colocaron a la fuerza en su fila mientras lo mantenían sujeto de ambos brazos. 

Yo, con mucha pena, cerré los ojos, mientras todos los recuerdos y olvidos se metían a mi cerebro. Cómo lo hicieron, es difícil de explicar. Lo único que te puedo decir, querido lector, que antes que todos desaparecieran de mi vista, el querido olvido me pidió que no quería estar confinado sólo en mi cerebro. Al escuchar mi corazón sus palabras, le dijo que le daría alojamiento. Por suerte, tanto los recuerdos como los olvidos no pusieron ninguna objeción. Lo importante era que no se quedara a vivir conmigo.

Pues bien,  he de mencionar que desde que este olvido vive en mi corazón, vive contento porque se ha dado cuenta que cuando el amor es corto, el olvido resulta ser muy largo. Por fin, él entendió que lo único que yo he estado haciendo, desde hace muchos años, es no recordarlo, sino olvidarlo, justamente porque no lo he dejado de querer. Si bien se dice que nosotras, las mujeres, como yo, vivimos sólo de recuerdos y los hombres de olvidos, yo me atrevo a decir que esta teoría no es verdadera del todo, porque cuando uno ama de verdad, prefiere no recordar siempre a la persona amada  porque el verdadero amor supone también saber renunciar ante la propia comodidad personal de querer sólo recordar(lo).


MARiSOL







La tierra del olvido
Carlos Vives

Como la luna que alumbra
Por la noche los caminos
Como las hojas al viento
Como la tierra a la lluvia
Como el mar espera al rio
Asi espero tu regreso
A la tierra del olvido

Como naufragan mis miedos
Si navego tu mirada
Como alertas mis sentidos
Con tu voz enamorada
Con tu sonrisa de niña
Como me mueves el alma
Como me robas la calma

Tu tienes la llave de mi corazon
Yo te quiero
Mas que mi vida porque sin tu amor
Yo me muero (bis)

Como la luna alumbra
Por la noche los caminos
Como las hojas al viento
Como el sol que espanta el frio
Como la tierra a la lluvia
Como el mar que espera al rio
Asi espero tu regreso
A la tierra del olvido

Tu tienes la llave de mi corazon
Yo te quiero
Mas que a mi vida porque sin tu amor
Yo me muero (bis)
Yo me muero (4 bis) 


Un hermosa canción dedicada a Colombia

martes, 15 de noviembre de 2016

Pescando deseos


Si bien no estoy segura desde cuándo se usa la costumbre de pedir un deseo cuando uno ve una estrella fugaz,  lo único que sí sé es que en latín hay tres términos para decir estrella y son: Stella, Astrum y Sidus o Sideris. Pues bien, cada palabra tiene un significado. La primera significa una estrella aislada, la segunda es cualquier cuerpo celeste y la tercera está relacionada con una constelación de estrellas que forman una figura. 

Bien, me pregunto que sería de mí si yo me pusiera a pescar estrellas y cada una de ellas me hiciera realidad mis deseos, me pregunto si mi mundo dejaría de ser imperfecto. Mas no sé si tanta perfección me haría feliz del todo. Así me encontraba yo pensando esta idea cuando llegué a un puente mágico; para mi sorpresa ví a mucha gente pescando estrellas. Todos, de alguna manera, querían hacer realidad sus deseos, unos más grandes que otros.

Como yo no tenía una caña de pescar, retrocedí y regresé al centro de la ciudad a comprarme una, pero para mi sorpresa ya no quedaba ninguna. Así que resignada regresé al puente mágico a ver como otros hacían realidad sus más caros deseos mientras yo sólo los observaba. Sin embargo, después de un rato se me acercó un anciano y me dijo que él tampoco tenía una caña de pescar, pero me animó a que tratara de pescar con mis dos manos por lo menos una. Pues, bien, en el momento que atrapé una estrella pequeña, no me dolió tanto como cuando pesqué una estrella grande. No sólo tenía que hacer un esfuerzo por sostenerlas, sino que las manos me quemaban.

No contenta con lo que estaba haciendo me quejé diciéndole al anciano que no me parecía justo que otros las pudieran pescar sin quemarse las manos y encima poder hacer realidad sus deseos a lo que el anciano me contestó:
- La diferencia entre tú y los demás es que los otros no luchan por sus deseos, es como si fueran al supermercado y pidieran un kilo de naranjas, por ejemplo. Tú, en cambio, estás luchando por hacer realidad tus deseos. El hecho que te quemes las manos es porque estás realmente haciendo lo indecible por hacer realidad tus deseos.
- Pero, siento que me abandonan las fuerzas porque siento mucho dolor - le contesté al anciano entre lágrimas.
- Que no decaiga tu ánimo, que no te abandonen las fuerzas - me dijo el anciano y luego siguió hablando - Yo te puedo dar un ungüento contra las quemaduras. Puedes seguir pescando estrellas hasta completar todos tus deseos haciéndolos realidad.
Yo, la verdad, que sentía tanto dolor en las manos (realmente me quemaban y tenía grandes ampollas en ellas y mis dedos estaban hinchados y en carne viva) que desistí de seguir pidiendo deseos. Después de contemplar mis manos, miré al anciano y él me dijo que lo disculpara pero que me había tendido una trampa.
- ¿Cómo? ¡No entiendo nada! - le dije desconcertada.
- En el fondo, lo que yo quería - me dijo dulcemente el anciano - era que tú no abandonaras tu deseo de lucha. Sobre todo, cuando se trata de luchar contra una parte de sí mismo. Esto hace que sólo uno así se convierta en un verdadero ser humano cuando uno supera todos estos combates que la vida nos trae sin estar pidiendo sólo deseos. Cuando uno aprende a luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza y sabes salir adelante, entonces perteneces al club de los más fuertes porque sólo ellos saben luchar no una hora o un año, sino toda una vida sin estar cómodamente pescando deseos. Lo importante es ir a por ellos con tu propio esfuerzo. Luego de decirme todo esto, desapareció el anciano entre las estrellas y mis manos dejaron de dolerme. Sabía que mi lugar no era quedarme sólo en este puente. Tenía que seguir caminando con la vida sin quedarme paralizada solamente en un lugar pescando deseos.


MARiSOL






miércoles, 2 de noviembre de 2016

El Otoño y yo




Nuevamente el Otoño ha llegado a mi lado para regalarme un poco de su  dulce melancolía, la cual no estoy segura de querer aceptar. Y cuando él también me quiso regalar sus recuerdos, le dije nuevamente indecisa que yo no sabía si los quería porque existen unos recuerdos que son dolorosos y otros que son agradables. Cuando le pregunté si yo podía escoger, el Otoño me gritó desafiante que yo soy una cobarde.
Al responderle, un tanto enfadada, que no entendía por qué me decía esto, el Otoño me hizo saber que si yo no quería ni un poco de melancolía ni tampoco recuerdos, entonces, ¿qué pretendía yo? Acaso, ¿ir por la vida sin Otoño?
Al no saber qué contestarle, él me interrumpió diciéndome:
-  Tú sabes que en esta época del año los árboles pierden primero su color verde, luego cambian de color sus hojas y finalmente la energía que antes se concentraba en éstas se recoge hacia las raíces para mantenerse durante los meses fríos.
- Lo sé - le respondí tan seca como una hoja otoñal  - pero es que ...
- ¿Qué? - me retó el Otoño enervado. 
- ¡Déjame hablar! - exclamé - ¡Y no me interrumpas!
- Bien, entonces te escucho - me respondió el Otoño -  Soy todo oídos.
- Pues, para mí el Otoño  representa la vejez en sentido figurado.
- Entonces ¿tú me temes? - me preguntó el Otoño. 
- Sí,  porque me recuerdas que soy igual de frágil que una hoja cuando se seca y cae al suelo.
- Tú te sientes hoja porque quieres - me respondió desafiante el Otoño. Tú podrías escoger ser árbol, si quisieras. Si aprendes a concentrar tu energía positiva en la raíces de tu alma, puedes mantenerte fuerte durante los meses fríos para evitar que tu alma se congele de tristeza.  
- Aunque quiera ser árbol, nunca lo seré - le respondí un poco molesta. No viviré eternamente. Los árboles pueden vivir cientos o miles de años como el árbol viviente más viejo del mundo, una pícea, que se cree nació hace 9 mil 950 años, durante la era glacial y se encuentra en Suecia. Si bien la parte visible del árbol tiene 600 años, su raíz ha estado viva por casi 10 mil años.
- Pienso que tú naciste no para ser hoja, sino para ser árbol, ¿sabes? - me hizo saber el Otoño. Y si bien es cierto que tú no vivirás ni cientos ni miles de años, tú sí puedes  ser fuerte como un árbol hasta el último mes de tu vida, si así lo deseas, sobre todo, al desafiar a los grandes y pequeños problemas que la vida nos trae. Es solo una cuestión de actitud - me contestó serio el Otoño.
- Esta respuesta tuya ahora sí me convence - le respondí y luego de despedirme de él, seguí mi camino con paso firme mientras pisaba las muchas hojas caídas de mi vida. 

MARISOL

 


Imagen sacada de bing