miércoles, 29 de octubre de 2014

La sorpresa del unicornio

 
Vine a visitar a mi amiga Eloísa después de muchos meses de no hacerlo. Ella se alegró que le trajera flores. Después que ella me indicara donde había un florero  (en el pasillo encontré uno vacío con agua), regresé a su habitación con el florero y mis flores. Luego de un rato de estar en silencio, ella me pidió que yo abriera su ropero.
- Te tengo dentro de él una sorpresa - me dijo Eloísa muy contenta.
-  Sólo veo tu ropa bien ordenada, unas toallas y zapatos - le comenté a mi amiga..
- ¿Nada más? - me preguntó sorprendida Eloísa. 
- Pues, ¿que esperas que yo vea? - le pregunté amablemente.
- Un unicornio blanco diminuto. ¿Sabes? Él me protege de espíritus malos que habitan mi dormitorio. ¡Mira bien! - me dijo Eloísa un tanto nerviosa y agitada. Él tiene que estar allí. No puede haberse escapado.
Al abrir yo el ropero nuevamente le dije que ya lo había visto y que el unicornio era hermoso.
Eloísa sonrió complacida y me dijo:
- Ese unicornio es mi amuleto de buena suerte. Además, él tiene una fuerza sobrenatural que me la transmite, sobre todo, de noche cuando vienen a visitarme  el hombre de dos cabezas y la mujer serpiente que me sugieren que salte por la ventana. 
- Tú no les hagas caso, Eloísa - le dije a mi amiga. Recuerda que tú estás en un cuarto piso y si te tiras por la ventana, te matas.
- Lo sé - me contestó Eloísa.  Pero hay noches que cuando mi unicornio se queda dormido, él no me puede proteger como yo quiero. Y entonces, me toca luchar sola contra mis dos enemigos. No soporto sus voces y las cosas que me susurran al oído. ¡Los odio! ¡Los odio!
- Pero, tú no estás sola. Puedes llamar en cualquier momento a una enfermera para que te ayude - le dije seria a mi amiga. 
- Cuando la llamo, llega ella siempre con un vaso  y una pastilla. Quiere envenarme porque no le gusta que yo grite cual loca histérica.
- ¿No crees que ella te quiere ayudar, más bien, para que tú puedas dormir? Además, es mejor que duermas porque tú sufres de insomnio por lo que me has comentado por teléfono - le dije a Eloísa.
- Yo creo que son las enfermeras de acá que le dan esa pastilla también a mi unicornio para que él se quede dormido y así yo sienta mucho miedo cuando vienen esos dos enemigos míos a buscarme. Al final, las enfermeras no me entienden. Tú tampoco - dijo molesta Eloísa.
Después de escuchar sus palabras, sonó mi celular. Tenía que regresar urgentemente a mi consultorio. Así que me tocó despedirme de mi amiga prometiéndole que regresaría en una semana con una sorpresa. 
- ¡No te creo! - gritó Eloísa. Tú eres igual que los demás. Te quedas sólo unos pocos minutos porque me tienes miedo ya que soy una ezquizofrénica paranóica. ¡Véte! ¡Lárgate! 
Nos miramos en silencio. Luego salí rápido de su habitación y fuí antes de regresar a mi consultorio a hablar con el director del establecimiento. Hablamos de colega a colega. No sólo me puso al tanto del estado mental de mi amiga y de los remedios que ella toma y del tratamiento que hace, sino que él está de acuerdo que yo regrese con mi sorpresa en una semana.

Pues bien, Amalia regresó a visitar a su amiga Eloísa como prometido. Amalia no vino sola. Trajo a un amigo pintor y, no precisamente, de brocha gorda. Aprovechando que Eloísa se encontraba en su clase de costura y que luego salía al parque del establecimiento para ayudar a decorarlo más bonito junto con otros pacientes a los que les gustaba la jardinería, Víctor, el amigo de Amalia, se puso a pintar un unicornio grande en una pared del dormitorio de Eloísa. Y como Víctor es un experto en pintar caballos no se demoró en pintarlo, hasta agregó un arcoiris y flores a su pintura.

En cuanto Víctor terminó de pintar, yo dejé una carta sobre la mesa de noche de mi amiga que decía así:
Querida Eloísa:
Tú sabes que yo miedo de ti no tengo. Y también sabes que yo quiero ayudarte. Espero que te guste mi sorpresa. Un amigo pintor es el autor de este hermoso unicornio.  Espero que este otro animal, más fuerte y más grande, ayude al unicornio pequeño a espantar a tus dos enemigos. Te llamo más tarde. 
Un beso,
Amalia 




Al entrar Eloísa a su habitación lloró de alegría y agradecimiento. Se daba cuenta que el mundo al cual pertenecía su amiga Amalia, enfermeras y doctores, era un mundo mejor que el otro mundo donde ella vivía. Sus unicornios la ayudarían no sólo a combatir a sus dos enemigos, sino a encontrar la salida del laberinto donde ella se encontraba hacía ya tiempo. ¡Ay! suerte le deseo a Eloísa para que pueda recuperar del todo su salud mental.


MARISOL





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