domingo, 15 de octubre de 2017

Los cinco puntos de encajes




Si bien Elsa no sabía que punto de encaje usar para hacerse un vestido, un sombrero y guantes y luego un mantel para la mesa de su sala, ella no sólo era hábil con sus manos, sino que era muy creativa. Mucha gente amiga le había sugerido que hiciera de su pasatiempo un negocio, pero Elsa amaba su trabajo de farmacéutica y sólo en sus ratos libres se ponía a tejer, unas veces, y otras a bordar. Ella sabía muy bien por qué. Si bien le fascinaba tejer y bordar, algunas veces, le resultaba extenuante ... Ya sabrás por qué.

Pues bien, Elsa antes de empezar a tejer a ganchillo (empezaría primero con su vestido), los cuatro puntos de encaje hicieron nuevamente su aparición cual grandes "divas". Siempre era lo mismo; se peleaban entre sí porque cada uno de ellos no sólo quería destacar más que los otros, sino porque ellos querían estar en manos de la bella Elsa de manera exclusiva. 

Es así como el punto de Venecia empezó con su discurso de siempre:
- ¡Elsa, ténme presente en primer lugar! Tú bien sabes yo me hice conocer en los mercados de Europa desde hace siglos; aparte yo soy el que más influencia he tenido en los talleres europeos.

Y mientras Elsa asentía pacientemente, el punto de Malinas, agitado se hizo también escuchar diciendo que él floreció en Malinas, en la provincia de Amberes, región de Flandes. Por este motivo, también era conocido como el punto de Flandes. Se distinguía por sus mallas de orificios redondos o hexagonales y por sus flores y hojas naturales que se bordean con un hilo más grueso pero sin relieve y ...

- ¡Calláte! - gritó el punto de Alenzón. Elsa tuvo que intervenir, como siempre, y poner orden en la conversación un tanto violenta que se estaba dando. Ella le pidió a este punto que hablara, pero de manera comedida.

Como no tenía otra opción, el punto de Alenzón, conteniendo su rabia, dijo con falsa voz que él también era conocido como el punto de Francia. 

Después que el punto de Alenzón dijera estas palabras, el punto de Venecia intervino disgustado interrumpiéndole:
- ¡Yo soy más antiguo que tú porque recién desde el siglo XII tú me ha venido imitando al trabajar los encajes en diversas poblaciones de Francia, sobre todo, en Alenzón (Alençon)!

- ¡Calma, por favor! - intervino Elsa ante estos puntos de encaje un tanto caprichosos y engreídos.

El punto de Alenzón conteniendo su rabia, hizo un esfuerzo por hablar tranquilo haciéndole saber al punto de Venecia que existe una pequeña diferencia entre los dos porque él procuraba siempre en dar más precisión y naturalidad al dibujo. Con estas palabras el punto de Alenzón hizo callar del todo al punto de Venecia.

Cuando Elsa pensaba que ya reinaba tranquilidad en su departamento, salió a relucir el punto Colbert. Este punto de encaje no sólo se destacaba por ser llamado así en memoria del ministro de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert, porque favoreció la industria del encaje en Francia desde 1661, sino porque también tuvo un gran desarrollo en Alenzón y otras ciudades francesas. Aparte que se caracteriza, hasta el día de hoy, por el gran relieve de sus dibujos. 

Elsa asintió. No había más que agregar. El punto de Alenzón tenía razón.
Y cuando Elsa respiraba más tranquila, hizo su aparición en escena el punto de Bruselas:
- ¡Déjense de tanta palabrería! - dijo con voz firme este punto de encaje. ¡Elsa, tómame a mí entre tus manos! Tú bien sabes que yo me caracterizo no sólo por la finura del hilo que procede de un lino especial, sino porque tiendo a la naturalidad en las figuras y motivos vegetales. ¡Yo soy el más lindo de todos! 

Elsa, cansada de toda esta conversación, les dijo que si seguían así de majaderos, no volvería ella a tomarlos a ninguno de ellos entre sus manos. Después, de un silencio y de ver las caras consternadas de los cuatro puntos de encaje, ella  sintiendo compasión por cada uno de ellos les dijo que a todos tomaría en cuenta, pero ¡ojo! nada de rivalidades. Además, Elsa les hizo saber que sin los hilos (de seda o lino) los cuatro puntos de encaje no podían lucirse. Por suerte, entre la seda y el lino no hay rivalidades. Al decidirse Elsa en usar lino y no seda porque ésta le resulta muy cara, los cuatro puntos de encaje aceptaron el trato que les proponía Elsa un tanto avergonzados del papelón que habían hecho ... como siempre.

Antes ya de terminar, te hago saber querido lector, que los cuatro puntos de encaje, después de esta conversación, decidieron respetarse unos a otros aún siendo rivales, y aprendieron a no verse nunca más como enemigos entre ellos. Habían, por fin, entendido que de la rivalidad nociva no puede salir, de las manos de Elsa, nada hermoso.

MARiSOL