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- El mundo de los adultos tiene dos caras, el bueno y el malo. Y tú tienes que aprender a vivir con ello. Pero no vivas con miedo; más bien piensa en hacer de tu vida un ejemplo para los demás - le dijo su amigo, el oso de peluche.
- Por el momento, quiero disfrutar de mi infancia - le contestó Olga.
- Eres privilegiada. Otros niños como tú tienen que trabajar desde temprana edad, por ejemplo, para ayudar a sus padres - le dijo el oso y luego continuó hablándole a Olga - Ahora mientras tú eres niña no tienes necesidad de adquirir responsabilidades, pero a medida que vayas creciendo vas a a tener que aprender a asumirlas.
- ¿Y si yo no quiero? - le preguntó Olga.
- Yo no creo que tus padres quieran criarte como una incapaz que no sabe enfrentar por sí misma las dificultades que te puede traer la vida y tampoco creo que ellos acepten tener siempre que resolver tus problemas.
- No me hace gracia lo que dices - le dijo Olga a su oso de peluche.
- Te guste o no, con el tiempo aprenderás a hacerte responsable de tu vida. Aprenderás a enfrentarte a la realidad del mundo de los adultos.
Olga miró a su oso largamente. No dijo nada más. Ella no quiere pensar en el futuro, más bien, ella quiere seguir disfrutando de su presente.
Mientras su oso de peluche sabe muy bien que si bien el crecer es un tránsito doloroso y difícil, yo, como su madre, sé que Olga no sólo abandonará su cómoda inocencia, sino que ella abandonará también a su oso de peluche, dejándolo sentado en alguna esquina de su niñez.
MARISOL
Imagen sacada de Google