domingo, 8 de abril de 2018

Las malas lenguas

 



Las malas lenguas están totalmente alborotadas. Éstas se han reúnido una vez más no sólo para hacer intercambios verbales con cierta crueldad vengativa mientras inventan chismes, sino que éstas se entretienen no sólo en lanzar municiones a diestra y siniesta, sino que se dedican a criticar y hablar mal de otras personas (podrías ser tú, querido lector o yo). ¡Ay! Pero cuando sus argumentos no son consistentes, las malas lenguas se vuelven en personajes patéticos ante mis ojos y me imagino que ante los tuyos también. ¿O no? Al menos que tú dejes que la rabia te consuma y tu sed de venganza crezca minuto a minuto por culpa de ellas. En mi caso no es aí.

En el fondo, las malas lenguas sólo se dedican a descargar sus frustraciones y carencias en otras personas (seas tú o yo) porque nos quieren destruir a como dé lugar. ¡Ay! Las malas lenguas no lo pueden evitar; sus insultos no dejan de ser totalmente aberrantes; por no decir que ellas son bastante insensatas e inmaduras. Para ser sincera ellas son campeonas en soltar bufidos ruidosos carentes de toda cordura y de verdadera dignidad. La verdad que no vale la pena ni responderles. Yo te pregunto si tú eres capaz de quedarte mudo o muda como yo ¿o te da por gritar e insultarlas?

Créeme que lo mejor es ignorarlas. No sé si yo esté errada de pensar así pero pienso que mi silencio siente que se va a quedar sin pudor si cae en ser vulgar y chabacana. Yo prefiero no ponerme a discutir con las malas lenguas, no porque me crea superior. ¡No, nada que ver! Más bien me paro en seco y emprendo la retirada. Y no por cobardía, sino por sentido común porque éste me pide tener un poco de razón y compasión ya que si me pongo a hablar pestes sin ton ni son sobre otros (los conozca o no) como si esos otros fueran unos apestados, es bastante lamentable, ¿no lo crees?

Yo soy de la opinión que me sentiría pobre espiritualmente porque si yo sólo abriera la boca para injuriar a esas otras personas conocidas o desconocidas, la que terminaría realmente apestando soy yo porque ese veneno vendría de las mismas entrañas de mi alma enferma. Y de nada vale tener un alma llena de odio y rencor puesto que si bien es cierto que un cuerpo sano es algo bueno, un alma sana es más lo que toda persona, en su sano juicio, puede desear. ¿Y sabes por qué? Porque cuando hacemos nuestro cielo interno algo hermoso, las malas lenguas quedan fuera de éste ya que no allí tienen cabida alguna porque no pueden volar en éste. Por este motivo, dejemos a las malas lenguas volar por otros parajes que no sean los nuestros.

No sé cuántas malas lenguas me observan milimétricamente en este momento. ¡Qué importa! Lo más importante es no dejarse envolver por ellas, ¿no crees? Pues dejarse envenenar el alma y hacerse dependientes de ellas no es nada saludable. ¿Sabes? No me importa si nadie me entiende y tú tampoco pero buscar excusas no quiero. Simplemente deseo que me dejen en paz de hincharme con injurias, chismes y malas vibras. Me rebelo a envenenar mi alma y no por ser ingenua, sino porque quiero liberar mi alma de tanto bla, bla, bla barato y de bajo calibre.

Las malas lenguas se me quedan mirando. ¿Que debo hacer? ¿Actuar como ellas? ¡No, no puedo! Podré estar molesta con ellas pero prefiero tener otro lenguaje ya que caer en toda clase de desbarres y dislates o acogerme a una manera simplista o carecer de eficaz énfasis retórico sería lamentable. Las malas lenguas piensan así aunque yo misma no lo crea del todo quizá porque el mal uso de las buenas palabras nos muestran la ausencia de lógica con matices de una infeliz ignorancia cuando se trata no sólo de faltas de ortografía no sólo sobre el papel, sino sobre nuestra propia inteligencia cognitiva.
Las malas lenguas me miran nuevamente con rabia porque ellas saben que podemos pecar de arrogantes. Pero bien saben ellas que es todo lo contrario como yo pienso. En un momento de arrebato me gritan a coro:
- ¡Es el internet que por su pereza intelectual y cultural ha hecho perder un mejor lenguaje entre tú y yo!

¡Ay! así ellas escriban bien o no, prefiero no caer yo en el error de tener que tener que corregirlas ortográficamente, sino, más bien, prefiero que no piensen mal de mí aunque yo ya no tenga más ganas de hacerme cómplice de las malas lenguas porque ellas me hacen perder el verdadero significado de las palabras: Barbarismos, desbarres, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas. ¿O acaso tú sabes lo que estas significan? Las malas lenguas dicen que sí aunque yo diga lo contrario.


MARiSOL