miércoles, 19 de septiembre de 2018

A primera vista


Con un cierto respingo Elsa se detiene ante mí por inercia pero con pasmosa tranquilidad ... esa tranquilidad que le pide a ella estar alerta y abierta a la vida y a no dejarse enredar más ni en situaciones poco claras ni en todo tipo de lindeces ofensivas o humillantes. ¡Ya no más! 

De alguna manera Elsa aprende cada día algo nuevo mientras ella se acostumbra, poco a poco, a celebrar la vida a pesar de todo ... ese todo que es la suma de todo o, mejor dicho, de ese momento glorioso que  avanza sin aprehensión alguna y lentamente antes de lo previsto hacia lo imprevisto (ese hecho que no puede conocerse de manera anticipada) mientras ella aprende también a aceptar las consecuencias porque en la vida no hay premios ni castigos, sino, más bien, consecuencias, creo yo.

Veo con admiración que Elsa se está dejando llevar por ese asombro impecable que casi siempre, por suerte, tiene algo bueno que decir. Y aunque Elsa no pueda dejar de pensar en lo que fue y ahora es (quizá porque ella no tiene algo mejor que hacer), ella ha conseguido esconder ese grito contenido que, a primera vista, elevaba antes al cielo mientras ella se preguntaba de manera rabiosa: "¡Dios, ¿y quién me sostiene a mí?!"

Antes de terminar, te hago saber, querido lector, que más nada nuevo he de agregar. Prefiero, más bien, ver a Elsa avanzar lo más cerca posible a ese nivel de proximidad que le advierte que demasiado tiempo ella no tiene para encontrar esa hermosa sabiduría del alma, que por nada debe ser turbada, para adentrarse, de mejor manera,  en mi reino. Ese reino que, a primera vista, parece lejanamente utópico, pero si a nada Elsa teme ni nada ella desea de nadie, ella misma podrá adentrarse, sin dificultad alguna, en mi reino llamado Paz interior ... el signo más evidente de todos, visto, sin lugar a dudas, a primera vista desde dentro porque de nada sirve buscarla fuera. ¿No lo crees?

Elsa está aprendiendo que para adentrarse en mi reino, ella tiene que dejar de lado, por fuerza mayor, a cinco grandes enemigos de la paz: el miedo, la avaricia, la envidia, el odio y el orgullo. Y tú, querido lector, ¿estás preparado para hacerme una visita? A primera vista diría que sí o ¿me equivoco?


MARiSOL




martes, 11 de septiembre de 2018

La lámina del silencio





Mientras una lámina de silencio permanece callada, por fuerza mayor, mis deudas afectivas ponen en marcha una falsa protección. Sin embargo, resignarme no quiero porque no debo. Y aunque, finalmente, desengañada y dolida decida aceptar esta bruma densa, que cual pálpito, me ha colocado en una situación incómoda, prisa ya no tengo que contrariedades inesperadas hagan su nido en mí quitándome toda esperanza. Será que esta milagrosa palabra y, por momentos, lejana de mí, me desafía y me recalca que es en la adversidad donde puedo ser salvada de tanta preocupación. Y aunque horas de inquietud se mantengan impasibles ante tanta incertidumbre malsana, sólo me queda la opción de una falsa cortesía (esa cortesía que unas veces conquista y otras lamentablemente empalaga). Y mientras sopeso las palabras de mis propias reflexiones, no consiento más ser el muro de contención de nadie. Ya no más. Más bien, exijo respuestas coherentes mientras concentro mi atención entre mi propia cordura y dignidad. Y mientras el silencio me mira en silencio, yo procuro que mis palabras sean mejor que éste aunque, por momentos, resulte más difícil manejarlo que mis propias palabras. Quizá no sólo no deba yo romper esta lámina de silencio si no es para mejorarla, sino tampoco prestarle  a ésta demasiada atención para no brindar testimonio contra mí misma.  ¿Me hago entender? La lámina de silencio me mira largamente. Es así como decido mantenerme silenciosa hasta encontrar la paz deseada.  A por ella yo no voy porque me encuentro ya en el camino ... ese camino que me conduce hacia mí misma aunque, por momentos, sienta yo que cojeo y no logre avanzar a grandes pasos como desearía. Pero es mejor equivocarme una y mil veces a tener que tener razón siguiendo el camino de otro. ¿No crees?  

Y mientras la lámina de silencio, con sus ojos de aguas cristalinas, me sigue observando, ella y yo sabemos que el camino escogido no es fácil a seguir, pero a paso lento pero seguro voy y con ella por compañera y aliada. Ella me conmina o bien a callar o a decir algo que sea mejor que callar. Opto por ese amigo que jamás traiciona.  Callo y sigo por ese camino de reflexión forzada pero que, tarde o temprano, me llevará hacia el Nirvana. Lo otro sería sólo el camino hacia la muerte emocional e intelectual. 

Es así como el Nirvana espera por mí con su lámina de silencio mientras me hace recordar que él es el estado transcendente libre de sufrimiento donde las llamas del odio, el apego y la ignorancia se extinguen con el tiempo. Tomo conciencia que éste es el mejor camino a seguir porque el Nirvana es en realidad indescriptible y sólo éste puede conocerse desde su experiencia. Callo y sigo adelante porque mi camino no tiene ni principio ni fin. ¡Ay! El tiempo medible ha quedado en desuso. No está condicionado a nada ... esa nada que con su lámina de silencio me hace saber que hacemos de la eternidad una nada y de la nada una eternidad. Más bien callo. ¿Para siempre? Por un tiempo .... Hago una pausa. Y mientras mi lámina de silencio aprueba mi decisión, ella bien sabe que en cualquier momento de decisión lo mejor es hacer lo correcto y luego lo incorrecto porque lo peor es no hacer nada. Yo ya no hablo, sólo actúo con mi lámina de silencio como testigo, fiscal y juez.

MARiSOL