domingo, 28 de septiembre de 2014

La isla de Amalia


Érase una vez una niña llamada Amalia que vivía en una isla junto con su mejor amiga, una gatita llamada Siracusa. 

- ¿Podrías imaginarte salir de acá? - le preguntó  Siracusa mientras ambas se encontraban contemplando el mar.
- No, no pienso dar nunca ese paso - le respondió Amalia a su gatita.
- ¿Y si yo te acompañara? - le preguntó tímidamente Siracusa mientras le movía la colita y se arrimaba a ella como buscando su protección.
- Tampoco, de ninguna manera - le respondió Amalia. Su voz sonaba tranquila pero seria.
- Pero, ¿por qué no quieres salir de esta isla? ¿No te da curiosidad de ver más allá del horizonte de tu propia vida? - le preguntó Siracusa mientras trataba de mirar directamente hacia el alma de su querida amiga Amalia.
- Esta isla me da lo que yo necesito - le contestó Amalia. Y acá es donde yo me quiero siempre quedar. Es más, si yo abandonara esta isla, tú dejarías de existir, querida Siracusa.
- ¡¿Qué?! No te entiendo - le respondió la gatita completamente desconcertada. 
- Mira, querida amiga - le dijo Amalia. Tú sólo eres un personaje inventado por mí. Y esta isla, dónde tú y yo nos encontramos es mi imaginación.
Y mientras Siracusa la miraba con los ojos muy abiertos, Amalia le terminó de decir:
- Tú crees que tú y yo vivimos solas en esta isla, ¿verdad?
Siracusa no podía hablar. ¿Es que acaso ella no existía de verdad?
- Tú no ves mi realidad, Siracusa. Fea no es del todo, pero no es perfecta como a mí me gustaría que fuera. Y acá en esta isla tú sólo conoces serenidad y alegría a mi lado.
- ¿Quiere decir que si yo te pidiera entrar en tu realidad, yo dejaría de existir? - le preguntó Siracusa tristemente.
- Así es, querida amiga. Dejaríamos de hablar tú y yo. No podríamos comunicarnos. Sólo acá podemos hacerlo. Esta isla no sólo es mi refugio, sino que acá  yo te doy vida.
Siracusa bajó la mirada y luego alzando su carita triste le dijo:
- Entonces, quiero dejar de vivir.
- ¡¿Por qué?! - le preguntó sorprendida Amalia.
Siracusa siguió hablando:
- Yo quiero conocer la realidad y no sólo vivir en una fantasía a tu lado. Sé que el precio es alto, pero me arriesgo. Prefiero morir porque quiero pensar que renaceré en el cuerpo de una gatita de verdad.
Amalia se sintió intranquila. Siracusa le pedía algo que nunca se le hubiera ocurrido pensar ... Dejar el mundo de la fantasía por el mundo de la realidad. Normalmente la mayoría de las personas daríamos todo por dejar nuestra realidad y vivir en una maravillosa fantasía. Amalia sintió vergüenza, porque ella no quería abandonar su isla. Aquí ella era feliz. Fuera de ella, no.
- Entonces, dejaré de hablar contigo - le respondió molesta Siracusa. Llegará el momento que me suplirás por otro animalito. Y yo moriré con la esperanza de renacer, algún día, en la realidad. Allí donde realmente yo quiero vivir te guste o no.

Pues bien, yo sé que Siracusa murió y renació. Ella vive en una isla, pero en una isla de verdad. Si bien su realidad no es perfecta, ella no está sola. Siracusa tiene muchos amigos gatunos que la ayudan a salir adelante en la vida. Siracusa tiene sus patitas bien puestas sobre tierra, puesto que ella sabe muy bien que la fantasía, cuando la necesita, le da nueva energía para caminar con paso seguro sobre su realidad. 

¿Y a tí querido lector te gustaría vivir solamente en la isla de Amalia o te gustaría apostar por la vida real como Siracusa?


MARISOL





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lunes, 22 de septiembre de 2014

El tiempo y yo


Es el tiempo quien me me escoge para bailar con él. Me dejo llevar. Nadie ni nada puede impedir que bailemos para así poder unir el pasado con el futuro pues en este presente me encuentro en un sueño del cual no quiero despertar. Hoy día, no. Lo haré recién mañana.

El salón es grande. Espejos nos rodean y un vals se deja escuchar una y otra vez. Es un vals precioso. Nunca antes lo había escuchado. Acaso, ¿lo canta mi alma? ¿O es la tuya? 

¡Ay! Hoy día no quiero despertar para no ver que tú a mi lado no te encuentras. El tiempo me sostiene en sus brazos para no caer en el vacío del olvido. Olvidarte no puedo aunque el amor sea un ardiente de todo. Pero, ¿qué es todo? ¿Tú o la felicidad? Quizás sea cierto que quien todo lo quiere, al final todo lo pierde porque el mayor obstáculo de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy. 

Pero el tiempo viendo lo triste que me siento, deja de bailar abruptamente conmigo. Está arrepentido de hacerme sufrir. Y yo al verle a los ojos me suelto de sus brazos y cuando quiero abandonar el salón y salir corriendo, me detiene alguien rápidamente y me pide sonriendo amablemente bailar conmigo. Acepto. Reconozco quien me habla. Es la vida. La mía.

MARISOL 





jueves, 18 de septiembre de 2014

La solución perfecta

Érase una vez un hombre vanidoso llamado Luis. No importaba donde se encontrara tenía que tener un espejo a mano, grande o chico. Le gustaba mirarse y maravillarse de lo guapo que era aún siendo ya un hombre de setenta años. 

Un buen día encontrándose Luis frente al espejo del baño, un espejo mágico, por cierto, se dijo en voz alta:
- Me gustaría que mi esposa se viera más joven, que tuviera veinte años menos que yo porque a pesar de tener setenta años como yo, tiene más arrugas que yo. ¡Cómo me gustaría que ella se viera más  atractiva, más linda, más ... !
- ¡Basta! - gritó el espejo. Pensé que tú  querías a tu esposa y que la aceptabas tal cual es, pero veo que no es así.
- ¡Házmela más joven!  - pidió suplicante Luis. Es que su belleza se ha marchitado y la mía no.
- Acaso, ¿no cuenta para ti la belleza interior de tu esposa?  - le preguntó molesto el espejo.
- Sí, claro - replicó Luis. Pero más linda se verá si la haces más joven para ser la envidia de todas nuestras amistades.
- Bien - dijo el espejo. La volveré más joven siempre y cuando ella así lo desee. Se lo preguntaré. Llámala y dile que venga acá para hablar con ella.
- Lo haré inmediatamente - respondió Luis ansioso y luego gritó -  ¡Caarlaaaaaa! ¡Vén rápido al baño!
Su esposa llegó asustada preguntándole a Luis que qué sucedía, por qué tanto alboroto. 
El espejo fue el que tomó la palabra y le dijo:
- ¡Hola Carla!  Tu esposo me pide hacerte más joven porque tú te ves muy arrugada y porque así a él ya no le gustas.
Carla se quedó petrificada y luego de un par de minutos habló:
- Bien, pero con una condición - dijo ella muy seria.
- ¿Cuál? - preguntó el espejo también serio.
- Que tú y yo nos quedemos a solas y que Luis se vaya a darle una vuelta al perro mientras haces mi transformación.
Luis aceptó encantado. Salió corriendo a buscar al perro. Al regreso su esposa se vería más joven.
Es así como el espejo y Carla se quedaron a solas. Conversaron largo. Intercambiaron ideas. Pues bien, cuando regresó Luis, después de casi una hora, al entrar a casa vió que su mujer sí se veía guapa, pero cambio radical no había.
- Pero, ¡el espejo no ha hecho nada contigo! - gritó indignado Luis. Estaba furioso. 
- ¡Mírate en el espejo! - le respondió fríamente Carla. Y tendrás la respuesta.
Al mirarse Luis en el espejo gritó.:
- ¡Nooo! ¡¿Pero qué ha hecho el espejo conmigo?!
- Como tú querías que tu esposa se viera veinte años más joven que tú - le respondió gritando desde el baño alegremente el espejo y luego continuó hablando en voz alta que retumbaba en toda la casa - y ella no quería que le quitara ninguna arruga, pues, decidimos entre ella y yo que la solución perfecta sería aumentarte a ti la edad. Ahora tú te ves como de noventa. Genial idea, ¿verdad? Así tu esposa se ve veinte años más joven que tú. ¡Ja!

MARISOL



martes, 9 de septiembre de 2014

El gato y el pez del tiempo



Érase una vez un gatito que quería ser inmortal. Quería vivir para siempre; nunca morir. Él no se contentaba solamente con tener siete vidas como dicen por ahí. Psst, pero ninguna seguridad hay que esto sea cierto. A mí no me consta.

Un buen día mientras el gato miraba el cielo estrellado de una noche de verano cálida, las estrellas comenzaron a bailar alrededor de él mientras se disfrazaban de peces. Es así como una de las estrellas se le acercó al leerle los pensamientos al gato y le dijo:
- Tu deseo lo puedo hacer realidad pero con una condición.
- Díme cuál es - le dijo el gato sorprendido e inquieto.
- Que te disfraces como pez igual que yo.
El gato luego de meditar la idea aceptó. Pero en cuanto se puso el disfraz, se dió cuenta que ya no se lo podía sacar. ¿Qué pasaba? ¡¡¡¡ Socorro !!!!!
- ¡Miauuuu! Yo no te dije que quería dejar de ser gato - gritó el gato desesperadamente.
- Y tú no me preguntaste si el disfraz se te quedaba pegado a tu cuerpo - rió el pez. Además, no eres un  pez cualquiera, sino un pez del tiempo.
- ¿Qué debo entender? - preguntó angustiado el gato.
- Pues, que de ahora en adelante nadarás entre el pasado, presente y futuro, te deslizarás por todo el Universo y vendrás a la Tierra a llevarte las almas de los que mueren a tiempo o a destiempo, manejarás las manecillas del reloj como te dé la gana. Ésta será tu tarea por cumplir como pez del tiempo.

Bueno pues, el gato en cuestión no sólo viviría eternamente, sino que tendría una función importante por cumplir. Y como su vida como gato ya no le satisface para nada, la idea de transformarse en pez del tiempo le está empezando a gustar. Pero quién sabe si con el tiempo se aburra de jugar este papel.  Mmmm ... creo que es un gato inconforme. Acaso ¿no lo somos todos un poco? A mí personalmente la idea de poderme desplazar de un tiempo a otro me parece fascinante, pero prefiero vivir en el aquí y ahora con mi reloj en mano aunque no esté conforme del todo con la vida que llevo y sin tener que saber necesariamente la hora que me toque abandonar la Tierra. 


MARISOL

Mira a este gato acariciando a unos peces



lunes, 8 de septiembre de 2014

El acuario

 


Mi hijo Roberto de seis años tiene un acuario en su dormitorio. Se siente atraído por los peces, los corales y por el fondo del mar. De adulto será biólogo marino, me repite una y otra vez. Pues bien, el acuario es grande. Entre su padre y yo se lo instalamos hace pocos días atrás. Roberto escogió los peces. No son muchos, pero los cuida con cariño. Mientras les da de comer, les habla.
- Ustedes tienen mucha suerte. Siempre reciben alimento. Nada les falta. Tienen un acuario limpio y grande. Realmente son peces afortunados. ¡Quién sabe que sería de ustedes si vivieran en el fondo del mar! Quizás morirían por contaminación o serían comidos por un pez mucho más grande.
Los peces lo miran en silencio. No hay reproche en sus miradas. No conocen otro mundo, sólo éste, el del acuario.
- En el fondo, son peces felices, mamá. ¿Sabes?
- Mmmm ¿no lo serían más si vivieran en libertad? - le pregunto a mi hijo.
- Yo no creo que la libertad exista como tal - me responde mi hijo. 
- ¿Por qué crees esto? - le pregunto consternada.
- Porque yo creo que lo que sí existe es la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres, mamá. Y como mis peces no conocen lo que es la libertad, entonces no necesitan buscarla. ¿Y tú?
La respuesta de mi hijo me deja sin habla, sólo lo miro igual como uno de sus peces.
Mi hijo luego riéndose me dice que como yo soy Piscis igual que él, tenemos que ser felices igual como los peces de su acuario.
- ¿Y tu papá es feliz? - le pregunto curiosa de su respuesta.
- Por supuesto - me dice mi hijo. Aunque papá tenga otro signo zodiacal, él es feliz de tenernos en su acuario de vida.
- ¿La vida es para ti como un acuario? - le pregunto a mi hijo.
- Sí, nosotros somos como los peces  porque nadamos en el mar de la vida. Y el mar es el acuario más grande que existe, que yo sepa, mamá.

MARISOL



miércoles, 3 de septiembre de 2014

El gato y la luna





Érase una vez un gato que vivía enamorado de la luna. Un buen día se atrevió a preguntarle a la luna por qué ella vivía tantan lejos de él.
- La misma pregunta te la hago yo a ti - le dijo la luna mientras lo miraba largamente.
El gato suspirando le preguntó a la luna si algún día él, el gato, podría llegar a tocarla.
- La misma pregunta te la hago yo a ti - le respondió la luna mientras seguía mirando al gato.
El gato le hizo saber que todo parecía indicar que las preguntas sobraban entre ellos dos. La voz del gato guardaba un reproche.
- Entre tú y yo no existen ni preguntas ni respuestas, solamente una distancia insondable - le dijo la luna seriamente al gato.
El gato intrigado con la respuesta de la luna le preguntó si no podían conversar, a lo que la luna le dijo que sí podían conversar, pero que era mejor por el momento no hacerlo. Ella tenía sus motivos.
- ¿Por qué?  - le preguntó irritado el gato.
- Quiero evitar que nos hagamos promesas falsas - le respondió la luna. Ella estaba bien seria.
- ¿Por qué? - preguntó el gato impacientemente.
- Porque  yo no quiero prometerte demasiado y tú te quedes esperando demasiado o viceversa - le respondió la luna.
- Tú quieres evitar lo inevitable, ¿verdad? - La voz del gato sonaba tensa.
- Así es. No quiero enamorarme de ti - le contestó la luna al gato.
- O acaso, ¿ya lo estás? - le preguntó inquieto el gato a la luna. 
- La misma pregunta te la hago yo a ti - le respondió la luna. Sus ojos denotaban tristeza.

Y mientras el gato se bajó cabizbajo del árbol, se juró a sí mismo no hacerle más preguntas a la luna. ¿Para qué? Si las respuestas que él escuchaba no eran las que él quería recibir.

Y mientras el gato regresaba a su casa, la luna en silencio lo miró amorosamente. Y yo que soy la distancia sé que los pensamientos del gato son besados, en este momento, en silencio por la luna porque ella quiere ayudar al gato a que algún día logre verla a ella, a la luna, con otros ojos.  Sólo así podrán el gato y la luna conversar algún día ... sin ese amor imposible entre ellos dos tan grande como la distancia que los separa.

MARISOL 


Aquí dejo un vídeo con otra historia entre un gato y la luna