lunes, 23 de noviembre de 2020

El grito de la historia

 

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En cierto sentido, todos los hombres somos históricos. No hay nadie que se salve. De una u otra manera todos nosotros hacemos historia. Y mientras la historia es la novela de los hechos (malos o buenos), la novela (la tuya, la mía, la de todos) es la historia de nuestros sentimientos, esos sentimientos que son el principio de nuestro conocimiento, aquél que cuando llega desde dentro es el verdadero conocimiento. Pero si éste no se sabe aplicar como debe ser, entonces es peor que la ignorancia. ¿Y sabes por qué? pues porque el primer paso de la ignorancia es presumir diciendo que uno lo sabe todo. ¡Ay! es que la ignorancia siempre está dispuesta a admirarse, ¿verdad? ¿Te sientes capaz de poderla retar, querido lector? 

Pero, antes que tú me puedas contestar, la historia con voz enérgica se hizo sentir entre tu mundo y el mío haciéndonos saber que la ignorancia está menos lejos de la verdad que cualquier prejuicio. Después de escucharla, recordé que el prejuicio es el enemigo más encarnizado de la verdad. Y, entonces, ¿cuál es su mejor amigo? La historia contestó diciéndome qué es el tiempo, ese tiempo que nos conduce, por momentos, por caminos equivocados. Y desafiándome con su mirada inquisidora la historia me dijo que la historia del mundo en parte se repite, sobre todo, cuando ve que millones de seres humanos aún hasta el día de hoy no han aprendido nada de las lecciones impartidas por ella. Por este motivo la historia está molesta con casi todos nosotros.

- ¡Estoy cansada, harta, molesta! - gritó desesperada la historia y continuó en voz alta renegando -  Yo, la historia, existo desde que aparició la escritura para que el hombre pusiera por primera vez sus ideas e impresiones por escrito.

- ¿Y dónde naciste? - le pregunté curioso. Te preguntarás quién soy yo. Ya te lo diré. No falta mucho.

La historia me contó que había nacido en Sumer, una antigua  región de la baja Mesopotamia.

- ¿Cerca del Golfo Pérsico? - le pregunté un tanto inseguro. 

- Sí - me respondió la historia. Su voz denotaba hartazgo.

- ¿Y cuándo exactamente naciste como historia? - le hice esta otra pregunta ya que curiosidad yo sentía.

La historia me hizo saber que nació a fines del cuarto milenio a.C., es decir, hace más de 5,000 años. Luego, acto seguido me explicó que ella es una ciencia que estudia y expone, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado y que constituyen el desarrollo de la humanidad desde sus orígenes hasta el momento presente.

-¡Ay, el presente! ¡No me lo menciones! - grité indignado. Era ahora yo el que alzaba la voz. 

La historia sorprendida por mi respuesta dijo que para ella el presente se nos escapa de las manos porque es un punto entre la ilusión y la añoranza.

¡Aj! ¡No seas romántica! - le contesté nuevamente alzando la voz. Seguidamente le dije que el presente es, más bien, el punto de unión del futuro con el pasado. Y no pudiendo aguantarme más reté a la historia diciéndole que por el hecho de siempre repetirse, tiene al mundo de cabeza.

La historia no dejándose intimidar me aclaró que no es culpa suya que ella se repita, porque no es ella la que comete errores, sino los hombres. La historia sólo cuenta lo que sucedió. El mundo le daría la razón si estuviera acá reunido con nosotros porque sé muy bien que él ha sido testigo no sólo de hechos extraordinarios, sino también de hechos espantosos, todos ellos realizados por la mano del hombre, con esa misma mano que aprendió a escribir la historia de la humanidad.

Yo, como el grito que soy, dejo escucharme no sólo en todos los rincones del mundo, sino también dentro de tu corazón o el mío, allí donde somos capaces de fecundar sueños para tratar de cambiar lo que se debe cambiar, quizá con el ánimo de reescribir la historia de la humanidad para mejorarla. Un plan demasiado ambicioso para ser verdad, ¿no crees? Más bien, empieza tú reescribiendo tu historia de vida, si quieres. Y si así fuera, ¿qué cambiarías?

 

MARiSOL