martes, 13 de mayo de 2014

Miedo de valientes

 
- El miedo, como tal, no existe. Éste se da solamente en nuestra mente.  ¿No crees?  - me preguntó mi hija Margot de trece años.
Desde pequeña mi hija nunca ha sentido miedo ante nada y ante nadie. Pareciera que la palabra "miedo" no existiera en su vocabulario.
- En realidad tienes razón - le contesté a mi hija. Más no sabía qué decirle. 
- ¿No te parece que es absurdo sentir miedo? - me preguntó Margot.
- No lo es, hija. El miedo es la señal que emite nuestro cuerpo cuando creemos que estamos expuestos ante un posible peligro. Gracias a la sensación de miedo, podemos evitar exponernos a peligros reales.
- A mí no me gusta la gente miedosa - me dijo mi hija de manera burlona.
- Pues, yo en tu lugar no me burlaría de nadie. Para tu información hay dos clases de miedos, hija.
- ¿Cuáles son? Margot estaba curiosa.
- El miedo real y el neurótico.  El primero es cuando se justifica sentir miedo ante un peligro real. El segundo no tiene relación con la amenaza. Es más, hay gente que puede llegar a sentir ansiedad o pánico.
- Y tú, mamá, ¿qué tipo de miedo sientes?  - me preguntó mi hija.
- Unas veces justifico mi miedos, otras no. A veces, cuando siento que me paralizan, trato de combatirlos. Unas veces me resulta, otras no - le respondí de manera sincera a Margot, mi hija.
- ¡Ajá! - me dijo ella mientras me miraba seria.
- Mientras yo pueda y quiera conquistar mis propios miedos, creo que soy una persona valiente - le respondí.
Mi hija, luego de un rato, me comentó que sólo había un miedo al cual ella sí le tenía miedo, pero que ella no se había atrevido a decírselo a nadie.
- ¿Y cuál es?  - le pregunté sorprendida de su confesión espontánea.
- No siento miedo ante la vida, pero sí ante la muerte - me respondió mi hija.
- ¿Y por qué? - le pregunté a Margot, mi hija.
- Porque la muerte representa el fin de la vida - me contestó. Su voz sonaba débil. Quién sabe qué es lo que hay después ....
- Para mí la muerte es el fin de todos los miedos - le interrumpí sin pensarlo dos veces.
Mientras Margot me miraba con sus ojos grandes, mi respuesta la hizo sonreir. A mí también. En este momento, las dos nos sentimos valientes.

MARISOL




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