lunes, 5 de diciembre de 2022

Acto de Fe

 

No sé que le pasa a mi fe. Me pregunto si alguna vez existió en mí. Lo que sí sé con certeza es que no es cierto que tener fe significa no querer saber la verdad. Pero, ¿de qué verdad estamos hablando? Mientras no lo sepamos, la fe le gana la partida así ésta nunca llegue a ser completa, pero sí tan profunda como el mar, ese mar que sería menos si le faltara una gota (¿de fe?).

Pues bien, mi fe, creo yo, está agotada, porque me la planteo y replanteo todos los días. Y es que si bien la fe es el conocimiento del significado de la vida humana, es la fuerza de la vida, es la que ayuda a que nosotros vivamos creyendo en algo ... ese algo llamado Dios de la fe y de la razón.  ¿O es ,acaso, que ésta va más allá de la razón? Y es que debe ser cierto que toda aquella persona que tenga fe, debe estar preparada para no ser sólo un mártir, sino a ser también un loco. Es más, tener fe requiere tener coraje, tener la capacidad de correr un riesgo, tener la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión, quizá porque ésta nunca es inútil, sino porque también sabemos que mueve montañas y "las but not least" porque produce las señales... como la señal que recibí hoy día. La sacudida que tuve en el cuerpo me hizo llorar porque me sacudió el alma de pies a cabeza. Sin embargo, mi fe me pide de no hablar con todos de lo sucedido, porque no todos creen en ella. Psst.... entre mis contradicciones y disgustos mi acto de fe vuelve a mí, unas veces, débilmente, otras, con una fuerza arrolladora. Y es que una cosa es el acto de fe y otra las fórmulas con las que expresamos el contenido de la fe. 

Correr el riesgo de perder a Dios y quedarme sólo con la fórmula o el rito, no quiero. Es más, no deseo de convertir la fe sólo en un acto voluntarioso y quedarme, finalmente, con la mente vacía. La fe me mira intensamente y en su mirada logro ver que ella es luz, verdad y camino satisfaciendo de esta manera a mi inteligencia. Y es que toda persona que crea, piensa porque la fe, si lo que cree no se piensa, entonces, es nula, no existe. 

A decir verdad, no se puede vivir sin fe porque ésta es el conocimiento del significado de la vida humana y porque es la fuerza de la vida... esa vida que es un soplo como aquél que se mueve entre la fe y la incredulidad, entre la certeza y la duda. Ese soplo vestido de presente, pasado y futuro o, mejor aún, ese soplo que pasa en la vida misma, ésa por la que vivimos por largo o corto tiempo mientras nos renovamos nuestra fe.

MARISOL