domingo, 19 de abril de 2020

Por los cerros de Úbeda



Juan está con ganas de evadir esta situación incómoda y violenta que le oprime el pecho desde hace más de tres semanas. Eludirlo es lo que más él desea. No sé si tú también, querido lector, pero yo deseo hacer lo mismo que Juan. Deseo al igual que él salirme por la tangente, irme por las ramas o irme por los cerros de Úbeda para no hacer frente a esta realidad. 
La verdad que tengo ganas de largarme lejos donde nadie me encuentre porque desde que vivimos en cuarentena esta vida me está dejando de gustar porque sufro de insomnio y de ansiedad. ¿Quiero volver a mi vida de antes? Pues sí aunque mi vida esté llena de imperfecciones desde hace tiempo. Pero con esta cuarentena éstas más se agudizan y no me gusta nada por más que me encuentre ocupada entre mis cuatro paredes y piense en positivo cuando salgo a trabajar mientras uso mi mascarilla cuando cuido a unos niños desde hace ya tiempo. Pero ya nada es como antes cuando jugaba con ellos y los abrazaba o me dejaba abrazar por ellos. Prohibido está porque el virus ronda entre todos nosotros. Pero bien, irme por la tangente no quiero.
Mientras Juan me sigue mirando con atención, me pregunta si yo sé de dónde viene la expresión "irse por los cerros de Úbeda". Pues bien, yo le contesté que no sólo Úbeda es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y esta hermosa ciudad se encuentra situada al norte de Jaén, sino también le hice saber que en Úbeda hubo un enfrentamiento en el año 1233 entre cristianos y almohades. 
- ¿Qué son almohades? - me preguntó Juan.
- Si no lo sabes, los almohades fue una dinastía bereber marroquí que dominó el norte de África y el sur de la península ibérica desde 1147 hasta 1269. Y bueno, ...
Juan un poco impaciente me interrumpió diciéndome:
- No quiero que tú ahora me des clases de Historia. ¡Ve al grano! 
Pero yo no le hice caso y continué hablando; le hice saber que mientras ambos ejércitos luchaban, uno de los altos mandos del rey Fernando III, llamado Álvar Fáñez, conocido como "el Mozo", desapareció y cuando regresó ya la contienda había terminado. Cuando el rey le preguntó que dónde había estado, "el Mozo" le contestó que se había perdido en los cerros de Úbeda. 
- ¡Qué cobarde! - exclamó Juan. Por lo menos él ahora sí me escuchaba con atención e interesado estaba en lo que yo le contaba.
- Pues sí - le contesté. Álvar Fáñez, alias "el Mozo" fue un cobarde. Todos los cortesanos pensaron que o bien él no quizo participar en la batalla porque se cagaba en los pantalones o porque tuvo una cita amorosa con una mujer en dichos cerros. Sea como sea, desde ese entonces cuando uno quiere quitar el cuerpo de algo o da rodeos al explicar algún hecho, es así como se usa esta expresión: "te estás yendo por los cerros de Úbeda". 
Juan se quedó pensativo y luego me dijo que a él le gustaría también perderse entre esos cerros o en cualquier otro para no enfrentarse a esta vida que estamos llevando actualmente. ¡Ay! como lo mío no son los cerros porque ni me gustan escalarlos ni caminar por ellos porque me da vértigo la altura, le dije que a mí me gustaría estar más bien, en este momento, en una isla perdida donde no tuviera acceso ni a internet ni tener móvil.
Juan mientras abría sus enormes ojos verdes me dijo que, más bien, él prefería quedarse en casa y pasar la cuarentena comunicado con todos sus amigos y familiares. Luego me hizo saber que afortunado era de no tener que ir a trabajar para evitar contagiarse pero preocupado estaba de no poder trabajar como peluquero. Sus ahorros lo miraban, por el momento, desde lejos. Juan lo único que espera es  no tener que hacer uso de ellos y que la peluquería donde él trabaja, no quiebre. 
Pues, la verdad que esta cuarentena trae tantas limitaciones y quebraderos de cabeza que, en este momento, me cuelgo del brazo de Juan (miedo no tengo porque él es mi "alter ego") y le pido que nos vayamos por los cerros de Úbeda a dar una vuelta para perdernos de esta realidad que, incluso aunque dejemos de creer en ella, ésta sigue existiendo y no desaparece del todo.
Juan para calmarme me dijo que es hora de aceptar nuestra propia vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla para aprender a adaptarnos de la mejor manera a la realidad que nos toca vivir. Y yo sin irme por la tangente, sin irme por la ramas y sin irme por los cerros de Úbeda me gustaría ser como "el Mozo" porque él no pudo soportar mucha realidad. Y la verdad, dicho sea de paso, que la humanidad tampoco. ¡Ay! en este momento tanto Juan como yo deseamos hacer uso de nuestra imaginación porque ésta tiene sobre todos nosotros mucho más imperio que la propia realidad. ¿Me acompañas a irnos por los cerros de Úbeda?

MARiSOL



viernes, 17 de abril de 2020

Irse por la tangente



Rosa sabe muy bien que "irse por la tangente" es una metáfora inspirada en el mundo de la geometría que explica que una recta tangente tiene sólo un punto común con una curva. Es decir que ambas se tocan en un solo punto al cual se le llama punto tangencial o punto de tangente. Bien, por este motivo Rosa también sabe que "irse por la tangente" o "salirse por la tangente"  se refiere a la actitud que uno tiene de eludir responder a una pregunta comprometida. Rosa sabe que si ella da a alguien una respuesta que no se corresponde con lo que se le cuestiona, entonces normalmente es de manera intencionada porque se trata de una pregunta comprometida. Igualmente, si Rosa cambia de tema en mitad de una conversación o discurso para referirse a cuestiones que no guardan relación con el objeto de la discusión, ella bien sabe que se está yendo por la tangente. Y es que ésta es una expresión que se emplea mayormente en el lenguaje discursivo y político. Rosa también sabe que este sentido es negativo cuando implica buscar una salida sin afrontar el problema en sí. Sin embargo, Rosa me hace saber que esta expresión posee también un sentido positivo y afirmativo cuando caracteriza a la transfinitud de todo ser humano y a su capacidad para superar límites y desplazar fronteras, transformando el ser de las cosas y su propio ser.  Increíble, ¿verdad? Pues bien, Rosa sabe que "irse o salirse por la tangente" es una expresión luminosa de la infinitud que la alienta con profundidad, rigor y originalidad, pues es aquella  que la caracteriza. Es así como Rosa no sólo une sus letras con las tuyas entre la ciencia y la filosofía, sino que me hace saber que si la transfinitud humana se asemeja a la tangente de una curva, entonces cada ecuación hecha de la tangente posee valores propios en cada punto de la curva o será que sólo la tangente, si bien participa y se une a cada punto de la curva, no se deja encerrar en ella ni es ella misma una curva de estructura finita.

Pues bien, ¿sabías que el conjunto de tangentes de los puntos de una curva es una curva en transfinitud? por y en la tangente cada punto se libera hacia el infinito porque tiende al infinito. Y, sin embargo, Rosa no sólo no se pierde la conexión entre curva (finito) y tangente (transfinito), sino que ella muy bien sabe que la ecuación de la tangente une, por ley fija y propia para cada curva, lo finito y lo transfinito. Rosa sabe también que el hombre se parece en  lo químico, en lo sensible, en lo intelectual y en lo moral a una curva cerrada y definida. Rosa también es de la opinión que en cada punto de este conjunto de curvas conexas y multiformes puede construirse una tangente; y por cada una evadirse, de propia manera, hacia el Infinito en virtud de la transfinitud esencial al hombre. 

Rosa sabe que esta correlación entre finito e infinito, a través y en virtud de nuestra íntima transfinitud, es el filosofar como tarea vital y como empresa ontológica en que se descubre la razón propia del hombre en cuanto el ser de todas las cosas. 

Y para terminar he de hacerte saber que Rosa es de la opinión que haciendo Metafísica (esa rama de la Filosofía que estudia la naturaleza, la estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad donde se investiga las nociones como entidad, ser, existencia, causalidad, tiempo y espacio) uno puede hallar para y en una cosa finita la tangente, el punto de evasión y de superación hacia lo Infinito. ¿Y sabes por qué? Porque no sólo pensar es moverse en el infinito, sino que Dios, que es acto puro y no tiene nada de potencialidad, tiene un poder activo infinito sobre todos nosotros.
MARiSOL