sábado, 13 de enero de 2024

La maleta de viajes


Hoy día no sólo he sido testigo de un robo... Voy por partes. Hoy por la mañana fuí en autobús a una calle llamada Schloßstrasse (la calle del castillo) que está ubicada en el distrito de Steglitz-Zehlendorf, al sur-oeste de Berlín. Esta calle es bien concurrida ya que hay muchos tiendas de ropa, cafeterías, restaurantes, farmacias, librerías, centros comerciales, etc. 

Mi intención era comprarme un poco de ropa y lo conseguí. Luego después entré a una zapatería (por cierto, la Schloßstrasse es la calle con mayor número de zapaterías en todo Alemania). Pero antes de entrar a esta tienda, ví que un hombre bajo, moreno y muy delgado y con cara de yonqui estaba parado al lado de la puerta de entrada (también de salida). A su lado habían dos bolsas grandes con ropa. Lo que deduje que era una persona sin techo. En el momento que yo iba a entrar a la zapatería ví que este hombre había intentado sacar por un costado del sensor grande de alarma, ubicado al pie de la puerta,. una maleta grande azul de viaje. Como me le quedé mirando fijamente, él desistió de hacer su fechoría.

Al no encontrar zapatos que me gustaran decidí irme de allí. Cuando ya me disponía a salir de la tienda ví que este hombre seguía parado al lado de la puerta.  Al ver este hombre que yo dejaba la tienda y le daba la espalda, aprovechó para robarse en un santiamén la maleta. Lo que el ladrón no se esperaba era que yo me volteara en el preciso momento en que se robaba la maleta de 78€. 

Cuál sería mi sorpresa que yo al ver el robo retrocedí los 20 metros aproximadamente que me separaban del ladrón. Él, con sus dos bolsas en una mano y agarrando bien firme con la otra la maleta, vino caminando de lo más tranquilo en dirección mía. Si él se hubiera esperado un par de minutos más yo no lo hubiera visto robar, pero como él no se pudo aguantar, se expuso a que yo lo viera.

Pues bien, viendo que en la calle había gente, en una fracción de segundo pensé: "No estoy sola y alguien me ayudará de ser necesario. Pero no. En cuanto me le tiré encima, mejor dicho, le quité la maleta, aquí empezó la parte más fea... forcejeamos. No me tiró al piso de milagro, pero en el momento que me quiso dar un puñete en la cara  mientras yo gritaba rabiosa: ¡Ey, has robado esta maleta! y él lo negaba y me miraba con un odio visceral en su mirada, fue cuando me arrancó con fuerza la maleta de mis manos.

Lo que más me duele fue la indiferencia de la gente; no puedo creer que los transeúntes no hayan sabido entender la situación, sobre todo, si estuvimos forcejeando por un minuto más o menos y los dos nos gritábamos. Después de quitarme, finalmente, la maleta, el ladrón se fue caminando tranquilamente calle abajo. Y mientras él se alejaba, yo entré rápidamente a la zapatería para avisarles que les acababan de robar una maleta. La otra sorpresa mía fue la reacción de los dos empleados que estaban en la caja atendiendo al público. Uno era un hombre alto y joven, el otro, una mujer también alta y joven. Pues, yo esperaba que cualquiera de los dos jóvenes dejara todo tirado y saliera disparado de la tienda en vista que hubiera podido alcanzar al ladrón y hubiera podido recuperar la maleta. Pero, no, ninguno reaccionó como yo me imaginé. Esta reacción pasiva no me la esperaba.   Mientras el joven vendedor estaba mudo, la joven empleada sólo alcanzó a decirme: "¿Por qué no nos avisó antes?". Mi respuesta en voz alta para que todos me escucharan fue: "El ladrón se encuentra a un par de metros de esta tienda con una maleta suya y se va caminando como si nada porque sabe lo fácil que es robar acá en Alemania". Silencio total.  

Al salir de la zapatería, se me acercó el vigilante (un wachimán moreno, alto y fornido) de otra tienda colindante y me preguntó lo que había pasado. Me lo quedé mirando; moví la cabeza incrédula de sus palabras. Solo atiné a decirle que si él me hubiera ayudado a quitarle la maleta al ladrón, éste se hubiera tenido que rendir. 

Finalmente  te pregunto, querido lector, tú qué hubieras hecho. ¿Me hubieras ayudado? 

 MARiSOL