viernes, 14 de agosto de 2015

La mirada del amor




La vida me ha enseñado que la mirada es el lenguaje del corazón ... de ese corazón que se convierte en un niño o niña porque nos pide lo que realmente desea. ¿Será porque nuestro corazón tiene la edad de aquello que amamos con todas nuestras fuerzas? ¿O será que la mirada del corazón se transforma con el pasar del tiempo porque tiene razones que la razón ignora? ¡Ay! a veces ni yo misma me entiendo, porque no sé qué es lo que ignoro, quizás porque la razón (la mía) terminará por tener razón, pero, ¿de qué?  La mirada me observa; por suerte, no me juzga.  Quizás porque para ella es más fácil juzgar mi talento por mis preguntas que por mis respuestas. Ante esto la mirada me reta a no juzgar sin haber comprendido el por qué de las cosas .... No sé qué pretendo, ¿acaso juzgar mi pasado a través de mi presente sabiendo que perderé, de todos modos, mi futuro? 

Al preguntarme la mirada si mi alma es noble y grande, no sé qué contestar... a ella no la puedo engañar. O ¿sí? La mirada me sigue, me persigue y luego me dice:
- La primera vez que tú me engañes, será tu culpa.
Y luego yo retándola le pregunto y qué pasa una segunda vez.
- Pues, será culpa mía.  
 ¡Ay, ay, ay! ¿qué debo responder, querido lector?
La mirada no espera a que nadie responda por ella y me dice:
- Si tú no comprendes mi mirada, no serás capaz de comprender una larga explicación.
- ¿Y qué pasa si no es necesaria ninguna explicación? - le pregunto sin saber a ciencia cierta de lo que le digo.
Al verme tan insegura, la mirada me responde:
- Si tú no me crees, toda explicación sobra, está demás. 
Mientras me quedo mirando a la mirada, me doy cuenta que para poder yo ver claro y poderme entenderme mejor, debo cambiar la dirección de mi mirada para evitar que el mundo vuelque si tirásemos en la misma dirección al menos que miremos juntos en la misma dirección. La verdad que no sé qué pretendo; quizás debo cambiar la dirección de mi mirada, para ver más claro la realidad que me rodea. Al menos que yo ya me haya evaporado ante la mirada de Dios mientras el encanto de su  mirada estriba en un misterio ... ese misterio que radica no en lo visible, sino en lo invisible porque se trata del amor.

MARiSOL