miércoles, 15 de marzo de 2017

El silencio de la eternidad




- ¡Cambio el silencio de la eternidad por el ruido de la vida! - dijo gritando un vendedor de sueños mientras yo pasaba cerca de él dentro de un mercado, donde yo me encontraba haciendo la compra de la semana. Al yo escuchar lo que el vendedor decía y repetía una y otra vez, pensé que yo deseaba todo lo contrario para mí, quizás porque yo tengo una eternidad reclusa en mi alma. Y es que el silencio de la eternidad es el que me ayuda a tratar de encontrar la esencia de mi alma a través de mi espacio de tiempo porque el tiempo, si yo no me equivoco, forma parte también del silencio de la eternidad. Y es que el tiempo, tan silencioso o más que la eternidad, nos observa de atrás para adelante y viceversa.   ¿Será, acaso, porque el Tiempo es la imagen en movimiento de la eternidad como dice Platón? En todo caso, una imagen silenciosa, que no habla, que sólo nos observa mientras nosotros hacemos nuestros deberes mal que bien mientras vamos moviéndonos en una sola dirección ... hacia la eternidad, porque allí es donde dejaremos de trabajar. Creo que comienzo a entender al vendedor de sueños, pero ante mis dudas me acerco a él.
-  ¿Me puede Usted explicar por qué prefiere el ruido de la vida antes que al silencio de la eternidad?
- Pues, porque no me gusta verme por dentro, - me respondió el vendedor de sueños - y además, porque el silencio de la eternidad se mueve a través de un camino misterioso que nos lleva hacia nuestro mundo interior ... allí donde se juntan nuestro presente, pasado y futuro. Y, la verdad que, mi mundo interior no me gusta para nada porque yo no soy una persona buena. Nunca lo he sido, ni nunca lo seré.
- Y entonces, ¿cómo puede Usted vender sueños? - le pregunté desconcertada.
- Porque no importa de qué manos sean vendidos los sueños - me respondió tajante el vendedor - Para ti lo que cuenta es que tus sueños yo los haga realidad, ¿verdad? ¿Quieres uno? ¿Qué sueño deseas? Pero, ¡primero me pagas! Yo no los regalo.

Su respuesta fué tan dura que me sonó como a un ruido de algo pesado que caía ante mis ojos. En ese momento entendí que el silencio de la eternidad se detenía ante mi mundo interior para hacerme saber que yo no tengo necesidad de comprarle sueños a ese vendedor ni a nadie porque, en realidad, yo soy una soñadora práctica que va por la vida sin hacer mucho ruido porque dentro de mi alma he aprendido a dejar vivir en paz al silencio de la eternidad porque ciertamente él vendrá por mí, tarde o temprano, aunque yo no quiera, para cubrirme de pies a cabeza con mi propia inmortalidad cuando el último momento de todos mis momentos vividos llegue a mi lado sin necesidad de predicarlo a los cuatro vientos como aquel ruidosamente antipático vendedor de sueños. 

MARISOL






Imagen sacada de Bing


miércoles, 8 de marzo de 2017

El pájaro de ébano



"Mientras al filo de cada noche renuncio 
con la conciencia atenta a tu amor,
esta ruptura precaria, forzada y definitva
vaga silenciosamente y sin rumbo
acallando poco a poco
los latidos de mi loco corazón"

Helena sabe, por más que escriba poemas cursis, que Antonio ya no regresará más a ella. Nunca más. Fué la desconfianza la que los separó. Y mientras ella se encontraba escribiendo febrilmente más poemas, sintió un golpe seco en la ventana de su dormitorio. Era un cuervo tan negro como la noche. Helena, sin pensarlo dos veces, lo dejó entrar. El cuervo se acercó a ella y sin pedirle permiso alguno le dijo que no entendía como ella podía seguir amando a Antonio.
Helena balbuceando, ya casi sin fuerzas multiplicadas por el tiempo, le dijo:
- ¡Ay, pájaro de ébano! no hagas caso de mis palabras y despliega, más bien, tus largas alas para seguir volando, tú y yo, entre la esperanza y el temor aunque nosotros vivamos separados por un nunca más desdibujado en la comisura de los labios de nuestras historias de vida.

El cuervo se la quedó mirando hipnotizado. ¿Cómo podía saber Helena que él, el cuervo, era el alma de Antonio quien venía a visitarla a medianoche? ¿O, acaso, era sólo un recuerdo el que se hacía presente? Fuera lo que fuera a estas horas altas de la noche Helena, quien sufría de insomnio, sabía que sus letras vestidas de sentimientos habían llamado a Antonio en sus pensamientos. ¿O era sólo un sueño? ¡Ay, querido lector! ¡Y qué importa! Una angustia vestida de deseo se hacía presente mientras Helena se abrazaba al cuervo. Y mientras acariciaba sus negras plumas, ella sabía que no permitiría que su corazón cayera en ningún abismo ni en ninguna oscuridad. ¡Nunca más!

Mientras el cuervo la miraba con sus ojos encendidos como llamaradas que le quemaban el alma a Helena, ella sabía que el pájaro de ébano la abandonaría, tarde o temprano, físicamente aunque nunca más él se la pudiera sacar de sus recuerdos. 

Y aunque Antonio no lo quisiera admitir, Helena seguiría siendo la mujer de sus sueños aunque sus infidelidades (las de él) habían sido el detonante explosivo para evaporar el amor entre ellos dos.

Antes de terminar, déjame decirte que la soledad, ese instante de plenitud, se ha echado a dormir, en este momento, sin permitir que ni Helena ni Antonio la despierten. Ellos dos bien saben que ¡nunca más! serán pareja aunque él la busque en sus sueños y ella lo recuerde en sus poemas.
MARiSOL