martes, 3 de noviembre de 2015

Contra el olvido



Mientras una sucesión de acontecimientos pasados va desfilando una vez más ante la vista de Camila, sus pies van pisando adoquines pero no aquellos de latón que se encuentran repartidos en distintos puntos de Europa y de su vecindad. ¡Ay! cuatro pequeñas placas rectangulares de latón no sólo viven presentes desde hace 20 años cerca de la casa de  Camila, ubicada en Berlín, sino en 1100 ciudades repartidas entre Alemania, Polonia, Bélgica, Holanda, Francia, Noruega, Croacia, República Checa y Hungría. En total son 46.000 piedras, talladas por el artista berlinés Gunter Demnig, colocadas en las aceras delante de casas en las que las víctimas del nazismo tuvieron su última residencia, sean éstas judíos, gitanos, homosexuales, perseguidos políticos, Testigos de Jehová y muertos por eutanasia.

Estos adoquines de latón no pueden ser pisados con descaro, rabia o indiferencia, todo lo contrario, más bien, hay que detenerse ante éstos  porque representan a seres perseguidos y normalmente exterminados por el régimen nazi. Y Camila, hoy día, se ha detenido un minuto ante estos cuatro adoquines de latón guardando silencio... ese silencio que le quiebra la voz. No hay palabras para describir lo que siente cada vez que se inclina ante estas historias de vida que cayeron  en manos del régimen nacionalsocialista. Tres de ellos sobrevivieron y huyeron a los EEUU pero uno no tuvo la misma suerte, si bien huyó primero a Francia, luego fue deportado a Polonia al horrible campo de concentración de "Auschwitz". 

Pues bien,  estos adoquines de látón de 10 x 10 centímetros, llamados en alemán "Stolpersteine" (palabra que designa una piedra en el camino que puede hacer tropezar al caminante) pretenden no sólo darle nombre a las víctimas, día de nacimiento,  año y lugar de deportación y la información disponible sobre el destino de cada víctima, sino la intención de su creador es que hay inclinarse ante éstas como muestras de respeto. Y esto es lo que hace Camila cada vez que pasa por esta calle no importa si lleva prisa. Un minuto es recuperable, pero la vida de estos seres, no. Ella sabe que el propósito de este monumento exhortatorio es la de conmemorar el destino de aquellos seres humanos que fueron, sobre todo, deportados y asesinados por los nacionalsocialistas.

Una vez más, Camila no sólo siente sus voces y gritos desgarradores dentro de sus corazón, sino ese inmenso silencio que la cubre cuando toma conciencia del todo el terror y horror del cual el ser humano es capaz de crear. Ella sabe que Gunter Demnig no sólo pretende que el caminante, al percibir el resalte en el camino, se detenga y se incline para leer lo que en la placa está escrito, sino que les devuelva su dignidad perdida. Hoy día, Camila ha cumplido, una vez más, el deseo de este artista. Yo también.


MARiSOL





Como información te hago saber que son tantos los adoquines que Demnig tiene por producir que le ha pedido ayuda al escultor berlinés Michael Friedrich. Cada adoquín cuesta (con su instalación) 120€