miércoles, 30 de agosto de 2017

La cueva del olvido


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Érase una vez una cueva donde uno podía entrar para olvidar todos los pesares y problemas que a uno le aquejaban. La condición para vivir tranquilamente y sin sobresaltos en esa cueva era quedarse a vivir allí para siempre. El que entraba a ésta tenía prohibido de salir hacia el mundo en el cual tú y yo vivimos. Por cierto, esta cueva era gigante pues contaba no sólo con un lago grande, un río, diversos tipos de árboles y muchas plantas y flores, sino que la gente que alí vivía contaba con bonitas casitas de madera comfortables. La temperatura era siempre la misma, de 25 C°. La cueva no era oscura pues contaba con su propia luz. Pero no era luz eléctrica, era una luz no de este mundo.

Pues bien, Rosaura al enterarse de esta cueva tan especial decidió vender todo lo que tenía para dejar su vida de lado. Estaba no solo cansada de su trabajo, sino de los problemas con los que se enfrentaba todos los días como intrigas, envidias, odios, desinterés, desamor y una larga lista de etcéteras lastimeros.  Ella, que siempre había sido una mujer de éxito como empresaria, se dió cuenta que quería cambiar su vida del todo y de manera radical. Dinero tenía para llegar a ese lugar mágico. Por razones de seguridad no te puedo decir dónde queda exactamente esta cueva para evitar que todo el mundo quiera entrar a ésta.

Es así que cuando Rosaura llegó acompañada de un guía hasta la cueva, después de despedirse de él, entró feliz a esta cueva porque las personas que allí vivían, que eran unas mil personas, mantenían una sonrisa en los labios mañana, tarde y noche. Al principio a Rosaura le gustó muchísimo vivir así, sin estrés y siempre de buen humor. Pero un día, se cansó porque se dió cuenta que extrañaba su vida antigua. ¿Cómo era posible? Pues, porque en esa cueva estaba estrictamente prohibido enamorarse, pelearse y procrearse. Conversar estaba limitado, sólo dos veces al día se podía hablar y no en grupo, sino con una sola persona por día. La cueva del olvido exigía silencio ante todo. Los celulares, computadoras, televisores y radios quedaban prohibidos. Sólo había un cine para todos donde se mostraban generalmente películas sobre la madre naturaleza una vez al mes. Los libros quedaban prohibidos, la música, sea de cualquier tipo, también.   La mayoría de las personas que habitaban esta cueva se encargaban de limpiarla, de recoger y cosechar frutas y legumbres, de amasar pan, de preparar platos veganos. Animales no existían, sólo unos pocos pájaros que cantaban. Fumar y tomar alcohol no tenían cabida en esta cueva. Lo que estaba bien visto era la meditación en estado contemplativo.

¡Ay! La pobre Rosaura aburrida de tanta felicidad impuesta, pidió salir de la cueva. Pero al serle negada su petición y no teniendo forma de poderse escapar de ésta porque la entrada no sólo estaba siempre vigilada, sino toda la cueva, tomó la decisión, entonces, de olvidarse de ella misma. Es así como Rosaura, lentamente, se esforzó, en inventarse su propio mundo porque rechazaba las normas sociales establecidas. Ella se había dado cuenta que ser cuerdo en esa cueva era una locura porque tanta felicidad impuesta lo consideraba poco real. Es así, como Rosaura terminó volviéndose loca, pero no de alegría, sino de pura desesperación por haber botado por la borda su vida real. Pues sí, ella terminó muriendo lentamente de hastío por permitir al olvido que la enterrara en vida. La Cueva del Olvido sonrió. Otra víctima ingenua se quedó dentro de ella mientras le brindaba su compañía en silencio.

Y tú, querido lector, ¿dejarías todo por vivir así? Pues yo no, prefiero no sólo no olvidarme de la  vida que yo llevo, sino acordarme siempre  de  quién soy, de dónde vengo, de lo que hago aunque esto implique vivir lastimada y estar, algunas veces, desbordada de problemas y me pelee con más de uno. La verdad que yo no me meto ni pagada (¿ni tú tampoco?) a la cueva del olvido.


MARiSOL