viernes, 16 de noviembre de 2018

La mirada de Carlota



Dentro del hueco de las manos de Carlota vive una auténtica agonía. ¡Quién iba a decirlo! No hablo de ese período de transición entre la vida y la muerte; aquel que se caracteriza por la subsistencia de algunas funciones vitales como la respiratoria, circulatoria y nerviosa y por la desaparición de las funciones intelectuales. ¡No! Se trata de este otro tipo de agonía; aquella agonía insatisfecha de toda alma afligida e intranquila. La verdad que este tipo de agonía, llamado a secas, "Angustia", me intimida por tratarse de un estado afectivo que implica un cierto malestar psicológico, acompañado, que yo sepa, por cambios en nuestro cuerpo como temblores, taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire.

¡Vaya! Después de dar un hondo suspiro la agonía de Carlota me miró; estaba temblando mientras se encontraba frente a mí. La verdad que yo ya no sé qué más decirle para calmarla. Y mientras yo escuchaba pacientemente como ella exclamaba y reclamaba lo dura que es la vida, yo tengo la fuerte convicción que si ella me hiciera caso, ella podría vivir mejor aunque su vida sea imperfecta. A la larga, la perfección, es una pulida colección de errores, ¿no crees?

Al ver que la Angustia quería salir, a toda costa, del hueco de las manos de Carlota, ella me hizo saber que ella no estaba sola. Estaba rodeada de mala compañía. El miedo, la tristeza, el nerviosismo, la irritabilidad, los dolores de cabeza, el insomnio y la ansiedad se encontraban con ella en ese pequeño espacio. La verdad que las manos de Carlota no son grandes para darle cabida a todos ellos. En cuanto las manos de Carlota empezaron a sudar, le dije a ella que las sacudiera fuertemente, que las abriera y que extendiera sus brazos hacia mí aunque yo no sea perfectamente completa. Te preguntarás quién soy yo. Me presento; soy la FE. 

Seguidamente, después de mantener a Carlota en mis brazos por un rato, le hice saber que si bien los sueños y la angustia nos unen, ella nunca debe olvidar que no se puede vivir sin fe ya que ésta es el conocimiento del significado de la vida humana. Además, yo, la fe, soy la fuerza de la vida, de la de Carlota, de la tuya, de la de todos porque si el hombre vive es porque cree en algo y aunque creas que yo, de alguna manera, te puedo engañar, no te olvides que le doy brillo a tu mirada, esa mirada que es nada menos que el lenguaje de tu corazón. Después de decir estas palabras, la mirada de Carlota me sonrió. ¿Y sabes por qué? Porque ella entendió que toda aquella persona que tenga fe, nunca está sola así la mano amiga extendida no se encuentre siempre físicamente cerca de ella.


MARiSOL







sábado, 3 de noviembre de 2018

A bocajarro


Mientras una maraña de sensaciones se entrecruzaban de manera que no se pueden separar los sentimientos de los pensamientos, por más que yo quiera, una falsa petición de ayuda, vestida de excusas, llegaba de lejos cual disparo a bocajarro.
- ¡Auxilio! - gritó ella desesperada, pero su voz no sonaba humilde. (¡Lástima! porque porque cuando no hay humildad, uno termina por degradarse).
Bien, después de escucharla, yo le hice saber que su voz me sonaba como a un disparo tirado de su necia soberbia y es que cuando la soberbia nunca baja de donde sube es porque siempre cae de donde subió.
 - ¡Cállate, estúpida! - me retó alterada una vez más. ¡No sabes lo que dices! ¡Estás loca de remate! ¡Estás en la obligación de ayudarme te guste o no y bajo mis condiciones!

Mmmmm .... mientras yo sopesaba las exigencias de la petición de ayuda de manera discreta, antes de decir algo incoveniente, yo hice un par de averiguaciones ... aquéllas donde no es realmente importante escuchar lo que ella dice, sino, más bien, lo que yo pienso le guste o no.

Y aunque ciertamente mis propuestas sean, del todo,  inocuas y no conlleven ningún riesgo, yo sospecho que lo imposible he de poner en práctica aunque no quiera. Ya no me defiendo como antes, ahora callo, quizá para no hacerme más esclava no sólo de mis propias palabras, sino de las suyas, vestidas de desprecio y arrogancia. ¿Qué he de hacer ahora? Procurar que mi alma no caiga muerta al asfalto de esta dura realidad  que me toca vivir. De pie sigo y así será aunque, por momentos, dude de mi propia fortaleza. ¿Será cierto que la fortaleza crece en proporción a la carga que yo llevo sobre mis hombros? No sé, pero pienso que así es. 
¡Ay! lo único que yo sí sé, a ciencia cierta, es que mientras una limitada disposición de cambio exista de parte de la falsa petición de ayuda, sobre todo, por no hablar con la verdad (con la mentira suele ir uno más lejos, pero sin esperanzas de volver), una naturalidad impostada yo dejo ver aunque resulte patente que mi alma quede carente, de inspiración y alegría sólo por momentos .... esos momentos donde la audacia es necesaria para así poder defenderme por encima del nivel de cualquier miedo mientras desenredo esta maraña que se ha venido a instalar en mi vida cual presencia estable y no quiero porque yo deseo seguir obrando según mi libre eleccción y, sobre todo, sin ninguna coacción externa. 
¿Y sabes por qué no quiero, por ningún motivo, que ella, la falsa petición de ayuda, me siga manipulando? Pues, porque yo soy la dignidad ya que me comporto con responsabilidad, respeto y seriedad no sólo hacía mí misma, sino hacia los demás y no permito que no sólo se me mienta, sino que se me humille o degrade. 
¡Pum, pum!

MARiSOL