domingo, 14 de marzo de 2010

Dulce Primavera


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"Es hora que la ciudad despierte de su sueño invernal". Myriam no era la única que pensaba así. La necesidad de que los campos se vistieran de verde, los árboles florecieran y las flores comenzaran a despedir sus perfumes era el deseo de tantos y el de ella también. El invierno no sólo había sido muy frío ... El corazón de Myriam pedía que la Primavera se hiciera presente de una vez por todas para...

 Myriam despertó al escuchar la voz de su padre que le decía:
- ¡Hija! por favor levántate. Ya son las 10 de la mañana. Y Tía Elena nos espera a las 12 del día. Tenemos una hora casi de viaje con el autobús.
- Ya me alisto. Dame unos quince minutos. Lo que pasa es que no me siento bien. Creo que me voy a resfríar.
La calefación la tenían apagada por la noche para ahorrar no sólo energía, sino dinero también. El padre de Myriam se sintió culpable por un momento.

Era domingo. Un día donde Myriam y su padre iban a la casa de tía Elena  -hermana de su madre- para almorzar. Como el dinero escaseaba en casa, su tía los apoyaba de esta manera. Y es que Ralph, padre de Myriam, desde que  había perdido el trabajo como mecánico hacía un año apenas le alcanzaba -con el dinero que recibía como desempleado- para pagar el alquiler del departamento y las necesidades básicas del día a día. Y, ¿la madre de Myriam acaso  no trabajaba? Sí, por años se ganó la vida limpiando casas hasta que cayó enferma...

Y mientras Myriam se levantaba y corría al baño -el lugar más frío del departamento- pensó que era hora que la primavera llegara para que después del colegio ella pudiera salir  a trabajar por un par de horas -por las tardes- en la heladería de su barrio. Experiencia ya tenía porque desde que su madre enfermó  en el verano del año pasado, Myriam se vió casi obligada a ganar un poco de dinero. Si bien sus padres no querían, Myriam tocó puertas en los diferentes negocios de su barrio. Y el único que aceptó a que ella trabajara en su heladería fué el señor Bellini.

Así que Myriam se dedicó a vender helados -dos veces a la semana- durante tres meses seguidos. Y tanto le gustaban los helados que en sus ratos libres -cuando no iba al hospital a visitar a su madre- Myriam se iba a la heladería y allí en la cocina de la señora  Bellini -quien la trataba como a una hija porque hijos no tenía- aprendió a hacer helados de vainilla, de chocolate, de fresa, de limón, etc. Su preferido era el de dulce de leche.

Y ahora Myriam esperaba con ansias la primavera porque los señores Bellini  le habían preguntado ayer si quería que -apenas hubiera buen tiempo- ganarse un dinerito -los lunes y viernes por las tardes - y en el verano le ofrecían no sólo que trabajara los fines de semana vendiendo helados, sino que la señora Bellini le preguntó si quería irse con ella por dos semanas a Sicilia. Hablaría con su padre para pedirle permiso puesto que Myriam era menor de edad. Tenía sólo quince primaveras. Ralph no diría que no. Lo que más quería era que su hija fuera feliz.

Si bien una pena grande cubría su hogar, la vida seguía su curso... Sí, era hora que la primavera llegara... Myriam no sólo soñaba con ganar  el suficiente dinero como para comprarse  una nueva chaqueta, dos nuevos pantalones y un par de zapatos, regalarle a su padre una camisa y sus chocolates preferidos, sino también comprarle a su madre un hermoso ramo de flores por el día de su cumpleaños (un día antes de su viaje a Italia) y llevárselo personalmente a su tumba.

Marisol

La imagen la saqué de:
http://www.elfwood.com