sábado, 28 de septiembre de 2019

Infinita Esperanza




Mientras las cuerdas de un violín amigo envuelve en su magia a Norma, ella trata de recuperar el tiempo de felicidad perdido aunque reconozca que nunca es tarde para sentirse subyugada ante tanta dulzura aunque ésta esté llena de cierta amargura.Y aunque Norma no logre ser capaz de reconstruir los fragmentos del tiempo ya idos y el tiempo se le escape como un suspiro entre la penumbra agridulce de sus recuerdos, ella hace suyo este momento de contemplación y soledad pues este preciso momento le hace ver que no hay nada que temer porque el temor es una pasión del ánimo, ese ánimo que la lleva a tratar de escapar de todo aquello que  ella considera arriesgado, peligroso o que simplemente le hace mucho daño porque se encuentra cual una loca sospecha de un daño futuro. ¡Ay! ese futuro inexistente pero que está viviendo de manera vigente y de manera sobresaltada dentro de su pecho desde hace cuatro años. 

Bien, las cuerdas de este violín amigo la calma, aquietando así sus miedos aunque sea por un corto instante. Y es que Norma quiere recuperar su pulso como antes, cuando ese antes no tenía un después vestido de desastibilidades y caídas de ánimo. Y mientras ellas dos la acompañan tercamente desde hace tiempo, las fibras de una gran decepción se hacen nuevamente presentes haciéndola presa de toda censura. En todo caso la censura provechosa es mejor a la alabanza traidora. ¿No crees?

Pues bien, Norma no desea ser sólo presa de pensamientos oscuros. Lamentablemente sus padres no hicieron nada para detener esa cascada de agua negativa no sólo en sus propias vidas, sino en la vida de Norma también.  Aún así, ella tiene otra forma de pensar a ellos aunque su pasado, presente y futuro estén condenados a esa extraña melancolía que no la suelta de la mano por más que ella quiera lo contrario. ¿Será que Norma terminó aceptando su destino en silencio? Yo creo que sí mientras esa cascada de agua turbia le moja el alma a Norma, ella sabe que no desea convertirse en ser algo que realmente no es. Tampoco busca la aprobación falsa o crítica destructiva de nadie. En fin, Norma sólo desea romper con los esquemas, esas ideas o conceptos que tiene desde que nació y que condicionan su comportamiento actual. Y aunque un sudor frío recorra su espalda de arriba a abajo y una sensación de mareo la atrape en sus madrugadas de insomnio, Norma está decidida a que su corazón, instrumento de muchas cuerdas, sigan haciendo vibrar todos los buenos sentimientos que aún la habitan.  

Yo, como aquel violín amigo, te hago saber, querido lector, que el corazón de Norma está dispuesto, más que nunca, a que una música humilde se despierte con ella el resto de días que le quedan vivir mientras su alma dormida ante la felicidad aprende nuevamente a vibrar como antes cuando ella sabía sentir antes de tratar comprender lo incomprensible. ¿Y sabes por qué? Pues, porque al final, Norma está aprendiendo no sólo a aceptar la decepción finita, sino también está aprendiendo a nunca perder la infinita esperanza, esa esperanza que aunque se vea siempre frustrada, la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que éstos sean, son menos horribles que su extinción. Ese concepto que resume en un solo término lo que ocurre cuando desaparecen no sólo todos los integrantes de una misma familia, sino cuando está en peligro su propia felicidad. 

Norma sabe que su violín amigo tiene mucha razón aunque la razón, al fin y al cabo, no le haya enseñado nada. Todo lo que ella sabe, gracias a las cuerdas que vibran dentro de ella, es aquella sabiduría, hecha a través de sus diversas experiencias de vida, que se le ha sido dado por el corazón, porque el que tiene buen corazón nunca será estúpido ya que sabe que la esperanza es un empréstito que se le hace a la felicidad porque ella y la esperanza son un riesgo que hay que correr ante la finitud de nuestras vidas cotidianas y ante lo infinito de nuestras almas. 

MARiSOL