martes, 18 de agosto de 2015

El volcán y el mar



Hay un volcán que como siente mucha rabia de no poder tocar al mar, decidió, hace pocos días, explotar para que su lava pudiera llegar hasta  las aguas del mar. En esa lava llevaba guardado todo su amor acumulado desde hace millones de años. Lo que más desea el volcán es que el mar no sólo se fije en él, sino que lo desee con todas sus fuerzas igual que él, el volcán. Acaso, él ¿no es imponente y hermoso, sobre todo, cuando suelta fuego, humo y lava? ¿No siente el mar ni siquiera admiración por él?

¿Y qué pasa con el mar?
- Yo no estoy enamorado del volcán - me respondió el mar; si bien él es imponente y hermoso, y más de una vez, suspiré por él, llegué a la conclusión, con el pasar del tiempo, que no me gusta amarlo de lejos, sólo a la distancia.  Te prefiero a ti ya que a ti te siento más cerca. Me gusta cuando me besas, acaricias.... hasta cuando me desafías.
Yo sonreí agradecido de saber que el mar me ama incondicionalmente no importando mis estados de ánimo.
- Pero no puedes dejar que el volcán siga suspirando por ti - le dije al mar. No me parece bien. Tienes que hablar con él.
- Como él no me escucha, habla, más bien, tú con él - me pidió el mar. Yo asentí en cumplir con su deseo y me fuí a hablar de inmediato con el volcán.

Es así como el aire le hizo saber al volcán que el mar no lo ama. El volcán como no quería renunciar al mar, seguía arrojando más lava. Eran sus señales desesperadas de su amor apasionado.
- No tiene sentido que sigas insistiendo - le dije al volcán. El mar me ama a mí. Debes aceptar esto que acá te digo.
- ¡Nooooooooo! - gritó el volcán adolorido.
- Pero, ¿por qué no puedes dejar de amar al mar? - le pregunté desafiante. Un triángulo amoroso no permitiré que exista entre nosotros. De ninguna manera.
- Si yo renuncio a esta pasión que yo siento, sería como desgarrar a mi corazón ... a ese corazón que vive en mis entrañas. ¡Ay! Lo mataría del dolor - respondió agitado el volcán.
- Pues tendrás que aprender a vivir sin el mar - le hice saber con voz firme. Al mar no lo comparto yo con nadie y menos contigo.
El volcán furioso me dijo que él era más poderoso que yo. A lo que yo le contesté que yo que podía ser desde una suave brisa hasta un viento huracanado. Le hice saber que no permitiría que la rabia de sus celos  me afectara, por ningún motivo.
Pero cuando el volcán comenzó a gritar desesperado:  ¡Te odio! ¡Te odio!, yo no  pudiendo contener mi indignación le hice saber que él no es el único volcán; hay otros más, y sobre todo, existen también volcanes debajo del mar. Y el mar bien que los conoce. Al decirle esto último el volcán dejó abruptamente de escupir lava. Por lo que deduje que mis palabras no se las llevó el viento, porque yo como el viento se las dejé caer en su cráter, una por una, para que entendiera de una vez por todas que el amor ni posee ni quiere ser poseído y a la fuerza, menos.

Si bien el viento no podrá nunca evitar la pasión del volcán, en esta oportunidad, sí lo venció con el poder de sus palabras. Después de haber conversado con el volcán, el viento se fué a hablar con el mar y mirándolo con ternura le dijo:
- Yo creo que más que una pasión es un capricho lo que siente el volcán por ti. Ese capricho suyo durará hasta el final de los tiempos. Me dá un poco de lástima. Al mar también.

Pero lo que ni el mar ni el viento saben es que el volcán malo no es, sólo se siente desesperadamente solo porque nadie lo quiere; el único consuelo que tiene él es que al mirar desde su altura al mar sabe que el mar es tan profundo como él. Quizás es mejor dejar la profundidad en manos de la sabiduría, pues ella sabe que el volcán, en lo profundo de  su alma, tiene un buen corazón y ella siente pena que nadie se enamore del volcán porque todos le temen. No hay peor cosa que temer al amor. Esto me hace pensar que siendo así, entonces, se le teme a la vida. ¡Ay! ¿y qué pasa con aquellos que temen a la vida? 
- Pues, ya están medio muertos - me responde el volcán. 
- Ahora entiendo. ¿Será por este motivo que nadie se te acerca?
- No seas cínica - me responde el volcán. Nadie se acerca a mí, me amen o no, porque se aferran a ti, a la vida.

Dejando al volcán, mar y aire de lado, y dejando ir a la pasión de nuestro lado, sí te puedo decir que son las sanas relaciones amorosas las que le dan, en gran parte, sentido a la vida, a la mía, a la tuya ... amar y hacerse amar es lo que hace de nuestras vidas, que sean más buenas.


MARiSOL







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